ONTOLOGIA PLATÒNICA.1

DUALISME ONTOLÒGIC 

COSMOS NOETÓS(Món intel·ligible o de les idees)EIDOS: (models, formes, essències, idees) són entitats immaterials, absolutes, immutables, perfectes, universals, independents del món físic, eternes(Jerarquia de les idees: -de més a menys- 1. el Bé-Agathon; 2.Valors morals (p.e. Dikaiosine, kalós…); 3. Entitats matemàtiques; 4. Idees de coses). 

TOPOS ORATOS(Món sensible o de les coses: món físic, material, món de la diversitat imultiplicitat, món del CANVI i el MOVIMENT –metabolé, kínesis-)EIDOLES: (còpies de les idees de les que PARTICIPEN -teoria de laMÈTHEXIS (participació)- )

EPISTEMOLOGIA PLATÒNICA. 3

Platón ilustró ulteriormente su doctrina epistemológica con la célebre alegoría de la Caverna, en el libro 7 de la República.

Daré un esquema de esta alegoría, puesto que vale para que se vea claramente, si alguna prueba más se necesita, que la ascensión de la mente desde las secciones inferiores de la línea hasta la superior es un progreso epistemológico, y que Platón la consideraba, no tanto como un proceso de continua evolución, sino como una serie de «conversiones» desde un estado cognitivo menos adecuado a otro estado más completo del conocimiento.

Pide Platón que nos imaginemos una caverna subterránea que tiene una abertura por la que penetra la luz. En esta caverna viven unos seres humanos, con las piernas y los cuellos sujetos por cadenas desde la infancia, de tal modo que ven el muro del fondo de la gruta y nunca han visto la luz del sol. Por encima de ellos y a sus espaldas, o sea, entre los prisioneros y la boca de la caverna, hay una hoguera, y entre ellos y el fuego cruza un camino algo elevado y hay un muro bajo, que hace de pantalla. Por el camino elevado pasan hombres llevando estatuas, representaciones de animales y otros objetos, de manera que estas cosas que llevan aparecen por encima del borde dela paredilla o pantalla. Los prisioneros, de cara al fondo de la cueva, no pueden verse ellos entre sí ni tampoco pueden ver los objetos que a sus espaldas son transportados: sólo ven las sombras de ellos mismos y las de esos objetos, sombras que aparecenreflejadas en la pared a la que miran. Únicamente ven sombras. 

Estos prisioneros representan a la mayoría de la humanidad, a la muchedumbre de gentes que permanecen durante toda su vida en un estado de eikasia, viendo sólo sombras de la realidad y oyendo únicamente ecos de la verdad. Su opinión sobre elmundo es de lo más inadecuada, pues está deformada por «sus propias pasiones y susprejuicios, y por los prejuicios y pasiones de los demás, que les son transmitidos por el lenguaje y la retórica.» Y aunque no se hallan en mejor situación que la de los niños, se aferran a sus deformadas opiniones con toda la tenacidad de los adultos y no tienen ningún deseo de escapar de su prisión. Es más, si de repente se les libertase y se lesdijese que contemplaran las realidades de aquello cuyas sombras habían visto anteriormente, quedarían cegados por el fulgor de la luz y se figurarían que las sombras eran mucho más reales que las realidades. Sin embargo, si uno de los prisioneros logra escapar y se acostumbra poco a poco a la luz, después de un tiempo será capaz de mirar los objetos concretos y sensibles, de los que antes sólo había visto las sombras. Este hombre contempla a sus compañeros al resplandor del fuego (que representa al sol visible) y se halla en un estado de pistis, habiéndose «convertido» desde el mundo de sombras de los eikonés, que era el de losprejuicios, las pasiones y los sofismas, al mundo real de los zóa, aunque todavía no haya ascendido al mundo de las realidades no sensibles, sino inteligibles. Ve a los prisioneros tales como son, es decir, como a prisioneros encadenados por las pasionesy los sofismas. Por otro lado, si persevera y sale de la cueva a la luz del sol, verá el mundo de los objetos claros e iluminados por el sol (que representan las realidades inteligibles), y, finalmente, aunque sólo mediante un esfuerzo, se capacitará para ver el sol mismo, que representa la Idea del Bien, la Forma más alta, «la Causa universal de todas las cosas buenas y bellas… la fuente de la verdad y de la razón». Se hallaráentonces en estado de nóesis. (Sobre esta Idea del Bien, así como sobre lasconsideraciones políticas de que se ocupa Platón en el diálogo República, volveré en posteriores capítulos.)

Observa Platón que si alguien, después de haber subido a la luz del sol, vuelve al interior de la caverna, será incapaz de ver bien, a causa de la oscuridad, y con ello se hará «ridículo»; mientras que si tratase de liberar a algún otro y de guiarle hacia la luz, los prisioneros, que aman la oscuridad y consideran que las sombras son la verdadera realidad, darían muerte a tal importuno si pudiesen cogerlo. Es ésta, sin duda, una alusión a Sócrates, que trató de iluminar a todos los que quisieron oírle y procuró hacerles comprender la verdad y la razón, en vez de dejar que quedasensumidos en las sombras de los prejuicios y los sofismas.Esta alegoría pone en claro que la «ascensión» de la línea era considerada por Platón como un progreso, aunque tal progreso no es continuo y automático: requiere esfuerzoy disciplina mental. De ahí su insistencia en la gran importancia de la educación, por medio de la cual sea conducido gradualmente el joven a la contemplación de las verdades y los valores eternos y absolutos, y, de este modo, se libre a la juventud depasar la vida en el sombrío mundo del error, la falsedad, el prejuicio, la persuasión sofística, la ceguera para los verdaderos valores, etcétera. Tal educación es de primordial importancia para quienes han de ser hombres de Estado. Los políticos ylos gobernantes serán ciegos guiando a otros ciegos si se quedan en el plano de la eikasia o en el de la pístis y el naufragio de la nave estatal es algo mucho más terrible que el de una nave cualquiera. Así, el interés que pone Platón en la ascensión epistemológica no es un interés meramente académico o estrechamente crítico: interésanle la conducta de la vida, la tendencia del alma y el bien del Estado.

El hombre que no realiza el verdadero bien del hombre no vive ni puede vivir una vida verdaderamente humana y buena, y el político que no realiza el verdadero bien del Estado, que no ve la vida política a la luz de los principios eternos, lleva a su pueblo ala ruina. 

Se puede plantear la cuestión de si en la epistemología platónica hay o no implicaciones religiosas, al menos tal como esta epistemología es ilustrada por el símilde la línea y por la alegoría de la caverna. Es indiscutible que los neoplatónicos dieron un colorido religioso a las concepciones de Platón y que las aplicaron en sentido religioso. Es más, cuando un escritor cristiano, como el Pseudo-Dionisio, describe la ascensión mística hacia Dios por la vía negativa, pasando de las creaturas visibles asu invisible Fuente, cuya luz ciega por los excesos de su claridad, de modo que el alma entra en un estado, por así decirlo, de oscuridad luminosa, ciertamente utiliza temas que proceden de Platón por la vía de los neoplatónicos. Pero no se siguene cesariamente de aquí que Platón mismo entendiese el ascenso en sentido religioso.De todos modos, esta difícil cuestión no puede tratarse con provecho sin haber estudiado antes la naturaleza ontológica y las características de la Idea del Bien según Platón; y, aun entonces, apenas podrá conseguirse una certeza definitiva. 

F.Copleston. Historia de la filosofia griega. Pág 146-147

EPISTEMOLOGIA PLATÒNICA. 2

Crítica del coneixement sensible,

Teetet

Sòcrates.- Bé, doncs no ens deixem la resta. Queden encara, els somnis i les malalties, entre les quals es troba la bogeria, i tots aquells casos en què es diu que qualsevol cosa se sent malament, o es veu malament, o es percep defectuosament. Saps, certament, que en tots aquests casos la doctrina que proposàvem fa un moment sembla que queda unànimement refutada, sobretot perquè en aquestes situacions es produeixen percepcions falses i les coses no són, ni de bon tros, com es mostren; al contrari, res no és el que sembla. (157e)  

Sòc.- Recordem, doncs, que tot allò que percebem amb els ulls o les orelles és també simultàniament conegut. Així, per exemple, abans d’aprendre una llengua estrangera, ¿potser direm que no hi sentim quan ens parlen?, ¿o que hi sentim i sabem què diuen? Igualment, si no coneguéssim les lletres, ¿mantindríem que no les veiem quan les mirem?, ¿o que les coneixem justament perquè les veiem?  

Teetet.- Respecte a això, Sòcrates, direm que tot just sabem allò que veiem i sentim, perquè, en un cas veiem i sabem la figura i la color, i en l’altre sentim i alhora sabem els tons aguts i greus. Ara, tot allò que ensenyen els gramàtics i els intèrprets, ni ho percebem amb la vista o l’orella, ni ho sabem. (163b)  

Sòc.- (…) Diem que, qui veu una cosa, adquireix coneixement d’això que veu, ja que hem acordat que la visió, la percepció i el saber són el mateix. 

Teet.- Sens dubte. 

Sòc.- Tanmateix el que veu una cosa i la sap, si tanca els ulls, la recorda però no la veu, ¿no?  

Teet.- Sí. 

Sòc.- Però si no la veu no la sap, perquè veure és saber. 

Teet.- És veritat. 

Sòc.- Per tant resulta que qui ha arribat a saber alguna cosa, en recordar-la no la sap, perquè no la veu. Això és el que dèiem que era absurd. 

Teet.- I amb tota la raó. 

Sòc.- Per consegüent, si es diu que el saber i la percepció són el mateix, sembla que arribem a una conseqüència insostenible. 

Teet.- Ho sembla. 

Sòc.- Per tant, cal dir que són diferents. (164a) 

 

EPISTEMOLOGIA PLATÒNICA. 1

1.- La percepción no es el todo del conocimiento, pues gran parte de lo que se reconoce

en general como conocimiento consiste en verdades que implican términos que no

pueden ser objetos de la percepción.

 

Mucho de lo que sabemos acerca de los objetos sensibles lo conocemos gracias a la reflexión intelectual, y no inmediatamente por la percepción.

Platón pone como ejemplos la existencia y la inexistencia. Supongamos que un hombre ve un espejismo; no hay percepción sensible inmediata que pueda informarle de la existencia o inexistencia del objeto que él percibe en ese espejismo: sólo la reflexión racional se lo puede decir. Tampoco las conclusiones y razonamientos de las matemáticas se pueden aprehender por los sentidos. Y cabe añadir que nuestro conocimiento del carácter de una persona es algo más de lo que pueda explicarse mediante la definición «Conocer es percibir», pues tal conocimiento no nos lo depara ciertamente la simple sensación.

2.- La percepción sensible no es conocimiento ni siquiera en su propio plano. Realmente, no puede decirse que sepamos alguna cosa si no hemos alcanzado la verdad acerca de ella, por ejemplo, en lo concerniente a su existencia o inexistencia, a su semejanza o desemejanza con otra cosa, etcétera. Pero la verdad sólo se alcanza en la reflexión, en el juicio, no en la mera sensación. La sensación, por sí sola, únicamente puede dar, digamos, una superficie blanca y otra superficie blanca; pero, para juzgar acerca de la semejanza entre ambas, se necesita la actividad de la mente.

Asimismo, los raíles de la vía férrea parecen converger: si sabemos que en realidad son paralelos es gracias a una reflexión intelectual. Por lo tanto, la percepción sensible no merece el nombre de conocimiento.

Conviene advertir aquí cuán influido está Platón por el convencimiento de que los objetos sensibles no son los objetos propios del conocimiento ni pueden serlo, puesto que sólo hay conocimiento de lo que es, de lo estable y constante, y de los objetos sensibles no se puede decir en realidad que «son» —al menos en cuanto percibidos— sino únicamente que «devienen». Claro que, en cierto modo, los objetos de los sentidos son objetos aprehensibles, pero engañan a la mente demasiado como para que sean verdaderos objetos de conocimiento; recordémoslo: el conocimiento real y propiamente dicho tiene que ser —como indicamos más arriba— infalible y de lo que verdaderamente es.

(Nótese que Platón, al evidenciar lo gratuito que es el pretender que la percepción sea la totalidad del conocimiento, contrapone los objetos peculiares o particulares de los diferentes sentidos—por ejemplo el color, que es el objeto de la visión tan sólo— a los «términos comunes que se aplican a todas las cosas», y que son los objetos de la mente y no de los sentidos. Esos «términos comunes» corresponden a las Formas o Ideas, que son, ontológicamente, objetos estables y constantes, en contraposición con los particulares o sensibles.)

Frederic Copleston. HISTORIA DE LA FILOSOFIA Vol I Grecia y Rom, página 134

 

IDEA

Quan parlem del terme “idea” sovint confonem la referència entre idea i concepte.

Tots dos termes envolten la necessitat de pensar la multiplicitat a través d’un singular, i tots dos contenen la referència a un element únic que designa una pluralitat.

En el cas de la “idea”, però, la seva referència amplia el camp del concepte. Tal i com Plató ja va entendre, la idea té un caràcter ontològic més ampli perquè designa realitats que no són lingüístiques. Així, la idea és l’objecte del concepte, però no es tanca en l’àmbit del llenguatge, sinó que n’escapa i serveix com a autèntic model per a les coses.

La idea platònica, que és el que comentem, té com a funció aglutinar els individus que cauen sota una mateixa determinació conceptual, i fer-ne de paradigma, de model. Justifica l’existència dels singulars perquè en participen de la seva essència, i manté, en la perfecció allò que, sensiblement, està subjecte al canvi.

Les idees són, l’essència immutable, del món sensible.

PLATÓ. Lèxic bàsic

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A través de l’ús que els filòsofs fan de les paraules que la llengua habitual disposa, es van creant els diferents “tecnicismes” de les diferents concepcions filosòfiques.

En Plató això és molt evident, ja que ell inicia el moviment de la filosofia en la reflexió pel llenguatge.

Determinats conceptes com “idea” neixen amb ell i es transformen, a partir de llavors, en vocabulari filosòfic que impregna la resta de camps de coneixement.

Per tal de comprendre, doncs, a Plató, cal familiaritzar-se amb l’ús específic del llenguatge.

Parlem de Sòcrates…

A la seva obra Metafísica, entre altres moltes coses, Aristòtil ens dóna la seva postura sobre els ensenyaments de Sòcrates i la seva influència en Plató.

Així tenim que: [Metafísica, 987b. Traducció de Valentín García Yebra]

(…) ocupándose Sócrates de los problemas morales y no de la Naturaleza en su conjunto, pero buscando en ellos lo universal, y habiendo sido el primero que aplicó el pensamiento a las definiciones, [Platón] aceptó sus enseñanzas, pero por aquel motivo pensó que esto se producía en otras cosas, y no en las sensibles; pues le parecía imposible que la definición común fuese de alguna de las cosas sensibles, al menos de las sujetas a perpetuo cambio.

Éste, pues, llamó a tales entes Ideas, añadiendo que las cosas sensibles están fuera de éstas, pero según éstas se denominan todas; pues por participación tienen las cosas que son muchas el mismo nombre que las Especies.

Y, en cuanto a la participación, no hizo más que cambiar el nombre; pues los pitagóricos dicen que los entes son por imitación de los números, y Platón, que son por participación, habiendo cambiado el nombre. Pero ni aquéllos ni éste se ocuparon de indagar qué era la participación o la imitación de las Especies.

D’altra banda, el filòsof espanyol, Xabier Zubiri, a la seva obra Naturaleza, Historia, Dios, també recull algunes de les caracteritzacions no platòniques sobre Sòcrates:

SOCRATES: EL TESTIMONIO DE JENOFONTE Y DE ARISTOTELES

 

 

En las primeras líneas de sus Memorables nos dice Jenofonte lo siguiente: “Sócrates, en efecto, no hablaba, como la mayoría de los otros, acerca de la Naturaleza entera, de cómo está dispuesto eso que los sabios llaman Cosmos y de las necesidades en virtud de las cuales acontece cada uno de los sucesos del cielo, sino que, por el contrario, hacía ver que los que se rompían la cabeza con estas cuestiones eran unos locos.

“Porque examinaba, ante todo, si es que se preocupaban de estas elucubraciones porque creían conocer ya suficientemente las cosas tocantes al hombre o sí porque creían cumplir con su deber dejando de lado estas cosas humanas y ocupándose con las divinas. Y, en primer lugar, se asombraba de que no viesen con claridad meridiana que el hombre no es capaz de averiguar semejantes cosas, porque ni las mejores cabezas estaban de acuerdo entre sí al hablar de estos problemas, sino que se arremetían mutuamente como locos furiosos. Los locos, en efecto, unos no temen ni lo temible, mientras otros se asustan hasta de lo más inofensivo; unos creen que no hacen nada malo diciendo o hablando lo que se les ocurre ante una muchedumbre, mientras que otros no se atreven ni a que les vea la gente; unos no respetan ni los santuarios, ni los altares, ni nada sagrado, mientras que otros adoran cualquier pedazo de madera o de piedra y hasta los animales. Pues bien: los que se cuidan de la Naturaleza entera, unos creen que “lo que es” es una cosa única; otros, que es una multitud infinita; a unos les parece que todo se mueve; a otros, que ni tan siquiera hay nada que [196] pueda ser movido; a unos, que todo nace y perece; a otros, que nada ha nacido ni perecido.

“En segundo lugar, observaba también que los que están instruidos en los asuntos humanos pueden utilizar a voluntad en la vida sus conocimientos en provecho propio y ajeno, y (se preguntaba entonces) si, análogamente, los que buscaban las cosas divinas, después de llegar a conocer las necesidades en virtud de las cuales acontece cada cosa, creían hallarse en situación de producir el viento, la lluvia, las estaciones del año y todo lo que pudieran necesitar, o si, por el contrario, desesperados de no poder hacer nada semejante, no les queda más que la noticia de que esas cosas acontecen.

“Esto era lo que decía de los que se ocupaban de estas cosas. Por su parte, él no discurría sino de asuntos humanos, estudiando qué es lo piadoso, qué lo sacrílego; qué es lo honesto, qué lo vergonzoso; qué es lo justo, qué lo injusto; qué es sensatez, qué insensatez; qué la valentía, qué la cobardía; qué el Estado, qué el gobernante; qué mandar y quién el que manda, y, en general, acerca de todo aquello cuyo conocimiento estaba convencido de que hacia a los hombres perfectos, cuya ignorancia, en cambio, los degrada, con razón, haciéndolos esclavos” (1, 1, 11-17).

No es, desde luego, el único texto, pero es, ciertamente, uno de los más significativos, porque en breve espacio se agrupan la mayoría de los términos que han ido apareciendo en nuestra exposición, y se presta por esto, como pocos, para situar la obra de Sócrates.

Agreguemos el testimonio de Aristóteles según el cual “Sócrates se ocupó de lo concerniente al éthos, buscando lo universal y siendo el primero en ejercitar su pensamiento, en definir.” (Mét., 987, b. 1.)

Es sobradamente conocida la imagen de Sócrates que nos describe Platón en su apología: el hombre justo que prefiere aceptar la ley, aunque se vuelva contra su vida.

Una cosa resulta clara: Sócrates toma una cierta actitud ante al Sabiduría de su tiempo, y a base de ella comienza su acción propia.

 

GRACIÁN. El arte de la prudencia.

 

Baltasar Gracián

Nacido en Belmonte de Gracián, aldea de Calatayud, a principios de 1601. Se crió en Toledo con Antonio Gracián, tío suyo, y cumplidos los dieciocho años ingresó en la Compañía de Jesús, en el noviciado de Tarragona. Profesor en el Colegio de la Compañía en Calatayud, estudió Teología, y tras recibir las sagradas órdenes hizo profesión solemne en 1635. Fue capellán del ejército del marqués de Leganés en la guerra de Cataluña, rector del noviciado de Tarragona y profesor de Humanidades, Filosofía, Teología Moral y Sagrada Escritura. Los problemas ocasionados por la publicación de sus obras, dieron lugar a su traslado a Graus y posteriormente a Tarazona, ciudad donde falleció a finales de 1658.

BIBLIOGRAFÍA

Escribió El Héroe (Huesca, 1637), El político Fernando el Católico (Zaragoza, 1641), Agudeza y arte de ingenio (Madrid, 1642), El Discreto (Huesca, 1646), Oráculo manual y arte de prudencia (Huesca, 1647), El Criticón (Huesca, 1651) y El Comulgatorio (Huesca, 1653). En deteminado momento le fueron atribuidas las Selvas de todo el año (Barcelona, 1668), atribución que ningún investigador mantiene en la actualidad. De todas ellas se han hecho innumerables ediciones en todo el mundo.

 

 Extracto de las primeras sentencias del Oráculo manual y arte de prudencia.

1. Hoy todo ha logrado la perfección, pero ser una auténtica persona es la mayor. Más se precisa hoy para ser sabio que antiguamente para formar siete, y más se necesita para tratar con un solo hombre en estos tiempos que con todo un pueblo en el pasado.

2. Carácter e inteligencia: los dos polos para lucir las cualidades; uno sin otro es media buena suerte. No basta ser inteligente, se precisa la predisposición del carácter. La mala suerte del necio es errar la vocación en el estado, la ocupación, la vecindad y los amigos.

3. Manejar los asuntos con expectación. Los aciertos adquieren valor por la admiración que provoca la novedad. Jugar a juego descubierto ni gusta ni es útil. No descubrirse inmediatamente produce curiosidad: especialmente cuando el puesto es importante surge la expectación general. El misterio en todo, por su mismo secreto, provoca veneración. Incluso al darse a entender se debe huir de la franqueza. El silencio recatado es el refugio de la cordura.

4. El saber y el valor contribuye conjuntamente a la grandeza. Hace al hombre inmortal porque ellos lo son. Tanto es uno cuanto sabe, y el sabio todo lo puede. Un hombre sin conocimientos es un mundo a oscuras. Es necesario tener ojos y manos, es decir juicio y fortaleza. Sin valor es estéril la sabiduría.

 

SÉNECA. Sobre la Felicidad II

 Sobre la Felicidad.

Capítulo 1

Todos los hombres, hermano Galión, quieren vivir felices, pero al ir a descubrir lo que hace feliz la vida, van a tientas, y no es fácil conseguir la felicidad en la vida, ya que se aleja uno tanto más de ella cuanto más afanosamente se la busque, si ha errado el camino, si éste lleva en sentido contrario, la misma velocidad aumenta la distancia.

Hay que determinar, pues, primero lo que apetecemos; luego se ha de considerar por dónde podemos avanzar hacia ello
más rápidamente, y veremos por el camino, siempre que sea el bueno, cuánto se adelanta cada día y cuánto nos acercamos a aquello que nos impulsa un deseo natural. Mientras erremos de acá para allá sin seguir a otro guía que los rumores y los clamores discordantes que nos llaman hacia distintos lugares, se consumirá entre errores nuestra corta vida, aunque trabajemos día y noche para mejorar nuestro espíritu. Hay que decidir, pues, a dónde nos dirijamos y por dónde, no sin ayuda de algún hombre experto que haya explorado el camino por donde avanzamos, ya que aquí la situación no es la misma que en los demás viajes; en éstos hay algún sendero, y los habitantes a quienes se pregunta no permiten extraviarse; pero aquí el camino más frecuentado y más famoso es el que más engaña.

Nada importa, pues, más que no seguir, como ovejas, el rebaño de los que nos preceden, yendo así, no a donde hay que
ir, sino a donde se va. Y ciertamente nada nos envuelve en mayores males que acomodarnos al rumor, persuadidos de que lo mejor es lo admitido por el asentimiento de muchos, tener por buenos los ejemplos numerosos y no vivir racionalmente, sino por imitación.

De ahí esa aglomeración tan grande de personas que se precipitan unas sobre otras. Lo que ocurre en una gran catástrofe colectiva, cuando la gente misma se aplasta, nadie cae sin arrastrar a otro y los primeros son la perdición de los que siguen, puedes verlo suceder en toda vida; nadie yerra sólo por su cuenta, sino que es causa y autor del error ajeno.

Es dañoso, pues, apegarse a los que van delante; y como todos prefieren creer que juzgar, nunca se juzga acerca de la vida,
siempre se cree, y nos perturba y pierde el error que pasa de mano en mano. Perecemos por el ejemplo de los demás; nos salvaremos si nos separamos de la masa. Pero ahora la gente se enfrenta con la razón, en defensa de su mal. Y sucede lo mismo que en los comicios, en los cuales los mismos que han nombrado a los pretores, se admiran de que hayan sido
nombrados, cuando ha mudado el inconstante favor; aprobamos y condenamos las mismas cosas; éste es el resultado de todo juicio que se falla por el voto de la mayoría.