Mi padre nació en Barcelona a inicios de los años treinta y vivió la Guerra Civil en la ciudad. En aquellos años mi familia tenía negocios en Canarias y el azar quiso que el 18 de julio de 1936, mi tío, un par de años mayor que mi padre, estuviese en Santa Cruz de Tenerife junto a su abuelo. Durante toda la guerra la familia estuvo separada y mientras mi padre vivía los bombardeos, el miedo y el hambre, su hermano tuvo la suerte de vivir unos años muy cómodos en Tenerife. Contaba mi padre que, cuando en la primavera de 1939, al acabar la guerra, su abuelo y su hermano volvieron de Canarias le parecieron casi extraterrestres. Mientras los que se habían quedado en la ciudad vivían en condiciones terribles, los recién llegados venían sanos, felices, morenos, bien vestidos y mejor alimentados. Así llega Andrea a Barcelona, ella viene de Canarias y se encuentra con algo que, como no lo había vivido, no lo podía ni imaginar: un mundo en ruinas.
El hermano de mi padre, mi tío, se llamaba Andrés.

Mi padre, de joven, con uno de sus hijos