Monthly Archives: agosto 2008

La casa de Ena

Frente al mundo caótico y violento de la casa de la calle Aribau, existe el mundo ordenado y elegante de la casa de Ena, ubicada en la Via Laietana. Un mundo selecto que parece ajeno a la vulgaridad y a la miseria que envuelve el mundo de Andrea pero un mundo que esconde también sus cloacas.
Me detuve en medio de la Vía Layetana y miré hacia el alto edificio en cuyo último piso vivía mi amiga. (…) La misma Vía Layetana, con su suave declive desde la Plaza de Urquinaona (…) La Vía Layetana, tan ancha, grande y nueva, cruzaba el corazón del barrio viejo (Segunda parte, capítulo X)

La Vía Layetana, con su suave declive desde la Plaza de Urquinaona

La Vía Layetana, con su suave declive desde la Plaza de Urquinaona

Un descenso a los infiernos

Con el nombre de descenso a los infierno se conoce un tópico literario de larga tradición; su formulación arranca de La Divina Comedia, de Dante, donde el excelso poeta desciende a los infiernos en su sentido más literal a la búsqueda de su amada Beatriz. A partir de este desarrollo, muchos han sido los autores que han colocado a sus personajes en la tesitura de iniciar un viaje a un mundo prohibido y terrible, un infierno, donde les esperan realidades desconocidas y turbadoras. Andrea vive su particular descenso a los infiernos cuando decide seguir a su tío Juan en su alucinada carrera por el Barrio Chino

Llegamos a la plaza de la Universidad cuando el reloj del edificio daba las doce y media. Juan cruzó la plaza y se quedó parado enfrrente de la esquina donde desmbocaba la Rona de San Antonio y donde comienza, oscura, la calle de Tallers. (…) Se metió por la calle de Tallers. Por allí no encontrábamos a nadie. (Segunda parte. Capítulo XV)

Confluencia de la Plaça Universitat, la Ronda Sant Antoni y el inicio de la calle Tallers; la puerta de entrada al infierno...

Confluencia de la Plaça Universitat, la Ronda Sant Antoni y el inicio de la calle Tallers; la puerta de entrada al infierno...

La fiesta de Pons

En la fiesta que celebra Pons, Andrea toma plena conciencia de que está sola en el mundo. El encuentro con la alta burguesía barcelonesa le muestra de forma evidente que ella no pertenece a ese mundo ni encaja en ningún sitio. Esta fiesta de inicio de verano nos recuerda otra fiesta literaria, la que da inicio a Últimas tardes con Teresa (1966), de Juan Marsé. Escrita 20 años después de Nada, el retrato detallado del guateque veraniego nos recuerda de forma inevitable la fiesta de Pons. La novela es excepcional y vale la pena leerla pero para realizar una primera aproximación quizás es interesante visionar algunos fragmentos de la adatación cinematográfica que realizó Gonzalo Herralde en 1984.

Trenzas cortadas

El encuentro de Andrea con la madre de Ena sirve, por un lado, para que se descubre la turbadora relación que ésta mantuvo con Román y, por otra parte, para que Andrea sienta que es importante para mucha gente, que los demás, la necesitan. Cuando la madre de Ena recuerda su relación con Román, evoca su magnetismo y atractivo pero igualmente su maldad, cómo la humillaba, sometía y vejabase hasta límites atroces. La escena de la trenza cortada resume, en su aparente sencillez, la maldad gratuita de Román.

Aunque no tiene relación con la novela de Laforet, esta novela policíaca publicada en 1953 nos ilustra el terrible sacrificio de la madre de Ena.

Aunque no tiene relación con la novela de Laforet, esta novela policíaca publicada en 1953 nos ilustra el terrible sacrificio de la madre de Ena.

Aquelarre de Goya

Cuando Andrea quiere describir la terrible escena en la que las hermanas de Román, Juan y Angustias recriminan a su madre la educación recibida y la culpabilizan de la tragedia vivida, cree imaginar un cuadro de Goya: “Poco a poco, las caras se iban perfilando, ganchudas o aplastadas, como en un capricho de Goya. Aquellos enlutados parecían celebrar un extraño aquelarre.(Tercera parte. Capítulo XXIII). La contemplación de un cuadro de Goya nos ilustra de forma plástica la visión alucinada y lúcida de la narradora.

El Aquelarre o El Gran Cabrón, un espeluznante cuadro de Goya

El Aquelarre o El Gran Cabrón, un espeluznante cuadro de Goya

La despedida

“Bajé las escaleras. despacio. sentía una viva emoción. recordaba la terrible esperanza, el anhelo de vida con que las había subido por primera vez. (…) Antes de entrar en el auto alcé los ojos hacia la casa donde había vivido un año. Los primeros rayos del sol chocaban contra sus ventanas. Unos momentos después, la calle de Aribau y Barcelona entea quedaban detrás de mí.” (Tercera parte. Capítulo XXV)

La novela se acaba cuando Andrea cierrra la puerta de la finca de la calle Aribau y da por concluído ese año en Barcelona. “De la casa de la calle de Aribau no me llevaba nada”, nos dice, pero inmediatamente rectifica: “Al menos, así creía yo entonces”. De la casa de la calle de Aribau Andrea se lleva una serie de enseñanzas decisivas para su vida; de esa casa se lo lleva todo.

La puerta del nº 36 de la calle de Aribau

La puerta del nº 36 de la calle de Aribau