“El ermitaño de la calle 69″ és un escriptor molt semblant al propi Kosinski, que recorda la seva vida amb humor i sense oblidar les moltes dificultats que ha superat. Amb nombrosos trets autobiogràfics, es reflexen les dures condicions dels emigrants als EE UU. A part de les seves vivències, abunden les cites literàries i les referències a la cultura jueva.
Arxiu mensual: juny de 2012
Ajuste de la población en la era preindustrial.
Un modelo gráfico muy sencillo puede ayudar a explicar la forma en que actuaban los dos principales mecanismos de ajuste de la población en la era preindustrial. La acción discurre en el sentido de las flechas, y el signo que lleva cada una de éstas significa lo siguiente: el signo +, que la relación existente entre el factor de donde arranca la flecha y aquél al que se dirige es directa (cuando aumenta el primero, aumenta también el segundo, y cuando disminuye el primero, lo hace igualmente el otro); y signo -, que la relación es inversa (cuando aumenta el primero, disminuye el segundo, y cuando disminuye aquél, aumenta éste). De los dos circuitos, el más importante es el que actúa a través de la mortalidad. Su acción puede explicarse brevemente así: cuando la población aumenta, hay que roturar nuevas tierras para alimentar las nuevas bocas. Esta ampliación del cultivo significa que hay que utilizar tierras de inferior calidad, puesto que se supone que las mejores son las que se han roturado en primer lugar. Sembrar estas tierras marginales es aumentar el riesgo de que cualquier circunstancia adversa (y ante todo una meteorología desfavorable) arruine las cosechas, con lo cual aumenta paralelamente el peligro de que, perdida parte de la cosecha, se desencadene la sucesión de hambre y epidemia que conduce a una mayor mortalidad y a disminuir la población a un nivel que permita prescindir de las peligrosas tierras marginales.
Existe un segundo circuito, menos espectacular y visible, que contribuye a producir los mismos efectos de regulación al actuar sobre la natalidad. Si la población aumenta sin un incremento paralelo de los recursos disponibles, los ingresos medios que obtenga cada habitante disminuirán: son más a repartir el mismo caudal. Esta reducción de recursos desanima a las parejas que van a contraer matrimonio y las hace retrasar la fecha en que lo harán. Cuanto más tarden en casarse menos hijos tendrán, por imperativos de la edad, lo que ocasionará un descenso de la natalidad y contribuirá a limitar de nuevo la población.
J. Fontana, La historia, Ed. Salvat
Los orígenes del estado burgués.
- El antiguo régimen
1.1. Estructura económico-social del antiguo régimen
Sabido es que en toda Europa Occidental y en parte de América, el siglo XVIII preparó el cambio de una sociedad feudal a una sociedad con neto predominio de la burguesía. La Revolución Industrial y las revoluciones políticas de la burguesía fueron los signos de este cambio. A lo largo de este siglo XVIII o de la Ilustración, el modelo agrario del feudalismo, basado en el señorío, tiende a transformarse en una agricultura de tipo capitalista, que era el modelo impuesto por la burguesía. Al mismo tiempo, las empresas industriales artesanas van siendo sustituidas por las empresas de signo capitalista. Por otra parte la vieja ordenación de la sociedad en dos estamentos privilegiados, la nobleza y el clero, y un estamento sin privilegios y estatuto jurídico distinto, el estado Llano, empezaba a resquebrajarse y a surgir una división más real de la sociedad basada en los que tenían propiedad y los que no la tenían. O sea el germen de lo que serán las clases sociales a lo largo del mundo contemporáneo.
Todos estos cambios en la estructura económica y social van acompañados de un crecimiento de la población y de una extensión de las doctrinas ilustradas entre amplias capas de la misma.
1.2. Los contrastes regionales
¿Y España? España, como el resto de Europa estará afectada por el ascenso de la burguesía. Sin embargo, el proceso no se verá coronado por el éxito inmediato de la misma como ocurrió en Francia, donde una revolución transformó el estado feudal en un estado burgués, de forma violenta y relativamente rápida.
El estudio del siglo XVIII español es el estudio del fracaso de un sector considerable de nuestra burguesía en el intento de hacer del país un estado burgués y moderno.
Antes de iniciar el estudio de este momento de la historia peninsular, es necesario aclarar que aún cuando España es una unidad política clara al iniciarse este siglo se cometería un error si se quisiera emprender el estudio de la estructura social y económica de la Península como si se tratara de una unidad. Bajo una aparente unidad política subsistían en el siglo XVIII español fuertes diversidades en el terreno social, económico e incluso administrativo. Es por ello que se impone hacer un análisis detallado de cada uno de los fragmentos del país.
Empezando por el extremo N-O nos encontramos con las tierras gallegas. Su agricultura era considerada muy pobre ya que no disponía de aquello que más se apreciaba: trigo, vino y aceite. Sin embargo, la introducción de cultivos americanos, tales como la patata y el maíz, mejoró en el siglo XVIII el sustento de sus habitantes. La ganadería y la pesca eran un complemento importante a esta agricultura poco desarrollada. La situación costera de Galicia hacia fácil el transporte marítimo, mientras el transporte interior, hacia Castilla, era casi inexistente. Por otra parte los bosques gallegos, aunque degradados, favorecían la construcción naval, siendo esta industria relativamente próspera en algunos puertos. Esta variedad de recursos hacía que sus habitantes, a pesar de cierta fama de míseros, estuvieran más y mejor alimentados que otros de regiones más ricas. Con abundante población rural y escasísimos núcleos urbanos (Coruña, cerca de 3000 habitantes y Santiago cerca de 10000 a principios de siglo), era Galicia una zona abandonada por el poder central. Sin embargo, era una provincia muy poblada lo cual favorecía una secular emigración hacia otras tierras del sur. A pesar de estas características, Galicia no era un reino paradisíaco: el estancamiento de las técnicas agrícolas, la devastación de los bosques, el minifundio de los campos, reducía al campesinado a un estado miserable. El pan de trigo era un lujo inalcanzable, la mejor carne era para vender, la sal gravada por impuestos era carísima y las viviendas del campesino eran chozas. El régimen señorial era duro en todas las tierras gallegas: los veintitrés monasterios gallegos, junto con los obispados y cabildos catedralicios eran los mayores propietarios. Galicia era un país rural y señorial, quizás más que los otros pueblos de la Península.
Asturias y Cantabria eran en frase de Domínguez Ortiz “una Galicia más rural, con menos contactos exteriores, donde no había grandes casas nobles sino una numerosa masa de hidalgos rurales y una masa de pecheros de los que apenas sabemos nada”. Las ciudades eran islotes de casas en medio de un campo con núcleos muy pequeños. Oviedo no llegaba a los 2000 habitantes. La falta de núcleos urbanos impedía la formación de centros consumidores importantes, por lo que el comercio se reducía a las ferias locales, con existencia del trueque y marginación de la economía monetaria. El trigo era muy difícil de cultivar, al igual que en Galicia, por lo que el maíz y la patata salvó a Asturias del hambre crónica que padecía antes. En un informe de 1711 se dice, refiriéndose a una comarca de Asturias: “La habitan gran número de familias tan pobres que en los años más fértiles casi no prueban el pan, carne ni vino y se alimentan con leche, mijo, fabas, castañas, y otros frutos silvestres. Su desnudez llega a ser notoria deshonestidad, y lo mismo sucede en sus lechos y habitaciones, porque al abrigo de sus pajas y debajo de una misma manta suelen dormir padres, hijos e hijas, de lo que resultan no pocas ofensas contra Dios”. Feijoo por su parte escribió que en todo el país “no hay más libros que los míos”, cita que, con evidente exageración, ponía de manifiesto la opinión que se tenía de Asturias en amplios círculos de las clases ilustradas españolas.
El País Vasco Navarro era la única región que había conservado sus fronteras que lo aislaban del resto de España; sus fueros que les eximían del servicio militar y de algunos impuestos y un alto grado de autogobierno, a pesar de la administración centralizada de la España borbónica del siglo XVIII. En todo el País Vasco no existían los acusados contrastes entre ricos y pobres que se observaban en las demás áreas del país. Junto a una agricultura desigual, Euskadi era conocido ya por el país del hierro, gracias a su minería, sus bosques y la metalurgia de la ría del Nervión. Durante el primer tercio del siglo el hierro y herraje del País Vasco eran muy solicitados, y puede decirse que no había flota ni embarcación que fuese a las Antillas y no los llevase. Junto con los artesanos, una parte de la nobleza se dedicó al comercio, enriqueciéndose. Fue el comercio el que dio base al crecimiento de Bilbao y San Sebastián, teniendo la primera una población que a mediados de siglo sobrepasaba los 15000 habitantes.
En la Meseta del Duero, lo que había sido la parte más activa de Castilla en siglos anteriores, no quedaba más que el recuerdo y la mole inmensa de las catedrales construidas y que eran el símbolo del poder temporal de la Iglesia castellana. El campesinado, agrupado en miserables albergues, nada podía hacer para mejorar unos cultivos que seguían con técnicas tan arcaicas como las mismas catedrales medievales que contemplaban. Las ciudades estaban igualmente arruinadas, excepto sus palacios llenos de obras de arte adquiridas por una nobleza parasitaria. El viñedo retrocedía frente al cereal que se convertía en un monocultivo. Los precios el grano eran los más bajos de España, pero no se podían exportar a otras regiones por los altos costes del transporte y el mal estado de los caminos. El pesimismo del campesinado se apoyaba en el hecho de que las manos muertas eran muchas; el absentismo de los propietarios y la codicia de los administradores junto con la existencia de un duro régimen señorial impedían toda transformación. La economía rural castellana vivía replegada sobre sí misma. Los contrastes comarcales, eran sin embargo notables, con comarcas vinícolas como La Rioja, con cierta prosperidad y zonas ganaderas míseras, ya que los rebaños de la Meseta eran una sombra de lo que habían sido antaño.
La artesanía había dado lugar, sin embargo, a una incipiente industria pañera en algunas zonas, tales como Béjar y especialmente, Segovia, la ciudad pañera de Castilla. Sin embargo, las ciudades de Valladolid, con sus 20000 habitantes, Salamanca, con 16000, y Burgos, con unos 4000, aparecían como una sombra de la vieja tradición urbana castellana. De hecho el crecimiento de Madrid en el siglo XVIII las perjudicó quizás. Sólo Segovia, con su industria pañera ya aludida y la fábrica real de moneda resistió mejor esta larga decadencia. En la región hay muchos señoríos seculares y eclesiásticos, que constituyen una de las causas de la miseria de la misma, junto con el malestar y enfrentamientos agudos entre nobles y plebeyos, que al parecer fueron más duros aquí que en otros sitios de España.
La Meseta Sur en muchos aspectos se parecía a la Norte. Toledo y Madrid eran los núcleos urbanos que más destacaban. Toledo, antigua ciudad imperial, con sus ricas mansiones había sido abandonada por la mayor parte de la nobleza que se trasladaba a la Corte. El clero, era sin embargo, el más numeroso de España: 26 iglesias y 39 conventos. La industria sedera conoció un ligero auge en el siglo XVIII. Por lo demás, las tierras de la Meseta Sur estaban sujetas al dominio señorial de la aristocracia castellana. Muy importante era el territorio del duque del Infantado. Los territorios realengos eran reducidos.
Madrid era la ciudad más populosa de España. Sin embargo, comparada con otras capitales europeas resultaba un tanto pueblerina. Durante el siglo XVIII pasó de 140000 habitantes a 180000 a principios del XIX. Era una ciudad aislada en medio de un campo estéril. Sus alrededores eran desoladores. La falta de un rio navegable hacía difícil aprovisionar la ciudad. Las mejoras introducidas por los Borbones en el urbanismo y en los servicios de la ciudad no lograron cambiar el aspecto de una capital abigarrada, descuidada y sucia, falta de edificios notables, sin catedral y sin Universidad. Aun cuando la ciudad había reducido la inmigración, los bajos fondos eran importantes y contrastaban con la concentración de riqueza que suponía la Corte, con nobleza y burguesía rica y próspera.
Andalucía era reputada a lo largo del XVIII como la región más rica de España, tanto por sus producciones agrarias, como por sus manufacturas y, sobre todo, porque era el punto de llegada y partida del tráfico comercial con las Indias. Característica del Valle del Guadalquivir era la gran prosperidad y la vida concentrada en núcleos populosos. La situación social del campo andaluz era, sin embargo, peor que en otras partes reputadas como pobres. En los años normales los jornaleros vivían en el límite de la subsistencia, trabajando hombres, mujeres y niños. En los años malos el hambre hacía estragos. Como complemento de la agricultura las ciudades andaluzas tenían una artesanía variada. Sevilla y Cádiz eran las dos ricas metrópolis andaluzas. La primera con sus 85000 habitantes y la segunda con una activa burguesía comercial y 70000 almas. Córdoba estaba estancada. Domínguez Ortiz cita una carta del Intendente al Conde de Floridablanca, entonces todopoderoso ministro, en la que dice lo siguiente. “En una provincia en que las tierras están entre comunidades religiosas y un corto número de caballeros, y por consecuencia mal repartidas, debiera haberse cuidado de introducir en ellas todo género de industrias para ocupar a la gente del pueblo que no puede medrar en la agricultura. Pero lejos de haber fábricas florecientes se han acabado”.
Los territorios de la Antigua Corona de Aragón, presentaban unas diferencias muy notables. La subida al trono de los Borbones, tras la larga guerra de sucesión en la que los estados de la Corona de Aragón, singularmente Catalunya y Valencia eligieron el partido austracista, que salió perdedor de la contienda, tardaron algún tiempo en recuperarse de las destrucciones y de la fuerte represión posterior. Aragón era un reino pobre, con enormes llanuras dedicadas al ganado lanar, poca ganadería vacuna y menos de cerda. La zona pirenaica era un traspaís atrasado y mísero, casi desconocido. Un francés escribía de este reino: “Aragón carece de recursos. La banca es allí casi desconocida, sólo hay dos o tres mercaderes que mantienen un pequeño giro de letras de Zaragoza a Madrid; los demás no conocen más comercio que el de mercancías”. La ciudad de Zaragoza con sus 60000 almas no tenía apenas industria si se exceptúa la de curtidos. El poder de la Iglesia de Zaragoza se dejaba notar en un país pobre.
Catalunya, después de la guerra, sufre la más fuerte represión de todas las tierras peninsulares. La instauración de una administración centralizada y castellana, la abolición de todas las antiguas leyes e incluso la represión lingüística, fueron las secuelas de la guerra. Sin embargo, la política anticatalana de los primeros Borbones tenía su contrapartida positiva: al no tener confianza en los catalanes se les dispensaba del servicio militar obligatorio; fueron destruidas las trabas del desarrollo comercial al suprimirse las aduanas interiores y se racionalizó el sistema de impuestos, que aunque al principio resultaba gravoso, luego, con la subida de los precios y el aumento de la riqueza fue bajando el porcentaje de gravamen que representaba, con lo que resultó un tipo de contribución más justo y racional que los que imperaban en el resto de la Península, especialmente en Castilla. La administración castellana, con sus intendentes y sus Audiencias intentaba reformar profundamente las estructuras políticas y administrativas de la antigua Corona de Aragón.
La racionalización de la administración, junto con la peculiar estructura del agro catalán, en el que el campesino estaba seguro de no poder ser desalojado de la tierra, permitió un trabajo duro de mejoras, con bancales, terrazas, regadíos, junto con sólidas viviendas para el campesino, las masías, que convirtieron el campo en una fuente de riqueza sin paralelo en la Península. Por otra parte, el régimen señorial de Catalunya no fue tan opresor como en el resto de la Península. El labrador, sólo o con jornaleros, cultivaba una tierra que era prácticamente suya desde que en el siglo XV, mediante la Sentencia arbitral de Guadalupe desaparecieron “els remensas”. A su vez, en amplias zonas del Campo de Tarragona y el Penedés, el cultivo de la viña desplazando al trigo dio lugar a una industria de aguardiente, que se comercializaron hacia América y las Antillas.
Junto con la primitiva acumulación de capital procedente del viñedo y del aguardiente, Barcelona destacaba por su actividad comercial y manufacturera. Dicha ciudad tenía en 1805 166 comerciantes matriculados, cuatro grandes Compañías de Seguros, 23 agentes consulares, 91 fábricas de algodón y estampados. Todo ello ocupaba a centenares de obreros. En 1800 rebasaba la ciudad los 100000 habitantes y los pueblos circundantes crecían a gran ritmo. Las crisis agrarias lanzaban a la ciudad a campesinos que eran absorbidos por la industria textil, cada vez con más auge.
La actividad de los comerciantes catalanes los lleva a emprender agresivas acciones en otras partes de la Península. Así los vemos traficando con corales en el reino de Murcia, actuando de empresarios entre los pescadores gallegos, con secaderos de pescado, etc. Todas estas actividades dieron lugar a una burguesía establecida en Catalunya, fuerte y emprendedora que será la base de la expansión industrial del siglo siguiente.
En Antiguo Reino de Valencia, afectado por la represión al igual que Catalunya, se vio favorecido igualmente por la supresión de las barreras aduaneras. Sin embargo, la dureza del régimen señorial en el antiguo reino, quizás a causa de la falta de mano de obra que provocó en el siglo XVII la expulsión de los moriscos, dificultaba el crecimiento económico del sector agrario. La plantación de arroz, junto con la introducción de regadíos, hizo posible el aumento de la densidad de población hasta grados realmente elevados en la época. La manufactura textil creció en algunas ciudades, tales como Alcoy, donde un tercio de los habitantes eran cardadores y tejedores. Sin embargo, Valencia ejercía con sus 80000 habitantes una clara supremacía.
1.3. Causas de la crisis
Una de las características más notables y persistentes del siglo XVIII fueron los privilegios fiscales y de todo tipo que tuvo la nobleza frente a las clases populares, incluida la burguesía. Desde que, en el siglo XV, los Reyes Católicos estructuraron la monarquía autoritaria, hasta fines del llamado Antiguo Régimen, ningún cambio importante se efectuó en el estatuto legal de los estamentos privilegiados, nobleza y clero.
A pesar de la influencia de la nobleza dentro del cuerpo social español, y de la aparente inmovilidad de este estamento, a lo largo de los siglos se hacen perceptibles unos cambios que lentamente afectaron a la solidez del brazo nobiliario.
Algunas de las más rancias casas nobles tenían desde hacía mucho tiempo una mala situación financiera. La falta de inversiones productivas, el exceso de gastos, el amor al austo, la conservación de sus palacios, el atender a sus obras pías, el sostenimiento de las catervas de criados, mozos, damas, etc., unido a que los derechos propiamente señoriales estaban cada vez más sometidos a una creciente devaluación, situaba a la nobleza en trances realmente apurados. La despoblación rural creciente, las crisis de finales del siglo XVIII, así como el surgimiento de una economía paralela capitalista castigaba las bases económicas de la aristocracia española. A pesar de todo, en querían renunciar a su austo tradicional, formando un conjunto abigarrado de ostentación aparente y secretas miserias”. Muchos nobles estaban endeudados con la burguesía urbana, mercaderes, banqueros y artesanos. Si ésta era la situación de una parte de la alta nobleza, cabe imaginar cómo sería la situación de la nobleza provinciana y la de los hidalgos donceles y escalones más bajos del estamento nobiliario. Quevedo, conocedor de la vida de la Corte ridiculizó cruelmente a los hidalgos en diversos capítulos de su obra La vida del Buscón. En boca de un hidalgo coloca esta frase: “somos susto de los banquetes, polilla de los bodegones y convidados por fuerza; sustentámonos así del aire, y andamos contentos”. Cadalso, dice de la nobleza provinciana: “Antes de visitar a un forastero o admitirle en sus casas indagan quién fue su quinto abuelo, aunque sea un magistrado lleno del más alto mérito y ciencia o un militar lleno de heridas y servicios. Todo lo dicho es poco en comparación con la vanidad de un hidalgo de aldea”.
Frente a esta nobleza, la burguesía aparecía como la clase social ascendente, con nuevos impulsos económicos, políticos y estéticos. Con el neoclasicismo encontraría su forma de expresión artística.
El retorno a las formas arquitectónicas simples y reposadas, de inspiración greco-romana, se entenderá como la lucha contra el decorativismo minucioso y frívolo del rococó, representativo de los intereses aristocráticos. Así, la belleza vuelve a ser entendida como proporción y medida, en edificios que, aunque continúan al servicio de los poderes establecidos (iglesia y nobleza), resumen las ideas de simplicidad planteadas por la burguesía. Por lo tanto, la incapacidad de la burguesía española para imponer su dominio de clase se patentiza en la estética neoclásica, que plantea una renovación de forma, pero no de fondo.
Este hecho es todavía más evidente en la producción pictórica, en la que junto al desarrollo de temas históricos y mitológicos, que entran dentro del gusto de reyes y nobles, comienza el triunfo del tema popular que satisface los gustos de la burguesía. Pero incluso, estas escenas costumbristas, parecen vistas desde presupuestos aristocráticos.
1.4. Crisis estructural del Antiguo Régimen
Durante el reinado del reformador Carlos III, la clase dominante del clero y la aristocracia feudal intentaron adoptar una serie de medidas para sostener el modo de producción feudal. Sin embargo, el nacimiento y desarrollo de núcleos burgueses en el seno mismo de la estructura feudal de la Monarquía, con reformadores tales como los ya aludidos Jovellanos, Campomanes, Floridablanca, etc., creaba cada vez más dificultades de adaptación. La monarquía necesitaba concentrar en manos del Estado el poder financiero, la incipiente industria catalana quería aranceles proteccionistas, y la reforma agraria la necesitaba el Estado y la burguesía.
La irregularidad de los suministros americanos de plata – a causa de las guerras con Inglaterra – ponía a la monarquía al borde de la bancarrota. La desamortización de los bienes del clero era un imperativo para la propia Corona. Si las manos muertas y los enormes bienes de los cabildos no contribuían al sostén del Estado, éste no podía continuar. Desamortizar parte de los bienes del clero fue la intención de Godoy, el cual no se atrevió a hacer lo mismo con los de la nobleza feudal. Así el reformismo, para evitar el desmoronamiento del Estado, recurría a enajenar los bienes de uno de sus puntales: la Iglesia, frente a la indiferencia del otro, la Nobleza.
Esta crisis de la propia estructura económico-financiera estaba agravada por hechos circunstanciales como la permanente derrota militar frente a Inglaterra, los malos años de finales de siglo que generaron hambres notables y las críticas que por doquier circulaban sobre la actuación de los ministros y de la misma figura del Rey.
Si el estado reformaba sus estructuras para salvarse de la bancarrota, se enfrentaba con el clero, y si no las reformaba, la crisis financiera lo incapacitaba para pagar su deuda. Este era el dilema.
De todo lo dicho sobre las tierras y regiones que componían el Estado español, se puede deducir lo siguiente:
En el terreno de la agricultura, una situación muy desigual:
a) Regiones con técnicas arcaicas, con barbecho, poca productividad y mercados poco desarrollados. (Las dos submesetas, parte de Andalucía, Aragón, etc.)
b) Regiones con cultivos nuevos, pero no comercializados, sin economía monetaria y con altos grados de Autarquía (Galicia, Asturias, etc.)
c) Tierras con introducción de cultivos rentables, regadíos y comercialización de excedentes (Calalunya, valencia, etc)
En el terreno de la industria, predominaba en todo el país la industria de tipo artesano, con mercados muy reducidos y casi siempre locales. En algunas zonas había las Manufacturas de tipo francés, que fabricaban bajo el control del gobierno. Eran las Manufacturas Reales, que actuaban bajo el proteccionismo estatal, como el implantado por Colbert en Francia en el siglo XVII, pero por la baja calidad de su producción, tuvieron que ser cedidas a los gremios madrileños y a los diez años todas estaban arruinadas al preferir obtener un mayor beneficio de los paños extranjeros.
Sólo en Catalunya, al ocaso del siglo, existe una industria con más de 100000 obreros, siendo el único foco realmente importante en el que la burguesía pudo iniciar su revolución industrial.
A finales del siglo XVIII la estructura económica del Antiguo Régimen empieza a sufrir una aguda crisis:
- Malas cosechas, con sus secuelas de carestía impiden abastecer los mercados de las ciudades, y el hambre hace estragos en el campo.
- Las crisis de subsistencia afecta a la demografía que sufre un freno en su crecimiento, al mismo tiempo que las guerras y los suministros al Ejército y a la Marina provocaron graves pérdidas.
- El progresivo deterioro del comercio con América estrangula el crecimiento de la burguesía periférica. Causa de este deterioro comercial fue tanto la guerra contra Inglaterra como la progresiva emancipación económica de las Indias y su vinculación con las colonias inglesas del Norte, independientes desde 1776, con el nombre de EE. UU. de América.
Así el siglo XVIII español demostraba la impotencia de la burguesía para transformar el Estado. Las tímidas reformas de los hombres Ilustrados de la burguesía, chocaban con los poderosos intereses de las clases privilegiadas. Reformadores como Jovellanos, Floridablanca o Campomanes fracasarían en sus intentos de cambio. La burguesía tendría que esperar circunstancias más favorables para hacer su revolución.
Ejercicios:
- Resumen de las principales ideas.
- Señala esquemáticamente las diferencias económicas entre las diferentes regiones españolas durante el siglo XVIII.
- ¿Crees que la burguesía española consiguió transformar el Antiguo Régimen en igual medida que los franceses o los ingleses? Razona tu respuesta.