EL BARROCO
El siglo XVII, el siglo del Barroco, es, en general, una época de crisis y decadencia. Aumentan las diferencias entre los distintos estamentos sociales. Los nobles se dedicaban a la política o a las armas, o vivían de las rentas de sus tierras. A menudo, la nobleza se basaba más una cuestión de privilegios y de forma de vida que de riqueza económica, que era solo apariencia, como demuestra la figura del hidalgo (recuerda el que aparece en el Lazarillo). Empeoran las condiciones de vida de los campesinos y artesanos. El ejercicio de trabajos manuales seguía siendo motivo de deshonra (en la literatura de la época abundan los hidalgos o caballeros que prefieren la pobreza antes que trabajar). Había además un fuerte contraste entre el lujo y la ostentación de la corte y la pobreza del pueblo llano.
Las continuas guerras, la mala situación económica, las enfermedades, el hambre, la situación de crisis general conducen a una actitud escéptica, desconfiada y pesimista, en contraste con el optimismo que se había impuesto en la etapa renacentista. Así, no es de extrañar que se tenga una visión muy negativa de la condición humana.
El pesimismo y el desengaño de la mentalidad barroca se manifiestan en la obsesión por la brevedad de la vida y el paso del tiempo. Si el mundo es engaño y falsas apariencias, vivir es «un ir muriendo cada día», en frase de Gracián. En la literatura esto se manifiesta en la constante presencia de temas como la muerte (relacionada con otros temas, incluso con el amor), el sentimiento amoroso vivido de forma desgarradora, el paso del tiempo (se dedican poemas a los relojes de arena, a la rosa que se marchita el mismo día en que florece), la apariencia engañosa de las cosas (la vida es un sueño, el mundo, una comedia; es la famosa teatralización: la vida no es más que una representación teatral, en la que Dios es el autor y los hombres los actores).
En la literatura, para expresar ese distanciamiento de la realidad se recurre a la exageración. Se trata -un reflejo más de la actitud de desengaño- de ocultar o enmascarar la realidad bajo una abundante decoración: el tema, a veces, no es más que un pretexto para lucir las habilidades formales. Más que imitar la naturaleza, lo que se pretende es transformarla (o violentarla) para producir belleza. Esta distorsión de la realidad tiende a subrayar y acentuar los contrastes: por un lado, la deformación grotesca; por otro, la idealización embellecedora. Las cosas se describen no como son realmente sino como son a los ojos del escritor.
El artista y el escritor del barroco buscan la originalidad («<agudeza y arte de ingenio») y, a diferencia de los del Renacimiento, no se someten a modelos o reglas. La lengua literaria del siglo XVII se caracteriza por la complicación en la forma o en el contenido. La dificultad formal es sinónimo de belleza artística; la sencillez es un vicio estético.
En la poesía barroca del siglo XVII conviven dos tendencias: una popular y otra culta.
- a) La corriente popular incluye villancicos y letrillas que glosan canciones de la lírica tradicional castellana o romances que imitan el estilo y los temas de los tradicionales y que constituirán el Romancero nuevo. En estas composiciones, la norma es la claridad en la expresión y la sencillez en el lenguaje. La obra de Lope de Vega (y parte de la de Quevedo y Góngora) está formada por poemas de este estilo.
- b) En la lírica culta sobresalen dos corrientes: el conceptismo y el culteranismo. Ambos constituyen el punto opuesto al equilibrio que pretendía la lengua renacentista, porque lo que intentan es sorprender al lector. Se defiende «la oscuridad para no ser vulgar». Culteranos y conceptistas surgen como reacción contra el uso desgastado de los tópicos renacentistas y persiguen el mismo objetivo: conseguir la belleza y la sorpresa. Ambos tienen en común la dificultad y el rebuscamiento, pero difieren en los procedimientos expresivos.
-En el culteranismo, la forma prevalece sobre el contenido: lo importante no está tanto en lo que se dice como en la manera complicada y difícil de decirlo. Se utiliza un léxico culto, con numerosos latinismos, hipérbatos, perífrasis, cultismos, etc., y se acumulan metáforas complicadas y artificiosas. En los poemas aparecen frecuentemente elementos de la mitología clásica. El culteranismo supone el último paso en el proceso de creación de una lengua propiamente literaria, deliberadamente alejada del habla habitual, que había comenzado con Garcilaso y culmina con el máximo representante de esta corriente: Góngora (por eso esta corriente ha sido llamada también gongorismo).
-El conceptismo se basa en las asociaciones ingeniosas de ideas o conceptos. Se busca la expresión artificiosa y sutil, con el propósito de decir lo máximo con los mínimos elementos posibles: «Lo bueno, si breve, dos veces bueno», Para ello, emplean sobre todo recursos semánticos: símbolos, juegos de palabras, equívocos, antítesis, paradojas, hipérboles, metáforas, ironía… Francisco de Quevedo es el poeta más representativo.
LUIS DE GÓNGORA
Nació en Córdoba en 1561. Estudió en Salamanca y ejerció diversos oficios eclesiásticos. Ordenado sacerdote, aunque sin ninguna vocación, en 1617 se trasladó a Madrid, y allí entró como capellán de la corte de Felipe 111. Con la caída del duque de Lerma, su protector, regresó a Córdoba, enfermo y arruinado, donde murió en 1627.
La poesía de Góngora es sinónimo de poesía pura, basada en las cualidades formales y apartada de los sentimientos personales del autor: se elude la realidad, la búsqueda de la belleza es el principio absoluto.
Tradicionalmente se han venido distinguiendo dos etapas en su poesía: la de su juventud y la de su madurez. En la primera, hasta 1610 aproximadamente, abundan las composiciones en metros tradicionales (Ietrillas, romances y endechas) y los rasgos culteranos son menos marcados. La segunda, a partir de 1611, abarcaría los poemas mayores, escritos en un estilo plenamente culterano (sonetos, la Fábula de Poliremo y Galatea, las Soledades).
- Los romances tratan de temas diversos: de cautivos «<Amarrado al duro banco»), amorosos, pastoriles, mitológicos, burlescos, etc.
- Las letrillas, en versos de arte menor con un estribillo al final de cada estrofa, suelen tener un carácter satírico o burlesco: «Ándeme yo caliente y ríase la gente.. .», «Cuando pitos flautas.. .»
- Los sonetos son también de tema variado: amorosos, satíricos, de circunstancias, de temas barrocos (el desengaño y el pesimismo)…
- La Fábula de Polifemo y Galatea (1612), que consta de sesenta y tres octavas reales, está inspirada en las Metamorfosis del poeta latino Ovidio. De tema mitológico, narra el amor del cíclope Polifemo por la ninfa Galatea, enamorada a su vez del pastor Acis. Polifemo, despechado, mata a Acis, que es convertido en un río por los dioses.
- Soledades (1613) fue concebida como una obra en cua~o partes, de las cuales Góngora solo escribió la primera y parte de la segunda (unos dos mil versos en total, dis:ríbuidos en silvas). El asunto del poema es mínimo: un joven náufrago llega a la costa, donde encuentra a unos pastores y asiste a unas bodas; vive luego algún tiempo con un pescador, hasta que prosigue su camino. Este leve argumento es solo un pretexto para exhibir el estilo y el lenguaje culteranos en la descripción idealizada de la naturaleza. La Fábula de Polífemo y Galatea y las Soledades son los ejemplos más claros del estilo culterano o gongorino: latinismos, cultismos, metáforas, hipérbatos, alusiones mitológicas, sintaxis complicada, etc.
FRANCISCO DE QUEVEDO
Nació en Madrid en 1580. Estudió en Alcalá y Valladolid y se dedicó luego a actividades políticas, como consejero del duque de Osuna. Desterrado de la corte durante algún tiempo, recuperó el favor del rey Felipe IV y de su primer ministro el conde-duque de Olivares y, en 1632, fue nombrado secretario del monarca. En 1639, por motivos no del todo conocidos, fue encarcelado durante cinco años. Un año después de su liberación, en 1645, murió en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real).
OBRA POÉTICA
Sus poesías, que aparecieron póstumas en el Parnaso español (1648) Y Las tres últimas musas (1670) son, en gran parte, de orientación conceptista: ingenio expresivo, condensación del pensamiento, juego de ideas o conceptos, equívocos, antítesis, paradojas, paronomasias, neologismos, etc. Aunque muy amplia y variada, sus poemas puede clasificarse en tres grandes grupos: filosófico-morales, amorosos y satírico-burlescos.
- a) De tema filosófico-moral. Expresan el pesimismo del autor y de la época, así como su visión desengañada del mundo y de la vida: el paso del tiempo, la fugacidad y el escaso valor de las cosas terrenales, la inevitable llegada de la muerte, la brevedad de la vida. Son muy conocidos algunos sonetos que empiezan así: «Fue sueño ayer; mañana será tierra»; «Miré los muros de la patria mía»; «Vivir es caminar breve jornada».
- b) De tema amoroso. Quevedo escribió muchos y muy bellos poemas de amor, gran parte de ellos siguiendo la tradición petrarquista. Tal vez los mejores poemas de este grupo son aquellos en los que aparecen unidos el tema del amor y el de la muerte. Para Quevedo, el amor es la única fuerza humana capaz de superar la muerte.
- c) De tema satírico y burlesco. Es la faceta más conocida de Quevedo, hacia la que se sentía predispuesto por su carácter y por su capacidad para jugar con las palabras y las ideas. Son característicos de estos poemas la deformación y caricatura, la ironía, la hipérbole, el contraste y la comicidad. Esta poesía presenta metros variados: letrillas, romances, jácaras y sonetos, entre otros. Son famosos la letrilla «Poderoso caballero es Don Dinero», el soneto «Érase un hombre a una nariz pegado» y las sátiras dirigidas a sus enemigos literarios, especialmente a Góngora.
LOPE DE VEGA
Lope Félix de Vega y Carpio nació en Madrid en 1562. Estudió en Alcalá y Salamanca. A los veintiún años participó en una expedición militar a las Azores, y se alistó luego en la Armada Invencible. Sirvió como secretario a varios nobles, en especial al Duque de Sessa. Aparte de sus dos matrimonios, mantuvo relaciones amorosas con varias mujeres, a algunas de las cuales inmortalizó en sus obras bajo nombres supuestos: Filis (Elena Osario), Belisa (Isabel de Urbina, su primera mujer), Camila Lucinda (Micaela Luján, su segunda amante, de la que tuvo cinco hijos). En 1614, a los 52 años, se ordenó sacerdote, pero dos años más tarde se enamoró de una mujer casada, Marta de Nevares (Marcia Leonarda, Amarilis), de la que también tuvo varios hijos. Sus últimos años estuvieron marcados por las desgracias familiares y los apuros económicos. Murió en Madrid en 1635, y a su entierro -Lope era un personaje muy popular- acudió una gran multitud.
Lope de Vega cultivó todos los géneros literarios, destacando en la lírica y en el teatro.
Su producción lírica incluye composiciones de tipo popular (romances, seguidillas, villancicos, letrillas) y de carácter culto (sonetos, estancias, tercetos), muchas de las cuales aparecen incluidas en sus obras teatrales.
En las primeras, además de los romances, destacan las llamadas letras para cantar: un conjunto de seguidillas, canciones de mayo (mayas), villancicos, canciones de siega…, que se acompañaban con música y en las que recrea motivos tradicionales con tal maestría que resulta imposible distinguir una composición de la canción popular original.
En cuanto a su poesía en metros cultos, Lope escribió unos tres mil sonetos de temas variados (religiosos, mitológicos, amorosos, burlescos) en los que reúne aspectos petrarquistas, culteranos y conceptistas. Entre sus obras cultas destacan las Rimas humanas (1602), unos doscientos sonetos sobre diversos temas, las Rimas sacras (1614), escritas después de una fuerte crisis espiritual, y las Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos (1634), en las que parodia las modas literarias de su época.
Frente al pesimismo de Quevedo, los poemas de Lope están impregnados de vitalismo y espontánea sinceridad.