A veces, un ruidito sospechoso le hacía volver la cabeza y nos causaba asombro la elasticidad, la capacidad de giro de su ancho cuello, con un pulmón todavía sedoso. Nuestro amigo el cárabo era capaz de retorcer el gaznate, como se retuerce una camiseta lavada para extraerle la última gota de agua, sin resentirse.
Dictado 9 p.76 para el jueves 9 de febrero
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