La Real Academia Española ha revisado y enmendado recientemente algunas normas ortográficas, en colaboración con el resto de las 22 Academias de la lengua española de todo el mundo. Esta nueva edición responde a la necesidad, según los académicos, ” de simplificar su texto, de incluir mayor número de ejemplos y de darle una orientación más pedagógica.”
La primera Ortografía se publicó en 1741 y tenía como objetivo poner orden, establecer una norma común, puesto que hasta entonces cada
cual resolvía escribir como le parecía; algunos escogían soluciones etimológicas ( según el origen de la palabra ) y otros se guiaban por la fonética, es decir, escribían las palabras tal y como sonaban.
Esta primera ortografía reconocía la realidad fónica de la escritura, pero optaba por la etimología para determinar la ” correcta” grafía de cada palabra. Desde entonces, y pese a la autoridad reconocida, siempre han surgido voces disconformes que cuestionan las decisiones de los académicos y que apuestan por una nueva ortografía eminentemente fonética.
Es conocido el caso de Juan Ramón Jiménez, poeta y premio Nobel de Literatura, que escribía “intelijencia”, “jente” y “espresar”, según dijo “primero, por amor a la sencillez, a la simplificación en este caso, por odio a lo inútil. Luego, porque creo que se debe escribir como se habla, y no hablar, en ningún caso, como se escribe. Después, por antipatía a lo pedante”.
De la misma opinión es Miguel de Unamuno, escritor y filósofo, que sentencia : 
” Si se adoptase una ortografía fonética sencilla, que aprendida por todos hiciera imposible, o poco menos, las faltas ortográficas ¿no desaparecería uno de los modos de que nos distingamos las personas de buena educación de aquéllas otras que no han podido recibirla tan esmerada? Si la instrucción no nos sirviera a los ricos para diferenciarnos de los pobres ¿de qué nos iba a servir?”.
Claro está que otros muchos no están de acuerdo con tal simplificación. Niegan que ésta sea tan compleja si la comparamos con la inglesa, la francesa o la alemana.
Emilio Alarcos Llorach, autor de la Gramática de la lengua española, opina que ” los incapaces de aprender ortografía tan fácil como la española padecen de alguna especie de disgrafía”.
Muchos creen que la simplificación es innecesaria, incluso contraproducente ya que se perdería la unidad de la lengua. Además resultarían ininteligibles para las nuevas generaciones los textos anteriores y se tendría que reescribir toda la literatura española desde al menos el siglo XVII.
Pese a las reticencias por simplificar las normas ortográficas, la mayoría está de acuerdo en algunas modificaciones en cuestiones puntuales, como la h, que se ve como una letra residual de la ortografía latina. El uso de la tilde también se podría revisar.
Y aunque estos cambios son lentos, parece que la Real Academia parece trabajar en este sentido.
