KEHREN
El sentido de la filosofía en el bachilerato debería estar estrechamente ligado a la necesidad de conocimiento.Pero no es así.
La filosofía ha sido, históricamente, el inicio de la reflexión científica y tècnica, una forma de vida -apostando por hacer del saber una práxis; y una metareflexión sobre los discursos del poder: política, el derecho, la economía, la historia…
Pero, ¿qué queda?, ¿qué es, hoy, filosofía? Y en la respuesta debe, necesariamente, haber una denuncia de la propia pregunta. Ese continuo deseo de justificación, de apropiarnos del fundamento último de un esfuerzo histórico que, continuamente, ha superado cualquier planteamiento, tiene mucho de intento de justificación. De vergüenza.
Y es que la filosofía no debe justificarse. Y mucho menos, en bachillerato.
Llegar a concluir que es una assignatura más, y no necesitar recurrir a sus posibles bondades, sería un síntoma de normalidad. Cualquier otra cosa, da pie a la justificación, al malestar, a la mala conciencia; al peso abrumador de la vergüenza de sentir que no se sirve para nada, porque no justifica nada. Eso es la filosofía: una saber que no sirve a nada, ni a nadie. Porque dejó hace tiempo de ser sierva de nada ni nadie. O eso quisiéramos…
¿No podemos entonces, plantear el conocimiento filosófico desde el mismo nivel de exigencia, metodología y objetivos que el matemático, el tecnológico o el histórico? ¿Porqué hay que recurrir a la utilidad de la filosofía? Nada sirve, si no se usa. Y, ¿cuál es el uso de la filosofía, actualmente, y en especial, en los estudios de bachillerato? Ninguno. Su utilidad: ninguna.
¿Qué hacer? Trabajar como si los estudiantes no fuesen los que deciden el curriculo; ni los políticos, ni la administración: trabajar como si, realmente, nos importase explicar que, en determinados textos, está condensada la posibilidad de saber y conocer más atractiva que existe. La más radical y originaria.
Esos textos, su lectura y comprensión -a través del esfuerzo continuado- así como su crítica y transmisión es la filosofía. Y lo que hagamos con ella, la continuación de su historia.
¿Por dónde empezamos?