Desde el atajo, Brihuela tiene muy buen aire, con sus murallas y la vieja fábrica de paños, grande y redonda, como una plaza de toros. Por detrás del pueblo corre Tajuña con sus orillas frondosas y su vega verde.
- Camilo José Cela.
Desde el atajo, Brihuela tiene muy buen aire, con sus murallas y la vieja fábrica de paños, grande y redonda, como una plaza de toros. Por detrás del pueblo corre Tajuña con sus orillas frondosas y su vega verde.
El niño Raúl, a fuerza de mucho pensar, descubrió que la mejor manera de medir las orejas era con las manos, cogiéndolas entre los dedos, las dos al mismo tiempo, y llevando la medida a pulso, un momento, -por el aire¿por un momentito no había de variar! – para ver si casaban o no casaban.
La mujer estaba hablando por teléfono y al verme allí parada me hizo un gesto con la barbilla indicando que me apartara a esperar. Retrocedí unos pasos y me quedé mirando varias siluetas que se movían tras una puerta de cristales esmerliados que había al fondo, un poco entreabierta. Debía ser un jardín lo que había al otro lado.
– Carmen Martín Gaite.
Yo trato a Platero cual si fuese un niño. Si el camino se torna fragoso y le pesa un poco, me bajo para aliviarlo. Lo beso, lo engaño, lo hago rabiar… Él comprende bien que lo quiero, y no me guarda rencor.
– Juan Ramón Jiménez.
Mi tio Antonio era un hombre escéptico y afable; llevaba una larga y fina cadena de oro que le pasaba y repasaba por el cuello…
Era un hombre dulce… Pero tenía -lo que vale más que todos los títulos- una perspicacia natural, un talento práctico y, sobre todo, una bondad inquebrantable.
– Azorín