35.- Comentario para entregar el 18/2

    SALMO XIX

¡Cómo de entre mis manos te resbalas!
¡Oh, cómo te deslizas, vida mía!
¡Qué mudos pasos traes, oh Muerte fría,
pues con callado pie todo lo igualas!

Ya cuelgan de mi muro tus escalas,
y es tu puerta mayor mi cobardía;
por vida nueva tengo cada día,
que el tiempo cano nace entre las alas.

¡Oh mortal condición! ¡Oh dura suerte!
¡Que no puedo querer ver la mañana
sin temor de si quiero ver mi muerte!

Cualquier instante de la vida humana
es un nuevo argumento que me advierte
cuán frágil es, cuán mísera, y cuán vana.

ESTRUCTURA en PÁRRAFOS

a) Presentación del autor y del movimiento literario al que pertenece.

b) Tema principal en una frase y tópicos literarios (34) si hubiese.

c) Métrica y rima. Dividirlo en partes resumiendo cada una brevemente y justificando la división mediante algún elemento lingüístico.

d) Análisis lingüístico. Indicar y justificar las figuras retóricas (16) y la forma como el autor hace uso del lenguaje (en el Barroco, casi siempre es oscuro y recargado). Debes incluir referencias a diferentes niveles lingüísticos (fonético, morfológico, semántico, sintáctico, signos de puntuación).

e) Análisis del contenido. Justificar por qué es un poema barroco (22) e indicar los rasgos de estilo en función de si es un poema satírico y conceptista (23) o filosófico (34).

 

 

 

COMENTARIO DEL SALMO XIX de Francisco de Quevedo.

 

Quevedo desarrolla en este poema filosófico la idea que sustenta algunos tópicos literarios como Omnia mors aequat  (todos somos iguales ante la muerte) y el Tempus fugit. En este soneto, el autor expresa un dolorido lamento por la fugacidad del tiempo, confirmando que la vida es un inexorable Quotidie morimur.

El poema es un soneto (14 versos endecasílabos estructurados en dos cuartetos y dos tercetos de rima consonante), con la estructura ABBA, ABBA, CDC, DCD. Es posible dividirlo en dos partes atendiendo a los verbos que lo vertebran: en los dos cuartetos existe una apelación vocativa en segunda persona (“resbalas”, “escalas”, etc.) al tiempo fugitivo, a quien se le recrimina la velocidad con que desaparece. En los dos tercetos, los verbos están en primera o tercera persona (“puedo querer”, “es”) y forman una reflexión del autor, en tono de lamento, en torno a la idea central en los tercetos.

El poema sigue la poética barroca que propugna una exagerada ornamentación formal, aunque no de estilo extremadamente conceptista en este caso. La dualidad conflictiva entre la vida y la muerte está expresada mediante personificaciones (vv. 1-3). Quevedo utiliza también una metáfora (vv. 5-6) para ilustrar la inevitable derrota: el asalto militar a la fortaleza que es la vida. La repetición intensificadora de palabras (“oh”, “quiero”, “cuán”) contribuye al tono de lamento ante esta evidencia. Son de destacar las aliteraciones de [o], que contribuyen a expresar un tono de dolido lamento, también en forma de interjección (vv. 5 y 9), así como las posteriores de [u], en el mismo sentido (vv. 5, 6, 9, 10, 11). Las consonantes oclusivas [k] y [p], que predominan durante todo el poema, inciden en esta leve cacofonía de tono lúgubre, acorde al tono de lamento. Además, los signos de puntuación colaboran en la idea de la fugacidad del tiempo, pues aligeran la sintaxis (vv. 2, 9 y sobretodo en la asíndeton del v. 14). Los campos semánticos enfatizan la idea central del poema, pues en la primera parte abundan los verbos de movimiento que remarcan el carácter fugaz del tiempo (“resbalas”, “deslizas” “escalas”). En la segunda parte, los sustantivos y adjetivos contienen en su significado el contenido pesimista de la reflexión del autor (“mortal”, “dura”, “muerte”, “ejecución”, “frágil”, “mísera”, “vana”). Es destacable que se usen epítetos para  subrayar las consecuencias negativas del paso del tiempo (“mudos pasos”, “callado pie”, “débil muro”, “dura suerte”). El poema se culmina una gradación ascendente de cualidades negativas que el autor atribuye a la “edad mía”: “frágil”, “mísera”, “vana”. No es este el único efecto de los signos de puntuación en el poema, pues la abundancia de exclamaciones remarca el tono de dolor. A pesar de ser un poema barroco, no hay demasiados hipérbatos, aunque los de los vv. 4-8 (única estrofa no enmarcada en signos de exclamación) crean una pausa en el tono plañidero que constituye este poema, que en sí mismo es un largo lamento.

 

 

 

 

El pesimismo vital que expresa el autor es una idea central del Barroco. Quevedo suele concretarla en la filosofía resignada del estoicismo cristiano, que acepta que nuestro paso por la vida es efímero ante la esperanza de la futura vida ultraterrena. Pero en este poema el tono es diferente, pues es algo exaltado y casi lastimero, e insiste en la idea central de desengaño ante la fragilidad de la existencia, antes que en la aceptación serena de nuestro destino mortal; en este sentido se explican algunas antítesis (“vivir”/ “muerte”, “juventud” / “postrer día”). Tampoco abundan en el poema los recursos lingüísticos conceptistas, pues no hay abundancia de dilogías. La sencillez formal parece expresar un tono más sincero, aunque la ornamentación es intensa y por tanto coherente con la forma de expresarse en el Barroco.

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