“El provocador de imágenes” esconde una reflexión sobre la metamorfosis de los personajes o la transformación de uno en el otro. Es un cuento que se desliza entre lo extraño y lo absurdo, más que sobre lo fantástico y lo siniestro.
En este cuento, los lugares se mencionan: Barcelona, París, Alsacia, Estrasburgo, Toulouse y unas ciudades alemanas. Aparecen incluso el nombre de la mujer, Ulla Goldberg, y el del amigo y antiguo compañero de Facultad del narrador, José Eduardo Expedito; en cambio el narrador se nombra siempre por sus iniciales, H.J.K., por lo tanto su verdadero nombre y apellidos no se descubren nunca. Es como si el narrador se mantuviera alejado, en una posición en la cual no quiere desvelarse por completo sino solamente apuntar, guardando su identidad medio escondida; ésta se descubre en comparación con la de Expedito, se revela a sí mismo a través del otro.
Expedito había aprendido a confeccionarse un traje por sí mismo, mostrando así su deseo de ascenso social, su anhelo de metamorfosis; en cambio el narrador tiene el futuro resuelto de antemano y es la antítesis de su amigo. Es un personaje obsesivo en sus deseos de experimentación; es un buen observador y “[…] su desmedida curiosidad por las reacciones de sus semejantes le conducía a someterlos a las más diversas pruebas y trabajos.” Cuando algo despierta su interés, este algo se convierte en una idea fija y está dispuesto a cualquier cosa para lograr sus objetivos, precisamente lo que no hace H.J.K., más razonable pero al mismo tiempo sin ninguna pasión, ni siquiera por sus estudios en leyes. José Eduardo Expedito pasa de un tema de investigación a otro, se ocupa de personas, idiomas extranjeros, cocina francesa, insectos, poemas, etc. Le gusta fastidiar a los demás, ponerles a prueba, pelearse con ellos, y le interesa provocar lo que él llama “imágenes”.
A lo largo del cuento, Expedito convierte en su pareja a la sueca Ulla Goldberg y el narrador afirma que la mujer es la menos atractiva en el mundo y todo en ella le provoca repulsión, un sentimiento que se acrecentará a lo largo del relato. En una ocasión H.J.K. va a visitarles y encuentra a Ulla adelgazada, pálida y su amigo se porta con ella con desprecio, la humilla. Igual que los objetos que Expedito modificaba para disimular que no eran suyos y para convertirlos en propios, Ulla también ha cambiado por su culpa, y más adelante el narrador dice haber comprendido el porqué: el amigo se había aficionado a la sadopornografía, y le enseña sus colecciones de libros, revistas y de unos aparatos, máquinas y herramientas de tortura a las que sometía a la mujer, o esto es lo que piensa el narrador.
Lo que Expedito llama imágenes son las reacciones de sometimiento de las personas a sus estímulos, de cualquier tipo, antes verbales y luego físicas, en este caso son los sufrimientos que le inflige a Ulla, verdaderas perversiones. Son las sumisiones a su poder.
Son incluso imágenes de metamorfosis, de un cambio que él introduce en la persona, animal u objeto; es el resultado que logra, unas verdaderas imágenes nuevas, que él mismo provoca, por esta razón puede considerarse un “provocador de imágenes”. Toda su vida gira alrededor de esto: cuando por ejemplo introduce una mantis religiosa en el terrarium de un escorpión, o cuando provoca el enfado de los maîtres, o se fingía tartaja o ceceoso para ver la reacción de quien lo escuchaba; se transforma a sí mismo para que los otros lo vean constantemente diferente (con una identidad que Bauman ha definido “líquida”). Expedito corresponde a un personaje maniacal, obsesionado por su proyecto de provocar imágenes desafiando a todos y viviendo en un eterno presente donde tiene mil objetivos, los cuales lo impulsan a una actividad frenética.
Expedito ha llegado a la forma más extrema para experimentar las metamorfosis y provocar las imágenes, convertiendo a Ulla en un objeto sexual. Expedito representa una tipología de hombre que actúa de forma maniacal y que se metamorfosea sin parar, modificando la vida de otras personas.
H.J.K., disgustado por la situación y por la imagen aparecida en su mente de la relación sado-maso de la pareja -el amigo había logrado provocar una imagen más-, huye de la casa de su amigo pero confiesa: “[…] la sombra de Ulla no dejó de atormentarme durante algunas semanas.” Entonces empieza a reflexionar sobre la razón de toda aquella aversión, de por qué la veía: “[…] como un ser inhumano fuera de toda posible lógica. […] Recorrí mentalmente su cuerpo insignificante, su piel mortecina, aquellos labios viscosos, su mirada.” Si la mujer es objeto de atracción y de deseo perverso por parte de Expedito, en cambio es objeto de odio y repulsión para el narrador.
El narrador cita a tres entre los más célebres personajes que representaban el miedo a lo innombrable, a una dimensión desconocida y sin forma -lo que para él era muy semejante a Ulla-, es decir Frankenstein, Drácula y Hyde. Finalmente une la figura de Ulla a la de Hyde, con todo lo que puede significar: “Hyde provocaba una aversión indefinible emanada de su propia inhumanidad. Como Ulla Goldberg. Exactamente igual que Ulla Goldberg. […] Ulla, intenté convencerme, no existe.” Ulla es como Hyde, el cual representa también el doble que habita en cada persona. Vemos que ambos los hombres, H.J.K. y Expedito, no consideran a la sueca como una mujer, una persona, sino como un objeto, el primero en una dimensión fantástica que remite a un personaje inhumano, donde Ulla es solamente carne -ni siquiera un cuerpo- que desempeña la función de cobaya para los experimentos de su pareja.
Un día encuentra al amigo en una taberna. Éste está completamente borracho y le revela: “«Ulla», dijo solemnemente Eduardo, «es una Provocadora.» […] era la más grande provocadora de imágenes que ser alguno pudiera concebir.” Ulla le había engañado porque, mientras él se creía un gran provocador de imágenes que lograba someter a cada cual a sus caprichos, era ella la provocadora que lo estudiaba y lo observaba a escondidas, luego lo describía todo en una agenda que una mañana el hombre había leído. H.J.K. se da cuenta de que Ulla aparentaba una personalidad y al mismo tiempo escondía otra. La borrachera del amigo le provoca una metamorfosis, en primer lugar lingüística porque empieza a hablar en varios idiomas, mezclando castellano, catalán, alemán y un idioma incomprensible, y en segundo lugar física, andando a gatas por el suelo: se ha burlado al burlador quien ha regredido a un estado infantil o animal; Ulla había provocado este cambio, esta imagen de desesperación y de pérdida de identidad, lingüística y humana.
Cuando H.J.K. toma las riendas de la situación y se convierte él mismo en provocador de imágenes para vengar a su amigo o simplemente para humillar a aquella mujer que siempre había detestado, diciéndole que Expedito se había convertido en un ilustre cervezólogo, parece que la influencia de Expedito sobre él se haya desvanecido y que ahora se siente más fuerte y autorizado a actuar.
Este cuento, a mitad entre lo absurdo y lo extraño, poblado por unos personajes obsesivos y equivocados, subraya varios aspectos y consecuencias de la metamorfosis y sus desarrollos como tema central en la literatura fantástica. La metamorfosis parece necesaria en la época posmoderna para seguir el ritmo de la sociedad, pero al mismo tiempo puede llevar a la alienación.