También había en el jardín del sol una rueda de molino, inclinada y hundida en la tierra. Alrededor de esta piedra nacía la hierba más fuerte, lo mismo que por el agujero que tenía en medio.
Había también una barandilla vieja, apoyada contra el muro de la enramada y que tenía muchos nidos de avispa pegados a los hierros. Al pie de la fachada había una fila de macetas con geranios y claveles, que el maestro se cuidaba de regar.
Rafael Sánchez Ferlosio, Alfanuhí