En el piso de la calle Aribau, Angustias escondió durante la guerra a su jefe, Don Jerónimo, un importante empresario. En su condición de significativo hombre de negocios, diversos grupos de milicianos le buscaban con la presumible intención de ejecutarlo. De todos modos, la peligrosa acción de Angustias estaba también motivada por la relación personal entre ambos; no sólo fueron novios de jóvenes sino que desde que Don Jerónimo se casó, la represiva y casta Angustias fue su amante.
Tras la guerra, y una vez restaurado el orden tradicionalista amparado en una moral integrista y ultraconservadora, Angustias vive una situación casi esquizofrénica: ella defiende la moral imperante al tiempo que la incumple de forma escandalosa.