Plano metafísico. (La consistencia de la realidad; la vida como sueño).
En el Barroco, se creía firmemente en la existencia de una vida después de la muerte otorgada según los principios del Cristianismo (Infierno, Purgatorio, Paraíso). Por tanto, nuestra vida como seres humanos no tiene entidad frente a la eterna, que es inmutable y, por definición, imperecedera. El acto de soñar (también llamado “sueño”) nos siembra la duda de si la vida en vigilia no será más que un producto de nuestra imaginación, algo efímero sin entidad. Como buen católico, la creencia de Calderón en la vida eterna (más allá de la muerte) le lleva a priorizar esa vida de ultratumba y, por contraposición, la existencia humana solo tiene sentido y entidad como preparación para la vida más allá de la muerte.
Cuando Segismundo despierta en palacio, vivirá una existencia terrenal a la que le da valor de vida absoluta y verdadera, en que satisface sus instintos y placeres, pero se “despertará” bruscamente con la muerte y el castigo eterno de los infiernos. Calderón nos da a entender de esta manera que la vida en palacio y su posterior despertar son alegoría de nuestra vida efímera y nuestra posterior vida, esta sí verdadera, en el más allá. Por esto, la entidad de nuestra experiencia siempre debe estar sujeta a la duda, ya que la apariencia de verdad nos puede engañar, como hizo con Segismundo, quien aplica este aprendizaje en el acto III. Por eso, el príncipe de Polonia es metáfora de los seres humanos, pues evoluciona desde su salvajismo del inicio de la obra, pasando por su entrega a sus instintos en la primera estancia en el Palacio, para luego obrar con sensatez y llegar a deducir la doctrina cristiana: ante la duda debemos optar por la virtud, es decir, la humildad de un comportamiento acorde a la virtud de la fe que nos permita hacer méritos para despertar y tener premio en la vida verdadera, la del más allá.
Plano teológico (el libre albedrío/ la predestinación del alma).
Podemos establecer una lectura teológica en clave de la Contrarreforma, que fue la respuesta a la Reforma Protestante de Martín Lutero, que había dividido a la Iglesia durante el siglo XVI. Tras el cisma cristiano de Lutero y Calvino, el Concilio de Trento hizo que la doctrina católica fuese más rigurosa e inflexible.
Según los protestantes, Dios todopoderoso “sabe” de antemano quién de los humanos se va a salvar y quién se va a condenar en los Infiernos. Pretender como los católicos que el cielo se logra mediante las obras es un insulto a la naturaleza divina; la salvación se consigue mediante la oración y la fe. .
En la obra, hay dos ideas teológicas importantes: la idea del libre albedrío y la idea del determinismo de las estrellas en la vida humana. Desde la concepción de la Contrarreforma católica, la libertad humana es uno de los dones divinos. Frente al determinismo, lo importante es la libertad del ser humano de hacer el bien o el mal. Calderón admite una influencia “indirecta” de la predestinación, que hace que el libre albedrío sea la verdadera razón de ser de la conducta. Los humanos tenemos capacidad de elección y acción, y se puede vencer las estrellas, aunque estas nos predispongan (nunca nos predestinan).
A este respecto, un rey como Basilio que se dedica a una ciencia tan insegura como la astrología, desperdicia su sabiduría: interpreta mal los designios que indicaban que Segismundo iba a ser un tirano pero, además, en vez de corregir esta inclinación mediante una educación digna de un príncipe que hubiese hecho a Segismundo un buen gobernador, incide en convertirlo en una fiera al recluirlo en una prisión desde su nacimiento.
El comportamiento de este en palacio, por tanto, tiene a su padre como principal culpable, por haber creído en la predestinación y negado su libre albedrío. En un primer momento, la idea del determinismo parece triunfar, porque Segismundo, en esa primera puesta en libertad, se mueve por un sentimiento de venganza, ya que al encerrársele desde su nacimiento ha sido condenado a una vida que no es humana, sino de una bestia. Opta por la el mal, por saciar sus instintos más primarios: quiere matar a Clotaldo, amenaza a Astolfo, es descortés con Rosaura y amenaza a Basilio, para acabar matando a un criado. En este primer Segismundo liberado triunfa la parte más irracional, más animal, más pasional. En la segunda salida de la prisión, sin embargo, triunfará la ideología de Calderón (y de la doctrina oficial de la Iglesia de la Contrarreforma): su libre albedrío y el personaje Segismundo se liberará de las cadenas del mal, escogiendo el camino del bien; él será responsable y hacedor de su destino, y escoge la virtud cristiana: permite vivir a Clotaldo, respeta el honor de Rosaura y perdona a su padre, al que permitirá seguir reinando.