Escribir un texto de 5 párrafos sobre Franz Kafka, con la siguiente estructura:
a) Breve biografía. Menciona a Milena y Felice.
b) Relación de Kafka con la filosofía existencialista. Explica MUY brevemente en qué consistía esta última, citando a algunos autores también considerados existencialistas (Albert Camus…). Consulta el artículo “existencialismo” en wikipedia (poco profundo, pero suficiente, muy bien ordenado; te interesa el último apartado, sobre todo).
c) Presenta brevemente el argumento de las tres grandes novelas de Kafka: El proceso, El castillo, Amerika. Cita el nombre de los protagonistas.
d) Realiza una comparación libre entre los siguientes textos de El proceso y El castillo. Extrae algunas consecuencias sobre la visión del ser humano en la obra de Kafka.
EL PROCESO: ––No puede ––dijo el vigilante más alto––. Usted está detenido. ––Pero ¿cómo puedo
estar detenido, y de esta manera?
––Ya empieza usted de nuevo ––dijo el vigilante, e introdujo un trozo de pan en el tarro de
la miel––. No respondemos a ese tipo de preguntas.
––Pues deberán responderlas. Aquí están mis documentos de identidad, muéstrenme ahora
los suyos y, ante todo, la orden de detención.
––¡Cielo santo! ––dijo el vigilante––. Que no se pueda adaptar a su situación actual, y que
parezca querer dedicarse a irritarnos inútilmente, a nosotros, que probablemente somos los
que ahora estamos más próximos a usted entre todos los hombres.
Así es, créalo ––dijo Franz, que no se llevó la taza a los labios, sino que dirigió a K una
larga mirada, probablemente sin importancia, pero incomprensible. K incurrió sin quererlo
en un intercambio de miradas con Franz, pero agitó sus papeles y dijo:
Aquí están mis documentos de identidad.
––¿Y qué nos importan a nosotros? ––gritó ahora el vigilante más alto––. Se está
comportando como un niño. ¿Qué quiere usted? ¿Acaso pretende al hablar con nosotros
sobre documentos de identidad y sobre órdenes de detención que su maldito proceso acabe
pronto? Somos empleados subalternos, apenas comprendemos algo sobre papeles de
identidad, no tenemos nada que ver con su asunto, excepto nuestra tarea de vigilarle diez
horas todos los días, y por eso nos pagan. Eso es todo lo que somos. No obstante, somos
capaces de comprender que las instancias superiores, a cuyo servicio estamos, antes de
disponer una detención como ésta se han informado a fondo sobre los motivos de la
detención y sobre la persona del detenido. No hay ningún error. El organismo para el que
trabajamos, por lo que conozco de él, y sólo conozco los rangos más inferiores, no se dedica
a buscar la culpa en la población, sino que, como está establecido en la ley, se ve atraído por
la culpa y nos envía a nosotros, a los vigilantes. Eso es ley. ¿Dónde puede cometerse aquí un
error?
––No conozco esa ley––dijo K.
––Pues peor para usted––dijo el vigilante.
––Sólo existe en sus cabezas ––dijo K, que quería penetrar en los pensamientos de los
vigilantes, de algún modo inclinarlos a su favor o ir ganando terreno. Pero el vigilante se
limitó a decir:
-–Ya sentirá sus efectos.
EL CASTILLO:
—Buenas noches —dijo K—, siento aversión contra todos
los interrogatorios.
Y realmente se fue hacia la puerta.
—Pues se va —dijo Momus casi atemorizado a la posadera.
—No se atreverá —dijo ella.
Pero K no pudo oír nada más, ya se encontraba en el pasillo. Hacía frío y soplaba un fuerte viento. De la puerta de enfrente salió el posadero, parecía como si detrás de ella, por
un agujero, hubiese vigila do el pasillo. Se sujetaba los faldones de la chaqueta, tan fuerte soplaba el viento en el pasillo.
—¿Ya se va, señor agrimensor? —dijo.
—¿Se asombra de ello? —preguntó K.
—Sí —dijo el posadero—. Entonces, ¿no le han interrogado?
—No —dijo K—, no me dejo interrogar.
—¿Por qué? —preguntó el posadero. El castillo Franz Kafka
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—No sé por qué razón me debería dejar interrogar, por qué
me tengo que someter a una broma o a un capricho administrativo. Tal vez lo hubiese hecho en otra ocasión para
matar el tiempo, pero hoy no.
—Sí, claro —dijo el posadero, pero era una anuencia cortés, carente de convicción—. Tengo que dejar entrar al servicio en la taberna —dijo después—, ya hace tiempo que ha
pasado su hora. No quería importunar el interrogatorio.
—¿Lo consideraba tan importante? —preguntó K.
—Oh, sí —dijo el posadero.
—Entonces, ¿no tendría que haberme negado?