Noche oscura del alma
(San Juan de la Cruz)
En una noche escura,
con ansias en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.
A escuras y segura
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a escuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche, que guiaste;
oh noche amable más que el alborada;
oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada, con el Amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire del almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado;
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
VOCABULARIO
escura: Oscura.
en celada: a escondidas
aquesta: esta.
más cierto: con más seguridad.
alborada: amanecer
ventalle: abanico.
suspendía: embelesaba
cuidado: preocupación
LOCALIZACIÓN
Poema Noche oscura del alma. Su autor es San Juan de la Cruz (1542- 1591).
“Noche escura del alma”, junto con “Cántico espiritual” y “Llama de amor viva” constituyen las tres obras poéticas más importantes de la poesía mística, en la que se nos muestra la ascensión del alma hasta su unión mística con Dios. La literatura mística se desarrolló en España en la segunda mitad del siglo XVI.
ESTRUCTURA
Estructura externa
Métricamente el poema está formado por ocho liras. La lira es una estrofa de origen italiano traída a España por Garcilaso de la Vega en su canción “A la flor de Gnido”. Esta estrofa consta de dos endecasílabos (el segundo y quinto versos) y tres heptasílabos: su rima es consonante y las rimas se distribuyen: 7a 11B 7a 7b 11B.
Estructura interna
Para determinar la estructura interna de este poema hay que saber que en él se desarrollan las tres vías o caminos que tiene que recorrer el Alma hasta la unión mística con Dios. Estas vías se conocen con el nombre de vía purgativa, vía iluminativa y vía unitiva.
– En la vía purgativa el Alma se libera poco a poco de sus pasiones y purifica de sus pecados;
– en la vía iluminativa el Alma se ilumina con la consideración de los bienes eternos y de la pasión y redención de Cristo;
– finalmente, mediante la vía unitiva el Alma alcanza la unión con Dios, según el modo definido por San Juan de la Cruz como «matrimonio espiritual».
Los escritores místicos para poder expresar esta unión espiritual se valen de imágenes tomadas del amor humano. El amor humano es, pues, la manera de la que se valen los místicos para explicar el amor divino: el Alma será la Esposa o Amada y Cristo el Esposo o Amado.
El poema se estructura en las siguientes partes:
- a) Corresponde a la vía purgativa. La amada (el Alma) busca a Dios en medio de la noche y en secreto (las primeras estrofas, versos 1-10). Sólo hay un verbo principal (salí) que aparece en pretérito perfecto simple.
- b) Se centra en la vía iluminativa. El Alma es iluminada por la luz de la fe y esta luz le permite ir ascendiendo en su camino hacia Dios (estrofas tercera y cuarta, versos 11–20). Las formas verbales aparecen en pretérito imperfecto de indicativo para describirnos el estado del alma.
- c) El Alma prorrumpe en exclamaciones, para agradecer a la noche que le haya permitido conducirla hasta la unión con el Amado. Formalmente aparecen oraciones exclamativas que corresponden a la función expresiva del lenguaje (estrofa quinta, versos 21–25).
- d) Se alcanza a vía unitiva. El Alma se une definitivamente con Dios (estrofas sexta, séptima y octava, versos 26—40). Formalmente hay un agolpamiento de verbos en contraste con las estrofas anteriores, aunque aquí no indican acción sino más bien abandono, sensación que viene reforzado por el uso de pronombres enclíticos (quedéme, olvídeme, dejéme)
ARGUMENTO
La Amada (el Alma) una vez que ha dejado sosegada su casa (mediante la purgación de las pasiones y pecados) se eleva hacia Dios en medio de la noche de los sentidos y recibe una luz especial que le facilita el camino hasta llegar a la unión íntima con el Amado (Cristo).
TEMA
La unión mística del alma con Cristo.
ESTUDIO DE LA FORMA Y CONTENIDO
Lo primero que nos encontramos al analizar el texto es con el símbolo de la noche. Los escritores místicos se valen de símbolos para poder comunicar sus experiencias. En la primera estrofa noche simboliza los diversos sacrificios: y purgaciones que ha de llevar a cabo el alma para alcanzar la perfección que le permita elevarse hacia Dios. De esta manera el alma se aleja de las tentaciones mundanas (estando ya mi casa sosegada) y se prepara el encuentro con Dios (¡oh dichosa ventura!) A través del epíteto escura, que se repite en el texto con diversas variantes (A escuras y segura, a escuras y encelada) insiste el poeta en la idea de la oscuridad de los sentidos que ha de ser previa a la ascensión del alma.
Por otra parte, la oscuridad favorece la idea de secreto (recordemos que la palabra mística significa «sabiduría secreta») que también se repite varias veces en las tres primeras estrofas:
-por la secreta escala disfrazada
-a escuras y encelada.
-en secreto que nadie me veía.
En el v.6 nos encontramos también con una paradoja —otro recurso místico para poder expresar lo inefable de esta poesía—: a escuras y segura. La oscuridad normal nos hace caminar inseguros, pero esta oscuridad en el sentido explicado más arriba sí permite al alma elevarse con seguridad hacia Dios.
El alma, pues, avanza segura y encuentra una luz especial que hace que se transforme la “noche oscura” en “noche dichosa”; que propicia el encuentro con el Amado, a quien se alude mediante una perífrasis (sin decir su nombre):
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
La estrofa quinta es toda ella una pura exclamación afectiva. Mediante el paralelismo sintáctico: ¡oh ,noche que guiaste / oh noche que juntaste… y la repetición anafórica de noche, el alma exalta los valores positivos de ésta: noche guiadora, noche amable, noche que junta a los amantes.
A partir de la sexta estrofa ya comienza la vía unitiva. En ella, mediante el polisíndeton se agolpan las acciones agradables, tomadas del amor profano: y yo le regalaba / y el ventalle de cedros aire daba. Mediante la metáfora, el poeta identifica el aire que mueve las hojas de los cedros con un abanico que refresca a los amantes. En la estrofa séptima hay un cambio de escenario: ahora el lugar de encuentro de los amantes es las almenas de un castillo, por donde también pasa el aire. Es en esta estrofa donde se produce el denominado éxtasis místico: y todos mis sentidos suspendía.
En la última estrofa se alcanza el clímax del poema: el Alma se une definitivamente al Amado y descansa del largo camino que ha tenido que recorrer. Mediante la aliteración del sonido /m/ se intenta cargar de afectividad y amor esta escena:
Quedéme y olvidéme;
el rostro recliné sobre el Amado
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
Por último, aludiremos a los recursos que vertebran y confieren unidad al poema. Estos recursos se basan en la repetición, que se da en todos los componentes de la lengua. En la primera parte del poema todos los significados parecen repetirse de lira en lira. Se repite la idea de noche, la idea de salida nocturna y la idea de secreto. También se repiten frases enteras a modo de estribillo:
¡Oh dichosa ventura! (estrofas 1 y 2)
A oscuras… (estrofa 2)
Oh noche… (estrofa 5)
Amado con Amada… Amada en el Amado (estrofa 5)
Se repiten ciertos fonemas para sugerir la idea que pretende comunicar. Así, la aliteración de /s/ en el estribillo: estando ya mi casa sosegada que nos sugiere la idea de silencio y soledad expresada en las correspondientes estrofas. Y lo mismo ocurre con la aliteración de /m/ en la última estrofa.
CONCLUSIÓN
El poema que acabamos de comentar es típico de la poesía mística de San Juan de la Cruz. Mediante repeticiones y elementos intensificadores de todo tipo, la estructura perfecta del poema e imágenes tomadas del amor humano, el poeta ha logrado transmitirnos las sensaciones que el Alma experimenta en su camino ascendente hasta alcanzar la unión mística con Dios.
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COMENTARIO
LLAMA DE AMOR VIVA – SAN JUAN DE LA CRUZ
Canción primera:
¡Oh llama de amor viva
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva
acaba ya si quieres,
¡rompe la tela de este dulce encuentro!
El alma se siente herida en su más profundo centro por esa “llama de amor viva”. El “centro” es la parte más íntima del alma y es donde se produce la unión con la divinidad. La “llama” no es sino el Espíritu Santo. Según podemos leer en la Biblia, en Hechos de los apóstoles 2, 3-4: “Aparecieron, como divididas, lenguas de fuego, que se posaron sobre cada uno de ellos, quedando todos llenos del Espíritu Santo”. Así, en S. Juan de la Cruz, esas “lenguas de fuego” serán “llama de amor viva”.
Se siente tan unida su alma a Dios, que esta llama, esta herida, ya no es “esquiva”. Ésta es una expresión que es utilizada en esta época con el valor de “atormentadora, penosa, aflictiva”. Por ejemplo, podemos leer en el “Canto de Poliphemo a la linda Galatea” de Cristóbal de Castillejo: “Porque vivo / me quemo, y el fuego esquivo / que me abrasa y atormenta / más hierve y más se acrescienta / con la injuria que rescibo”.
El “acaba” del quinto verso está referido al último final, a la muerte. Y este sentido lo deducimos del siguiente verso: “¡rompe la tela de este dulce encuentro!”, en donde “tela” sugiere el límite entre la vida y la muerte, la separación entre los dos mundos. Siente esta separación tan pequeña entre la vida y la muerte al encontrarse ya muy cerca de esa “bienaventuranza final” que según el Cristianismo sólo es posible tras la muerte. De ahí que le pida con impaciencia que rompa ya esa “tela”, esa vida mortal, a cambio de poder disfrutar de ese “dulce encuentro”. No quiere esperar a que la enfermedad o el pasar de los años acaben con esta vida de una forma natural, sino que el ímpetu, la fuerza de esa “llama” la lleva a pedir que esta vida se acabe cuanto antes. Está suplicando morir de amor.
El “¡Oh llama de amor viva” encierra toda una concepción del alma y del amor. De un alma que tiene como esposo al Espíritu Santo, que es sentido no sólo como un fuego que consume al alma y que la transforma en suave amor, sino que es también un fuego que prende desde el interior del alma, es un fuego que arde en ella y que echa llama en ella. Si estas imágenes las transportamos al símil de la madera y el fuego, podemos decir que el alma es como un madero en llamas y que los actos, las acciones del alma tienen como fruto esa llama, ese fuego de amor. Pero el alma se siente tan llena de esa llama de amor que no puede realizar nada por sí misma, sino que es ese fuego, el Espíritu Santo quien lo hace todo y quien la mueve a actuar. La condición de “viva” no es resaltada aquí porque no siempre sea viva, sino porque la llama hace al alma vivir en Dios, sentirse en Dios, sentir la vida de Dios, esto es, la vida divina, puede saborear la vida eterna, y es únicamente entonces cuando se siente auténticamente “viva”. Algo similar podemos leer en la Biblia, en Salmos 83, 3, cuando el rey David exclama: “Mi alma ha suspirado hasta desfallecer por los atrios de Yavé; / mi corazón y mi carne saltan de júbilo por el Dios vivo”.
Aquí el amor es concebido como la inclinación, fuerza y virtud del alma que tiende a ir hacia Dios. Es así que sólo mediante este amor puede el alma unirse con Dios. Sin embargo, podemos preguntarnos cómo puede producir dolor, cómo esa “llama” puede “herir” el alma, tratándose de un alma donde ya no hay nada que herir, pues está ya toda como cauterizada por ese fuego de amor. Debemos pensar entonces que el alma se encuentra todavía en un proceso de purificación, pues antes de que el divino fuego de amor se introduzca y se una completamente al alma, ésta debe ser purgada y purificada hasta llegar a ser perfecta, y ésta sería la tarea del Espíritu Santo en cada alma.
Canción segunda:
¡Oh cauterio süave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida has trocado.
“Cauterio” es definido por Covarrubias como: “remedio riguroso de que usan los cirujanos, quemando y abriendo las partes apostemadas y otras llagas con hierros ardiendo, pero también tómase por la herida que hace y por el mismo instrumento, que es un hierro”. En el comienzo de esta canción segunda nos encontramos pues con un oxímoron, al acompañar a este “cauterio” del adjetivo “süave”, siendo términos cuyo sentido se contrapone. Este recurso es muy utilizado en todo el poema, y otros ejemplos son: “tiernamente hieres”, “regalada llaga”.
Una vez despejadas las dudas sobre el significado de “cauterio”, podemos observar como en esta canción se establecen como tres agentes que provocan cada uno su efecto. Así nos encontramos con un “cauterio süave”, una “mano blanda” y un “toque delicado” y sus respectivas acciones: “regalada llaga”, “a vida eterna sabe” y “toda deuda paga”.
Esta pormenorización en tres elementos de esa “llama de amor” que ha centrado la atención de la primera canción, nos lleva a pensar en las tres personas de la Santísima Trinidad de la tradición católica, que afirma la creencia en tres personas que conforman un único Dios. Estas personas son el Padre que crea, el Hijo que salva y el Espíritu que santifica. En el caso de nuestro poema, las tres personas divinas intervienen en esa unión del alma con Dios.
Así pues, el “cauterio süave” sería el Espíritu Santo, que provocaría en ella una “regalada llama”. “Regalada” significa aquí “suave, delicada”. Por otro lado, la “mano blanda” simbolizaría al Padre, que es quien únicamente puede perdonar los pecados, por lo que su efecto en el alma es que “toda deuda paga”. Por último está el “toque delicado” del Hijo que produce gusto, sabor de vida eterna (“que a vida eterna sabe”).
Sin embargo, y para no dar lugar a equívocos en la creencia en un Dios que, aunque en tres personas, es único (creencia monoteísta y no politeísta), el alma se dirige en singular a ese “Todo” al que agradece y alaba por haber transformado su muerte en vida (“Matando, muerte en vida has trocado”). Todas las personas cumplen su función en perfecta unión y por eso que el alma se dirija sólo a un interlocutor y no a varios. Este “matando” hace referencia al paso del hombre viejo al hombre nuevo. Muerte (hombre viejo) que es transformada en vida (hombre nuevo). El viejo sólo es movido por los apetitos naturales y sólo puede amar a las criaturas, sin embargo el hombre nuevo es movido por una voluntad sobrenatural, por una voluntad divina y de ahí que pueda amar y degustar la vida divina. Se afirma así la fe cristiana de que el alma humana, si se deja mover por Dios, puede llegar a participar de su misma vida eterna.
Canción tercera:
¡Oh lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con estraños primores
calor y luz dan junto a su querido!
En esta canción toma protagonismo el elemento de la luz. El alma agradece a su Esposo todos los altos bienes que le ha proporcionado. Una vez se ha dejado iluminar por Él, es cuando puede ser también, en recíproca expresión de amor, calor y luz para su querido, pues antes vivía a ciegas, a oscuras (“las profundas cavernas del sentido, / que estaba oscuro y ciego”).
Las “lámparas de fuego” vienen a ser cada uno de los atributos divinos (omnipotente, misericordioso, bueno, justo, sabio…), cada uno de los cuales es una lámpara que da luz y calor al alma. Es el resplandor de esas lámparas lo que convierte al alma en Dios gracias a la comunicación de esos atributos divinos.
El contraste de oscuridad frente a toda esta luz está expresado por “las profundas cavernas del sentido”. Y estas cavernas son las potencias del alma, que son tres: memoria, entendimiento y voluntad. Son más “profundas” cuanto mayores son los bienes con que son capaces de llenarse, y estos bienes son más que mayores, pues son infinitos. El mayor bien del que puede llenarse el alma es infinito, es Dios. Esas cavernas, esas potencias del alma, cuando se sienten vacías es cuando sienten el mayor deseo de Dios, deseo de sabiduría (potencia del entendimiento), deseo de la perfección en el amor (potencia de la voluntad) y deseo de deshacerse y abandonarse, olvidarse en Dios (potencia de la memoria). El alma las llama “profundas cavernas del sentido” porque es en ellas donde siente profundamente las grandezas de los atributos divinos.
“Estraños”, usado en muchas ocasiones por S. Juan de la Cruz, significa “maravillosos”, “admirables”. Así lo utiliza también en su Cántico espiritual, en cuyos versos 66-70 leemos: “Mi Amado las montañas, / los valles solitarios nemorosos, / las ínsulas estrañas, / los ríos sonorosos, / el silvo de los ayres amorosos,”. Por otro lado, en el último verso de esta tercera canción, la preposición “a” no acompaña a “junto”, sino que tiene valor de marca de objeto indirecto, queriendo expresar el destinatario de ese calor y de esa luz, expresando el a quién o para quién. Por último, también en este mismo verso, “junto” no describe entonces una posición de encontrarse cerca o al lado de, sino que expresa simultaneidad, Así, el alma ofrece calor y luz para su “querido” al mismo tiempo que el “querido” puede ofrecer lo mismo para ella.
Canción cuarta:
¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno
donde secretamente solo moras,
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras!
En este último canto el alma agradece al Esposo dos efectos que produce en ella. Uno, el estar en su seno, en su interior; y el otro, el respirar de Dios en el alma.
“Recuerdas”, en la época en que se escribe el poema, significa “despiertas”, “avivas”. Así es utilizado en el famoso verso de Jorge Manrique en las coplas a su padre: “Recuerde el alma dormida”. El Esposo despierta en su seno con mansedumbre y con amor. Así, el Esposo mora, vive secretamente en su seno, en el interior del alma. Dice el verso: “donde secretamente solo moras”. Es fundamental ese “solo”, pues nos sirve para identificar con seguridad al sujeto del anterior “recuerdas”, por lo que sabemos que no se refiere a la “llama”, sino al “querido” del canto tercero. Por otro lado, “aspirar” tiene aquí el valor de “exhalar”, “soplar”. Es el Esposo que envía al alma su aire, su respiración, llena de bien y de gloria, y esto la enamora delicadamente.
En resumen, hemos recorrido las distintas formas en que el alma se siente unida a Dios y los efectos que en ella provoca. Desde el primer canto, cuando en su centro más profundo sentía esa “llama de amor viva”, suplicándole que rompiese ya la “tela” de esta vida mortal para poder entregarse a gozar de la vida divina; pasando por un “cauterio süave” que la llena de llagas y que transforma esa muerte en vida, en la auténtica vida; deteniéndonos en las “profundas cavernas del sentido”, en las potencias del alma, donde las “lámparas de fuego” dan luz y calor al alma, y el alma a un mismo tiempo da también luz y calor al Esposo; y terminando finalmente por sentir su despertar manso y amoroso en su seno y un respirar lleno de bien y de gloria que le hace exclamar: “¡cuán delicadamente me enamoras!”.
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Tras un amoroso lance
San Juan de la Cruz
Tras de un amoroso lance
y no de esperanza falto
volé tan alto tan alto
que le di a la caza alcance.
Para que yo alcance diese
a aqueste lance divino
tanto volar me convino
que de vista me perdiese
y con todo en este trance
en el vuelo quedé falto
mas el amor fue tan alto
que le di a la caza alcance.
Cuanto más alto subía
deslumbróseme la vista
y la más fuerte conquista
en escuro se hacía
mas, por ser de amor el lance
di un ciego y oscuro salto
y fui tan alto tan alto
que le di a la caza alcance.
Cuanto más alto llegaba
de este lance tan subido
tanto más bajo y rendido
y abatido me hallaba
dije: No habrá quien alcance.
Abatíme tanto tanto
que fui tan alto tan alto
que le di a la caza alcance.
Por una extraña manera
mil vuelos pasé de un vuelo
porque esperanza de cielo
tanto alcanza cuanto espera
esperé solo este lance
y en esperar no fui falto
pues fui tan alto tan alto,
que le di a la caza alcance.
COMENTARIO DEL POEMA
INTRODUCCIÓN
La composición Tras de un amoroso lance, escrita con toda probabilidad en Granada por los años 1584-15857, inmerso en la tradición castellana, sigue la técnica del Cancionero. Se enmarca en una corriente popular y el tema que desarrolla no es otro que el de la «caza de amor», en la que éste es concebido como conquista lograda, y por ello victoriosa, después de una ardua persecución. Dentro de esta caza de amor, en sentido amplio aparece como una vigorosa rama «la caza cetrera de amor».
Es un poema “a lo divino”, o sea, ha sido divinizado. En esto se diferencia de los otros poemas analizados, que ya han sido creación directa de un tema espiritual. En su poemario solo se registran tres composiciones propiamente divinizadas, en las que se ha hecho una transposición por entero, Tras de un amoroso lance. Un Pastorcico y Por toda la hermosura, pertenecientes las tres a una misma época, al período granadino. Bastan estas tres piezas para ver la originalidad de nuestro autor, que aunque aparentemente se suma a la oferta poética de su tiempo, a lo que solían hacer otros escritores religiosos (glosas, divinizaciones), lo hace con muy distinta motivación y resultado, no ya sólo para enfervorizar a sus lectores, sino para transmitir unas experiencias místicas de pureza y genuinidad poco comunes. Y es que en tiempos de Juan de la Cruz había mucha poesía piadosa, pero ningún precedente lírico de mística española, ninguna que expresara operaciones del alma tan recónditas.
TEMA Y ARGUMENTO
Con relación a la temática, la crítica mantiene un consenso unánime al inscribir esta composición poética en la tradición, vertida a lo divino, de la caza cetrera o altanera de amor, en la que el alma, asimilada a un halcón, neblí, gerifalte, etc., se lanza en persecución de la presa divina hasta hacerla suya. No obstante, tal vez sea conveniente matizar que, a pesar de la insistencia en el logro final de la caza, como objetivo gozosamente alcanzado, lo que verdaderamente se desarrollan en los versos son las cualidades, incidencias y vicisitudes del proceso ascensional que lo hicieron posible. Dicho de otro modo, el tema profundo de este poema, es el del vuelo. La imagen del vuelo para simbolizar la elevación moral del alma hacia Dios es una constante de la tradición cristiana (la figura alada de los ángeles). Pero, al mismo tiempo, en San Juan es un símbolo, como otros claves suyos -Noche, Llama, etc.
ESTRUCTURA
Hay que justificar epor qué San Juan utiliza este tipo de composición. Está impregnado del espíritu teresiano (Santa Teresa de Jesús) que favorecía e impulsaba la composición de coplas, romances, villancicos, etc., esto es, temas y metros populares, relacionados con momentos de la vida religiosa o con determinadas festividades.
Esta actividad poética carmelitana, de arranque anónimo y de sentido colectivo, se propagó debido al carácter musical, cantado, de estos versos inspirados en melodías populares. De este modo, se crea una auténtica escuela de poesía cantada carmelitana, que desde la rama femenina se extenderá rápidamente a los conventos de religiosos. Es este ambiente el que favorece y explica la incorporación de elementos de la lírica cancioneril en la obra de San Juan de la Cruz.
ESTRUCTURA INTERNA
El poema, compuesto por versos octosilábicos, consta de un estribillo, y de cuatro estrofas que glosan aspectos del mismo. La inserción reiterativa del cuarto verso -«que le di a la caza alcance»- y parte del tercero -«tan alto, tan alto»- se efectúa de tal manera que quedan incorporados orgánicamente a ellas por el sentido y por la rima.
Tanto el estribillo como las cuatro estrofas tienen el mismo esquema métrico: octosílabos con rima abrazada.
Tras|de un|a|mo|ro|so| lan|ce 8a
y| no| de es|pe|ran|za| fal|to 8b
vo|lé| tan| al|to| tan| al|to 8b
que| le| di a| la| ca|za al|can|ce. 8a
ESTRUCTURA INTERNA
El estribillo se constituye en un compendio que va a ser desglosado en las estrofas.
1ª Estrofa
En la primera se justifica la exigencia del «vuelo». Es una imagen plástica donde se entrevé una dimensión: la verticalidad. No es un desplazamiento rasante, horizontal, paralelo a la superficie terrestre, sino perpendicular a la misma. Ello presupone un decidido e intenso impulso inicial. Se trata, pues, de una empresa apta tan sólo para ánimos valerosos y esforzados, dado que se afronta una verdadera aventura -espiritual- en la que no faltarán riesgos.
En este vuelo sustancial o esencial subyace la contraposición entre vida terrena o terrenal y vida celeste o celestial. Y entre estas dos modalidades hay que optar, pues, son excluyentes entre sí: para obtener uno hay que renunciar, más aún, negar, reducir a la nada su opuesto. Pues bien, la verdadera vida es la aérea («aire»). De ahí su remonte, su fuerte ímpetu ascensional, para intentar llegar al fondo de esa infinitud y gozar de su anchura y soledad. en definitiva, de la libertad de espíritu. Y, así, es posible obtener la caza divina, si ésta se deja coger.
Sin embargo ante un vuelo de tan insondable lejanía, la preparación humana puede quedar corta –falto es el vocablo utilizado–. Ahora bien, el motor que propicia y facilita la ascensión es el amor. Él es la clave de donde arranca el empuje vital necesario e imprescindible para lanzarse a la aventura. En definitiva, el amor es lo que garantizará el éxito final: rendida por el amor, la caza divina se deja cazar.
2ª Estrofa
Se ponen de relieve determinados aspectos inherentes al símbolo del vuelo.
Uno de los símbolos más importantes es el de la Noche. Simboliza el proceso místico que conduce a la unión, pero enfocado en sus virtualidades y características negativas. Esta negatividad se refleja y expresa simbólicamente mediante la oscuridad. La Noche, ya de por sí carente de luz, es calificada de un modo insistente y enfático de oscura. Pues bien, en esta estrofa aparecen concentrados términos pertenecientes al campo semántico de la luz y de su ausencia; unos poéticamente aludidos, como luz o día, otros explícitamente presentes como oscuro, y otros, finalmente, relacionados con la «luz», como vista y sus antónimos, ceguera, ciego, etc.
El vuelo simboliza un proceso espiritual encaminado a la unión mística, es totalmente lógico y coherente con el sistema sanjuanista que, al menos alguna de sus fases o etapas sea oscura. Éstas, una vez superadas, harán que el proceso todo, la Noche, se convierta en amable, que precede al díaà unión mística. Condición del vuelo simbólico es que el movimiento vaya dirigido simultáneamente hacia la altura y hacia la luz.
Dios es la luz por antonomasia para San Juan. Por consiguiente, el que asciende se vuelve más puro, pero también más luminoso, y la meta a que se aspira es transformarse en Dios, esto es, en luz.
Ahora bien, si la aproximación al foco luminoso es excesiva, o demasiado brusca, se produce el deslumbramiento. Así, pues, la ceguera puede provenir de un exceso de luz. Con todo, tanto la ceguera como la oscuridad externa producen el mismo efecto: impedir que se vea con nitidez (ver = «conocer»). Pero, el ímpetu amoroso suple con creces la carencia visual e impulsa poderosamente a lo alto: a dar un salto calificado de ciego y oscuro. Acierta y alcanza la meta –presa– anhelada.
3ª Estrofa
Se describen unos rasgos declaradamente paradójicos de este vuelo. Tal posibilidad le viene dada por el carácter ambivalente que, como todo auténtico símbolo, posee; esto es, la capacidad de englobar y aunar contrarios entre sí. Este hecho es el que explica la abundante presencia de antítesis, muy frecuentes en las obras místicas y en concreto en la de San Juan de la Cruz: fuego tenebroso, noche alumbradora, oscura luz de contemplación, etc., y el que, cuando estas cualidades antitéticas se desarrollen, surjan las formulaciones paradójicas. Por eso se consideran las paradojas características del lenguaje místico, ya que éste, ha de ser simbólico.
4ª Estrofa
La cuarta estrofa es un canto encendido a la esperanza. Pero la esperanza de «cielo». Otra vez, patente, la contraposición, de raigambre medieval, cielo / tierra; vida celestial / vida terrenal, y en la base, la de Creador / criatura. Se percibe vagamente la acción divina en ese vertiginoso final ascendente, extraño a la naturaleza humana. La manera puede aludir al modo de hallarse el alma, que significativamente no vuela, sino que pasa, sobrepasa o supera mil vuelos o etapas progresivas ascendentes. Parece como si el alma fuera levantada o arrebatada a lo alto, lo que nos sitúa en los últimos estadios del proceso místico, en los que en estado de pasividad, se deja actuar por Dios.
El alma no debe hacer nada… salvo esperar. Una espera fundamentada en el amor. Se establece una relación entre alcanzar y esperar. El logro del primer elemento procederá del cumplimiento y acabamiento del segundo. Pero ambos, en este contexto, funcionan como antónimos. Hay una paradoja interna.
Conocemos, porque el propio autor se encarga de hacerlos explícitos, los niveles de intensidad y profundidad de la espera sanjuanista: esperó «sólo este lance». Dicho en otras palabras, su vida estaba proyectada única y exclusivamente hacia esta meta, hacia este fin. El divino lance constituía la finalidad de su existencia, lo único que otorgaba a ésta verdadero sentido. La esperanza es una virtud que tiende sus ejes hacia el futuro. Lo que pretende el santo es sumir al alma en un presente abierto y libre, sin recuerdos del pasado ni preocupaciones por el porvenir, sólo tenso hacia Dios. La apertura hacia el futuro se funda en la esperanza.
Los últimos versos de esta estrofa extraen la consecuencia, que el santo quiere poner de manifiesto y destacar preferentemente a sus hermanos de Orden: la esperanza, si es de realidades celestiales y está teñida de amor, conduce, en una progresión ascendente y sublimadora, a través de escalas y vuelos, a lo más alto, al espacio infinito y luminoso, a la cumbre solitaria del monte, donde, mansamente, en secreto -por fin- se consigue, la caza trascendente para fundirse con ella: «Cuanto más de esperanza tiene (el alma) tanto más de unión con Dios». Y en la unión mística, el alma, que posee ya a Dios, se hará Dios por participación.
CONCLUSIÓN
Se trata de una experiencia contemplativa, autobiográfica y de potente dinamismo (verbos de movimiento, en primera persona y totalmente opuesta al quietismo iluminista), cantada desde la cumbre (la acción está descrita en pretérito, como en el poema de la Noche, desde la paz de una visión total que está por encima de los avatares de la persecución), como un acontecimiento pasado, pero que perdura y es recordado con gran intensidad (la ausencia de adjetivos), condensado por entero en el dinamismo de las virtudes teologales, explícita e implícitamente significadas de esta manera: el amor (amoroso lance), la esperanza (y no de esperanza falto), y la fe (volé tan alto, tan alto), operando y proclamando juntas el éxito logrado (que le di a la caza alcance), la captura de una misteriosa presa de la que tampoco se nos dice su nombre, sólo su condición de ser el supremo objeto del des
