En la playa, dibujo sobre el lienzo de la desgracia el rostro de la felicidad, oculto mi cabeza, quiero ahogarme en mi pena. No hay peor dolor que tenerte tan cerca y no poder alcanzarte. Todo lo que quiero en el mundo es tan solo seguir hablando contigo. Quiero saber cómo es tu día, dónde te apetece comer… Quiero discutir contigo y quiero oír todas tus teorías, incluso aquellas que estén completamente equivocadas. Quiero que sepas que, si eres de las que creen en el destino, el nuestro está escrito; si eres más de las que creen en las coincidencias, te diré que eres la casualidad más hermosa que he podido tener. Parece ilógico que las personas que más amamos sean las más capaces de herirnos profundamente, que la única forma que puede hacernos sentir verdaderamente vivos sea darle a otra persona el poder de destruirnos. He estado enamorado de ti como lo sigo estando, y es un dolor que no le deseo a nadie. Lo que me rompió el corazón no fueron todas las discusiones que tuvimos, sino el adiós. No hay nada más triste , un hasta nunca tiene su límite en la negación , pero a un adiós lo define su indefinición. ¿Ha de existir un hasta cuando… o un hasta que…? Sin ti, nada es igual; pero, contigo, nada sería lo mismo tampoco. Acaso estar juntos fue un error, pero separarnos es la mayor de las equivocaciones. Puede que suene masoquista, pero no me importaría sufrir para tenerte de vuelta.
Pongo punto final a la carta esperando que no sea el punto final de todo. Levanto la mirada hacia el mar, tan tranquilo que hace pensar que todo alrededor está bien, aunque el mundo se esté derrumbando. Supongo que es lo que tiene Lloret de Mar, hace que te distraigas, aunque solo sea un instante.
La gente dice que cuando estamos apunto de morir vemos un túnel con una fuerte luz blanca al final, pero no todos los casos son así, como el de un buen conocido mío. Él es buceador y ha viajado por todo el mundo para realizar su sueño de infancia, bucear por todos los mares.
Hace mucho tiempo, cuando yo aún era un joven estudiante, durante los veranos trabajaba en la playa. Ayudaba a mi padre con su restaurante, atrayendo a los posibles clientes que pasaban por la zona para así ayudar a mantener estable el negocio. Algo que realmente me gustaba, ya que siempre hacía algún que otro amigo.
Al día siguiente, salió a dar un paseo y, sin darse cuenta, llegó a un sendero que jamás había visto. Era un lugar maravilloso. Quería seguir adentrándose en él, pero oscureció y, finalmente, regresó a su humilde hogar. Aquella misma noche tuvo un buen presentimiento que le hizo coger un candil e investigar la zona. El camino le llevó hasta una cala llamada Els Frares y, sin pensarlo, cogió una barca y empezó a navegar utilizando la luz de la luna como brújula. Inesperadamente, una niebla le impedía ver más allá de su barca; pero, en la distancia, vio una silueta. El poeta, intrigado por descubrir aquella figura oculta por la brisa marina, poco a poco se fue acercando hasta que vio que no era una persona, sino una sirena. Pero no una sirena cualquiera, sino la más bella sirena de los mares. Antes de que esta le pudiera ver y, probablemente, saliera huyendo por miedo a ser descubierta, decidió marcharse.
Como cada verano, fui a casa de mis abuelos. Ellos vivían en Lloret de mar, un pueblo de la Costa Brava.
Soñé que nadaba en el mar, un mar tan azul y cristalino que reflejaba los rayos del sol. Desde allí se veía el castillo en lo alto de un acantilado y las palmeras a lo largo del paseo. Yo estaba feliz y todo lo que sentía era paz y tranquilidad. Llegué hasta la orilla y allí estabas tú, abuelo, esperándome con una sonrisa en la cara. Me acerqué a ti y me diste un abrazo. Tu presencia me transmitía confianza y me hacía sentir mejor. Pero, de pronto, el cielo se volvió gris y el agua más fría y oscura. Las olas chocaban contra las rocas y el viento arrastraba todo lo que encontraba. El miedo se empezó a apoderar de mí. Una gota cayó en mi mejilla. Me giré y ya no estabas tú. Intenté con todas mis fuerzas abrir los ojos hasta que pude ver mi habitación. Me levanté como pude y me dirigí hacia el salón. Mamá estaba llorando. Entonces entendí que te habías ido de verdad. Solo espero que algún día, cuando vaya al mar, allí estés tú, esperándome en la orilla, para darme un último abrazo.
En una cálida tarde en Lloret de mar, se encontraba aquella muchacha de ojos azules que a Juan tanto le chiflaba, aquella muchacha que siempre se encontraba en la orilla del mar y a la que el reflejo de las aguas cristalinas hacían más bella, aquella muchacha de pelo moreno y sedoso y que siempre estaba acompañada de una sonrisa inmensa y bondadosa que parecía que atraía a las olas.
Miré hacia la derecha y, a través de aquel espejo que me separaba del maravilloso paisaje, vi a una niña sentada en una roca rodeada de palmeras y otros tipos de plantas. Estaba de espaldas y vestía un conjunto verde parecido al verde de las hojas que empiezan a florecer con la llegada de la primavera. Lo pasé por alto y seguí degustando aquel delicioso plato, pero la niña seguía ahí, sola. Dejé lo que estaba haciendo para dirigirme a aquella chiquilla de pelo rubio peinado con una trenza.
He vuelto a caer en el vicio insano de pensar en ti, de volver a aquel mirador que fue testigo de todas nuestras huidas. El mar y su vaivén de olas me recuerda a nosotros, que siempre fuimos de idas y venidas y de echar sal en la herida. Ya ni rastro queda de todas las promesas que nos hicimos atando aquel candado con nuestros nombres inscritos al filo de la barandilla y echando a perder la llave en las aguas cristalinas. Creímos que nuestro para siempre se cumpliría. Mientras la brisa me acaricia el rostro y enreda, juguetona, mi pelo, miro hacia los lados con la esperanza de verte aparecer, pero la soledad en la que me encuentro me lo dice todo. Lo único que puedo observar es la estatua de una mujer. Cuenta la leyenda que ella también se quedó a la espera de ver regresar a su amor. Me pregunto cuánto tiempo le llevó, cuanto tiempo me llevará a mi dejar de esperar algo que sé que no va a volver. ¿Cuántas veces habré de recordarte, cuántas habré de pensarte, antes de olvidarte?