
¿Es compatible la filosofía con el humor? ¿Es posible aprender filosofía a carcajadas? En este desternillante libro el lector en invitado a un delicioso viaje por la historia de la filosofía y las vidas de los filósofos, en el que se encontrará con el malhumor de la esposa de Sócrates, los sueños de Maquiavelo, las opiniones de Kant sobre el matrimonio, las despiadadas mordacidades de Nietzsche, la deducción lógico de Russell de que él y el Papa son la misma persona, la agresividad de Wittgenstein atizador en mano…
Alguna anécdota curiosa…sobre Descartes:
LOS RELOJES NO TIENEN CRÍAS
En 1649 Descartes aceptó la invitación de la reina Cristina y se trasladó a Suecia para trabajar como tutor de la soberana. Como la reina se empeñaba en recibir sus lecciones de filosofía de madrugada (nada menos que a las cinco de la mañana), Descartes, que estaba acostumbrado a dormir hasta el mediodía, tuvo que cambiar sus hábitos de vida y en uno de esos madrugones enfermó y acabó muriendo de pulmonía a los cuatro meses de haber llegado a aquel «país de osos, rocas y hielo» (aunque, según otras fuentes, habría muerto envenenado por los luteranos, temerosos de la posible influencia de un filósofo católico sobre la soberana sueca). Pero antes de que eso ocurriera, la reina tuvo ocasión de demostrar su ingenio ante el sabio francés. Fue cuando Descartes le expuso su teoría mecanicista según la cual el universo es como una máquina en la que todos los cuerpos funcionan igual que relojes. Al oír esto, la reina objetó:
-Pues yo nunca he visto a un reloj dar a luz a bebés relojes.
LA CENA DE LOS IDIOTAS
Mucha gente asocia a los filósofos con gente frugal y más bien incapacitada para disfrutar de los placeres de la vida. Así debía de creerlo también el conde de Lamborn, quien se encontró en uno de los mejores mesones de París con Descartes, el más famoso de los filósofos del siglo XVII, quien, con gesto de satisfacción, estaba dando buena cuenta de un exquisito faisán. Al verlo, el conde se dirigió a Descartes con estas palabras:
-No sabía que los filósofos disfrutaran con cosas tan materiales como ésta.
Contrariado por la impertinencia y la intromisión, Descartes le replicó:
-¿Y qué pensabais, que Dios hizo estas delicias para que las comieran sólo los idiotas?