Érase una vez un poeta que, entre verso y verso, había perdido la inspiración.
Entre la multitud, había estado buscando inspiración, una mujer quizás, una musa que hiciera florecer sus sentimientos ahora ocultos. Obsesionado al ver su cuaderno en blanco, decidió ir a la taberna del pueblo y relajarse con unos tragos. Durante la noche, el poeta y el tabernero entablaron una conversación; no muy larga, ya que el poeta decidió que ahogar sus penas en alcohol no era la solución.
Al día siguiente, salió a dar un paseo y, sin darse cuenta, llegó a un sendero que jamás había visto. Era un lugar maravilloso. Quería seguir adentrándose en él, pero oscureció y, finalmente, regresó a su humilde hogar. Aquella misma noche tuvo un buen presentimiento que le hizo coger un candil e investigar la zona. El camino le llevó hasta una cala llamada Els Frares y, sin pensarlo, cogió una barca y empezó a navegar utilizando la luz de la luna como brújula. Inesperadamente, una niebla le impedía ver más allá de su barca; pero, en la distancia, vio una silueta. El poeta, intrigado por descubrir aquella figura oculta por la brisa marina, poco a poco se fue acercando hasta que vio que no era una persona, sino una sirena. Pero no una sirena cualquiera, sino la más bella sirena de los mares. Antes de que esta le pudiera ver y, probablemente, saliera huyendo por miedo a ser descubierta, decidió marcharse.
Desde aquella noche, al poeta, le fue casi imposible dormir; solo podía pensar en la belleza de aquella bella dama. Tras noches de insomnio, decidió que, a partir de ese momento, la sirena sería su musa y que cada noche la visitaría a escondidas y le escribiría un poema.
Y así fue hasta que llegó la noche más especial del año, iluminada por bengalas y fuegos artificiales: San Juan. Aquella noche, el poeta metió una rosa y los poemas escritos en una botella de cristal y la lanzó al mar con la esperanza de que la bella sirena los recibiera.
SÍLVIA DELGADO, 4B1
Miré hacia la derecha y, a través de aquel espejo que me separaba del maravilloso paisaje, vi a una niña sentada en una roca rodeada de palmeras y otros tipos de plantas. Estaba de espaldas y vestía un conjunto verde parecido al verde de las hojas que empiezan a florecer con la llegada de la primavera. Lo pasé por alto y seguí degustando aquel delicioso plato, pero la niña seguía ahí, sola. Dejé lo que estaba haciendo para dirigirme a aquella chiquilla de pelo rubio peinado con una trenza.
Un dia estava passejant pel mar de Lloret amb la meva amiga Laura. Les ones eren molt grans, i de sobte vam veure una caixa de fusta molt vella i plena d´algues. Ens vam apropar cap a l´aigua, i la vam treure.
Hi havia una vegada una senyora que anava cada dia a banyar-se al mar de Lloret. Encara que hi hagués el fred de l’hivern, o les pluges de primavera, es banyava al mar. Alguns dies no tenia temps, així que es banyava de nit.