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Prosa castellana de 4t d’ESO, 1r i 2n de batxillerat i Cicles Formatius.

El lienzo de la desgracia, Per Aleksandra Bravo

En la playa, dibujo sobre el lienzo de la desgracia el rostro de la felicidad, oculto mi cabeza, quiero ahogarme en mi pena. No hay peor dolor que tenerte tan cerca y no poder alcanzarte. Todo lo que quiero en el mundo es tan solo seguir hablando contigo. Quiero saber cómo es tu día, dónde te apetece comer… Quiero discutir contigo y quiero oír todas tus teorías, incluso aquellas que estén completamente equivocadas. Quiero que sepas que, si eres de las que creen en el destino, el nuestro está escrito; si eres más de las que creen en las coincidencias, te diré que eres la casualidad más hermosa que he podido tener. Parece ilógico que las personas que más amamos sean las más capaces de herirnos profundamente, que la única forma que puede hacernos sentir verdaderamente vivos sea darle a otra persona el poder de destruirnos. He estado enamorado de ti como lo sigo estando, y es un dolor que no le deseo a nadie. Lo que me rompió el corazón no fueron todas las discusiones que tuvimos, sino el adiós. No hay nada más triste , un hasta nunca tiene su límite en la negación , pero a un adiós lo define su indefinición. ¿Ha de existir un hasta cuando… o un hasta que…? Sin ti, nada es igual; pero, contigo, nada sería lo mismo tampoco. Acaso estar juntos fue un error, pero separarnos es la mayor de las equivocaciones. Puede que suene masoquista, pero no me importaría sufrir para tenerte de vuelta.

Pongo punto final a la carta esperando que no sea el punto final de todo. Levanto la mirada hacia el mar, tan tranquilo que hace pensar que todo alrededor está bien, aunque el mundo se esté derrumbando. Supongo que es lo que tiene Lloret de Mar, hace que te distraigas, aunque solo sea un instante.

No siempre es un túnel, por Brenda Nievas

camina aiguaLa gente dice que cuando estamos apunto de morir vemos un túnel con una fuerte luz blanca al final, pero no todos los casos son así, como el de un buen conocido mío.  Él es buceador y ha viajado por todo el mundo para realizar su sueño de infancia, bucear por todos los mares.
Una mañana buceando en las aguas de Hawaii se encontró de frente con un grupo de tiburones. Esa mañana había salido solo, algo que era muy raro en él.
Lamentablemente paso lo inevitable: fue atacado por uno de los tiburones. Le mordió un brazo y al momento se lo arrancó, por suerte le pudo dar con él pie en las branquias consiguiendo que el tiburón huyera.
Él estaba muy aturdido y asustado, no paraba de ver sangre. Consiguió llegar a la orilla poco tiempo después de lo sucedido, quedando a la vez inconsciente. Mas tarde se despertó en la habitación del hospital. Un grupo de personas lo encontraron y llevaron rápidamente al hospital. Unos meses después pudo ir a casa. Allí le estaba esperando mi abuelo, que al enterarse de lo sucedido, cogió un avión a Hawai sin pensarlo. Al día siguiente pude hablar con él por teléfono y me explicó lo que vio el día del accidente, antes de despertar en el hospital.  Él estaba sentado en la orilla del mar de nuestro pueblo Lloret de mar, en el sitio donde de pequeño se prometió viajar por todo e mundo para bucear por todos los mares. También me dijo que el mar estaba muy manso, que casi parecía que podías caminar en él, y de fondo el atardecer. Me contó que al poco rato se levantó y se fue hacia el sol y sin darse cuenta estaba caminando encima del mar.  Se mojaba  los pies pero no le importaba, él seguía caminando hacia él sol.  Cuando estaba apunto de llegar al sol, se giro y vio a toda su familia, mirando con los ojos llorosos, saludando con la mano bien alta.  Sin pensarlo, se dio la vuelta y se dirigió corriendo hacia ellos llorando.  Cuando estaba apunto de alcanzarles se despertó en el hospital. Ahí se dio cuenta de que no todas las personas, cuando están apunto de morir ven un túnel, sino los lugares donde se siente seguras o tienen un bonito recuerdo.
Esa persona es mi tío Abel todo sucedió hace unos años atrás, pero ahora vive de lo mas normal aunque le falta una mano y sigue buceando aunque ya a finalizado su sueño, explicándome esta historia que les contaré a mis hijos, y ellos a los suyos.
    ¿I vosotros como imagináis vuestro “túnel”?
BRENDA NIEVAS, 4B1

Primer amor, por Laura Sillero

camerero1Hace mucho tiempo, cuando yo aún era un joven estudiante, durante los veranos trabajaba en la playa. Ayudaba a mi padre con su restaurante, atrayendo a los posibles clientes que pasaban por la zona para así ayudar a mantener estable el negocio. Algo que realmente me gustaba, ya que siempre hacía algún que otro amigo.

Gracias a ello, pude aprender varios idiomas, no al completo, pero sí lo suficiente como para defenderme en una determinada situación. Un día yendo de camino a mi casa después de un caluroso día de trabajo, me topé con una joven señorita, la cual parecía algo perdida. Sin pensar mucho en la situación, me dirigí a ella para preguntarle sobre su situación, si se encontraba bien. No parecía entender lo que intentaba decirle, así que probé a hablarle en inglés, pero la única reacción que obtuve de su parte fue una mueca de incomprensión.

Estuve alrededor de dos horas comunicándome con ella, si se le puede llamar así, a través de gestos y pesar de que no hablábamos el mismo idioma, hubo una conexión entre ella y yo la cual no me sería posible describir. Después de ese día nos estuvimos viendo durante una semana en frente de la dona marinera, para dar un paseo por las calles de Lloret y disfrutar del sol en la playa. Transcurrido este corto periodo de tiempo, la muchacha se fue.

Nos vimos una última vez en la playa, allí los dos nos despedimos. Recuerdo escabullirme del trabajo solo para despedirme de ella, fue un día muy triste, pues aparte de que me llevé una bronca, me despedí del que posiblemente fuera mi primer amor.

LAURA SILLERO, 4A3

La botella, por Sílvia Delgado

Érase una vez un poeta que, entre verso y verso, había perdido la inspiración.

Entre la multitud, había estado buscando inspiración, una mujer quizás, una musa que hiciera florecer sus sentimientos ahora ocultos. Obsesionado al ver su cuaderno en blanco, decidió ir a la taberna del pueblo y relajarse con unos tragos. Durante la noche, el poeta y el tabernero entablaron una conversación; no muy larga, ya que el poeta decidió que ahogar sus penas en alcohol no era la solución.

sirena 1Al día siguiente, salió a dar un paseo y, sin darse cuenta, llegó a un sendero que jamás había visto. Era un lugar maravilloso. Quería seguir adentrándose en él, pero oscureció y, finalmente, regresó a su humilde hogar. Aquella misma noche tuvo un buen presentimiento que le hizo coger un candil e investigar la zona. El camino le llevó hasta una cala llamada Els Frares y, sin pensarlo, cogió una barca y empezó a navegar utilizando la luz de la luna como brújula. Inesperadamente, una niebla le impedía ver más allá de su barca; pero, en la distancia, vio una silueta. El poeta, intrigado por descubrir aquella figura oculta por la brisa marina, poco a poco se fue acercando hasta que vio que no era una persona, sino una sirena. Pero no una sirena cualquiera, sino la más bella sirena de los mares. Antes de que esta le pudiera ver y, probablemente, saliera huyendo por miedo a ser descubierta, decidió marcharse.

Desde aquella noche, al poeta, le fue casi imposible dormir; solo podía pensar en la belleza de aquella bella dama. Tras noches de insomnio, decidió que, a partir de ese momento, la sirena sería su musa y que cada noche la visitaría a escondidas y le escribiría un poema.

Y así fue hasta que llegó la noche más especial del año, iluminada por bengalas y fuegos artificiales: San Juan. Aquella noche, el poeta metió una rosa y los poemas escritos en una botella de cristal y la lanzó al mar con la esperanza de que la bella sirena los recibiera.

SÍLVIA DELGADO, 4B1

El mar que nunca olvidaré, por Miguel Sances

avi netComo cada verano, fui a casa de mis abuelos. Ellos vivían en Lloret de mar, un pueblo de la Costa Brava.

Su piso era muy pequeño; pero, a la vez, muy acogedor. Lo que más me gustaba de ese piso era que tenía vistas directas al mar. Cada vez que miraba esa inmensa extensión de agua, tan clara, de un azul tan intenso, siempre me relajaba y me inspiraba una gran tranquilidad.

Cada vez que veía las gaviotas revolotear sobre el mar en busca de alimento, soñaba con poder convertirme en una de ellas, para poder ver ese magnífico mar desde una perspectiva desde la que poder apreciar toda su belleza, y para poder ser libre y volar hacia otro lugar, donde poder contemplar otros mares que roben mi corazón, como ya robó en su momento el mar de Lloret.

Hasta cuando el mar está revuelto, me parece algo maravilloso. Mis abuelos siempre me dicen que no me acerque a la playa los días que haya temporal marítimo, pero yo no les hago mucho caso, ya que, a mí, no me gustaría desperdiciar una oportunidad para ver la naturaleza en su máximo esplendor.

Cada día, espero impaciente que llegue el alba, para poder ver ese magnífico momento, cuando el sol se esconde a través de un horizonte, el cual nadie puede alcanzar.

Disfruto de todos estos momentos, hasta que llega el trágico día en que tengo que volver a mi casa, la cual, comparada con el piso de mis abuelos, no vale para nada.

El piso de mis abuelos podrá ser pequeño; pero, cada año, espero impaciente volver a ver ese hermoso mar, el cual nunca olvidaré.

Miguel Sances, 4A1  

Un último adiós, por Clara Limeres

avi aiguaSoñé que nadaba en el mar, un mar tan azul y cristalino que reflejaba los rayos del sol. Desde allí se veía el castillo en lo alto de un acantilado y las palmeras a lo largo del paseo. Yo estaba feliz y todo lo que sentía era paz y tranquilidad. Llegué hasta la orilla y allí estabas tú, abuelo, esperándome con una sonrisa en la cara. Me acerqué a ti y me diste un abrazo. Tu presencia me transmitía confianza y me hacía sentir mejor. Pero, de pronto, el cielo se volvió gris y el agua más fría y oscura. Las olas chocaban contra las rocas y el viento arrastraba todo lo que encontraba. El miedo se empezó a apoderar de mí. Una gota cayó en mi mejilla. Me giré y ya no estabas tú. Intenté con todas mis fuerzas abrir los ojos hasta que pude ver mi habitación. Me levanté como pude y me dirigí hacia el salón. Mamá estaba llorando. Entonces entendí que te habías ido de verdad. Solo espero que algún día, cuando vaya al mar, allí estés tú, esperándome en la orilla, para darme un último abrazo.

CLARA LIMERES, 4A1

La relación del mar, por Isiaka Sumareh

noia marEn una cálida tarde en Lloret de mar, se encontraba aquella muchacha de ojos azules que a Juan tanto le chiflaba, aquella muchacha que siempre se encontraba en la orilla del mar y a la que el reflejo de las aguas cristalinas hacían más bella, aquella muchacha de pelo moreno y sedoso  y que siempre estaba acompañada de una sonrisa inmensa y bondadosa que parecía que atraía a las olas.

Juan estaba dispuesto a declarar su amor aunque sabía que le iba a costar lo suyo ya que él era un chico tímido y ella tenía toda la pinta de ser muy abierta, pero no quería arriesgarse a perderla. Se acercó lentamente,  paso a paso, en ese momento sentía como el corazón le salía del pecho y se caía en la arena. cada vez quedaba menos, hasta que escuchó un sollozo. Miró a la muchacha, que estaba de espalda y le dijo: Hola; la muchacha se giró mientras se estaba secando las lágrimas y le contestó con voz temblorosa: Hola. Juan sabía que le pasaba algo y sin pensárselo dos veces le preguntó: ¿Te pasa alguna cosa?; la muchacha le dijo que no le pasaba nada, pero Juan insistió hasta que la muchacha empezó a mover esos preciosos labios de fresa. –Soy nueva aquí y no conozco mucho este pueblo , este mar es lo único que me gusta, pero estoy viendo que la gente lo ensucia ¿Es que a la gente no le gusta la naturaleza?

Juan la miró a los ojos y le dijo: A mí también me encanta este mar, paso la mayoría de tiempo aquí, tengo muchos recuerdos bonitos en este lugar recuerdos que se van borrando por la mancha que los humanos dejamos aquí. Enseguida los dos se hicieron amigos y fundaron una asociación contra la contaminación. No consiguiron gran cosa, pero lograron conseguir una relación a la que les gusta llamar “La relación del mar”.

ISIAKA SUMAREH, 4A2

Trocito de cielo, por Luciana López

Me encontraba tomando algo y relajándome en el restaurante Cala Banys, que le da el nombre a uno de los mejores lugares de todo el mundo, o al menos del mío, la Cala Banys, de Lloret de Mar.

Mientras pedía algo para acompañar los tragos, salí a la terraza para darle unas caladas a mi cigarro haciendo malabares con el mechero, el cigarro y mi sombrero negro de ante. Veía al camarero dirigiéndose a mi mesa y me apuré en acabar lo mismo que me había apurado en salir. La cálida sonrisa del camarero me acompañó a sentarme y empecé a comer aquel filete tan tierno que parecía de algodón. Levanté la vista de mi plato para coger una servilleta, me limpié la boca y otra servilleta manchada con mi pintalabios favorito. nena rocaMiré hacia la derecha y, a través de aquel espejo que me separaba del maravilloso paisaje, vi a una niña sentada en una roca rodeada de palmeras y otros tipos de plantas. Estaba de espaldas y vestía un conjunto verde parecido al verde de las hojas que empiezan a florecer con la llegada de la primavera. Lo pasé por alto y seguí degustando aquel delicioso plato, pero la niña seguía ahí, sola. Dejé lo que estaba haciendo para dirigirme a aquella chiquilla de pelo rubio peinado con una trenza.

-¿Qué te pasa, bonita? -le pregunté intrigada cuando me di cuenta de que estaba llorando pese a tener las manos tapando su rostro.

No recibí respuesta de su parte, y lo único que se me ocurrió hacer fue sentarme junto a ella.

-Aquella sirena ha cogido la botella donde le había escrito una carta a mamá -dijo medio sollozando, mientras retiraba las manos de su rostro lleno de pecas parecidas a los granitos de arena.

Llevaba unos anteojos con el marco azul, haciendo conjunto con sus ojos, aquellos ojos que, con sus lagrimas, parecía que hubiesen llenado el mar por si solos, acompañados de pestañas negras y largas como las púas de los erizos de mar. En realidad me pareció una locura lo de la sirena pero todos habíamos sido niños alguna vez.

-¿Y por qué no se la has dado a tu mamá directamente?

-Me han dicho que está en el cielo -me cambió la cara por completo -, pero no sé cómo llegar y mamá me decía que esta cala siempre sería nuestro trocito de cielo. Aunque siempre que vengo nunca está, y, como nunca está, pensé dejarle una carta, pero ya te he dicho que la sirena se la ha llevado…- y bajó la mirada.

Acabó de hablar, pero no de llorar, no sabía qué decirle ni cómo, así que supuse que sería mejor que el silencio se adueñara de la situación.

LUCIANA LÓPEZ, 4A2

A(mar), por Natalia García

dona marinera lloret de marHe vuelto a caer en el vicio insano de pensar en ti, de volver a aquel mirador que fue testigo de todas nuestras huidas. El mar y su vaivén de olas me recuerda a nosotros, que siempre fuimos de idas y venidas y de echar sal en la herida. Ya ni rastro queda de todas las promesas que nos hicimos atando aquel candado con nuestros nombres inscritos al filo de la barandilla y echando a perder la llave en las aguas cristalinas. Creímos que nuestro para siempre se cumpliría. Mientras la brisa me acaricia el rostro y enreda, juguetona, mi pelo, miro hacia los lados con la esperanza de verte aparecer, pero la soledad en la que me encuentro me lo dice todo. Lo único que puedo observar es la estatua de una mujer. Cuenta la leyenda que ella también se quedó a la espera de ver regresar a su amor. Me pregunto cuánto tiempo le llevó, cuanto tiempo me llevará a mi dejar de esperar algo que sé que no va a volver. ¿Cuántas veces habré de recordarte, cuántas habré de pensarte, antes de olvidarte?

NATALIA GARCÍA GARCÍA, 4A2

Memoria de un naufragio emocional, por Marta Quellos

Desciendo hasta la playa, donde las olas me lamen los pies fríamente. El cielo está gris, nublado, acorde con mi estado de ánimo y el motivo que me ha traído hasta aquí, a principios del frío noviembre.

Observo el castillo que queda a mi izquierda y me invita a imaginar historias fantásticas de dragones, príncipes y princesas. Si dirijo mi atención al lado opuesto veo una estatua de una chica de la que se dice que, en su momento, esperó un milagro proveniente del mar azul, tal vez igual que estoy haciendo yo.

El viento me enreda el pelo, humedecido por el clima y por las gotitas que levantan el vuelo de la superficie marina hasta mí. Es frío. Me atraviesa la camisa y los tejanos, dejándome calada hasta los huesos. Lágrimas pequeñas, tímidas como si tuvieran miedo a salir, se atreven a dibujar regueros por mi rostro.

Contemplar el mar tal y como tú y yo solíamos hacer me inunda la mente de recuerdos que se me clavan como punzones y me hieren como balas perdidas que, sin embargo, aciertan en mi corazón; porque esto no debería haber acabado así, porque nunca deberíamos haber dejado de ser un “nosotros” para volver a ser un triste “tú y yo”.

Una gota se deja caer en mi cabeza. Luego otra y otra. A mis espaldas, el paseo se vacía a medida que la lluvia baña las calles. Sin apenas apercibirlo al principio, un torrente de emociones me inunda y doy rienda suelta al llanto. Los sollozos sacuden mi cuerpo, la vista se me vuelve borrosa y mis rodillas se hunden en la arena húmeda. Decido sacarlo todo porque es imposible contener tanta agonía mientras reparas pieza a pieza el corazón que te ha sido roto.

Una vez vacía, me siento y contemplo cómo el mar ruge, enfadado con todo y con nada, y, por primera vez, soy consciente que, aunque sé que lo que fuimos se deshará de manera lenta, imperceptible, tal vez sí sea cierto que la vida sigue si luchas para que siga. Como el mar, que salta, ríe, duerme, ruge y aquí permanece, testigo de derrotas y de victorias olvidadas o mantenidas en secreto.

MARTA QUELLOS, 4A3