Descripción médica de la locura de DQ (no hace falta estudiar este apartado, pero es curioso de leer y aprenderéis mucho).
En cualquier caso y desde hace más de dos siglos, médicos de distintas especialidades, sobre todo psiquiatras y ahora también neurólogos, han discutido el tipo de locura que padeció don Quijote. El primero conocido fue el médico francés Philippe Pinel (1745-1826) –Traité medico-philosophique sur l´alienation mental ou la manie. París: Caille et Ravier; 1801-, que definió al hidalgo como “un ejemplo admirable de monomaníaco”. Antonio Hernández Morejón (1773-1836) –Bellezas de medicina práctica en el Ingenioso Caballero Don Quijote de la Mancha, compuesto por Miguel Cervantes Saavedra, Madrid: Oficina de don Tomás Jordán; 1836-, de acuerdo con la ciencia psicológica de su época, vio en el personaje una alteración colérica y melancólica de la personalidad. Después vendría una sucesión interminable de trabajos originales, de mayor o menor fortuna, o simples “refritos”, que plantean diagnósticos cada vez más precisos y definidores, unos muy estimables, pero otros tan estrambóticos que no son propios de revistas científicas, ni tan siquiera de divulgación, sino ajustadas publicaciones sensacionalistas o chascarrillos. Y es que, tal y como mantiene el filósofo y médico español Diego Gracia Guillén (Madrid, 1941) –Variaciones en torno al tema de la locura de Don Quijote. Madrid: Real Academia Nacional de Medicina; 2005-, aunque Cervantes fuese un excelente nosógrafo y no pueda negarse la licitud de tomar a don Quijote como personaje real y encajarle en una categoría diagnóstica, no se puede reducir la obra a una visión médica y describir la vida de un loco, tal como lo entiende la psiquiatría, pues su significado va mucho más allá.
- La locura de DQ se entiende según las doctrinas médicas de la antigüedad desde la Grecia clásica, según las cuales el cuerpo humano está formado de 4 humores:
Sanguíneos, las personas con un humor muy variable.
Melancólicos, personas tristes y soñadoras.
Coléricos, personas cuyo humor se caracterizaba por una voluntad fuerte y unos sentimientos impulsivos, en las que predominaba la bilis amarilla y blanca.
Flemáticos, personas que se demoran en la toma de decisiones, suelen ser apáticas, a veces con mucha sangre fría, en las cuales la flema era el componente predominante de los humores del cuerpo.
En esta clasificación, DQ pertenece al tipo colérico – melancólico.
Evolución de la locura de don Quijote (según Martín de Riquer, “Aproximación al Quijote”).
La locura de DQ se desarrolla de tres maneras diferentes durante toda la obra.
Primera parte, capítulos 1 al 5. Don Quijote desfigura la realidad, la acomoda a sus fantasías y se desdobla en otros caballeros.
– apaleamiento de los mercaderes y retorno a su aldea.
Primera parte, capítulos 7 al 52. Don Quijote desfigura la realidad según modelo caballeresco, lo que le lleva a un conflicto con los parámetros de la realidad.
– RTVE, 5m. Los rebaños.
Segunda parte. Don Quijote no es víctima de su fantasía; los demás le hacen actuar como un caballero.
– La aventura del caballo Clavileño.
El episodio de las tres labradoras señala la tercera fase de la locura de don Quijote. En la primera parte (2a fase de su locura), don Quijote, ante la realidad vulgar y corriente, se imaginaba un mundo ideal y caballeresco. Hasta ahora lo normal ha sido que don Quijote transforme en valores de belleza y heroísmo lo que es corriente e incluso vil y bajo. Cuantos le rodeaban, en primer lugar Sancho, han hecho todo lo posible para desengañarle de su error y para hacerle ver que aquello que toma por gigantes, por ejércitos, por castillos o por un rico yelmo no son sino molinos de viento, rebaños, ventas y una vulgar bacía de barbero. Y ante esta disparidad don Quijote ha respondido que los malignos encantadores, envidiosos de su gloria y obstinados en dañarle, le transforman lo noble y elevado en vulgar y bajo.
Pero ahora, al iniciarse la tercera salida de don Quijote, observamos que este aspecto se ha invertido. Sancho, que antes se afanaba en hacerle ver que no había tales gigantes ni tales ejércitos, sino molinos de viento y rebaños, ahora le pone ante sí tres feas aldeanas y sostiene que él «está viendo» a tres encumbradas damas, y ahora, precisamente, los sentidos no engañan a don Quijote, que ve la realidad tal cual es: tres zafias labradoras. Y naturalmente, la culpa la tendrán los encantadores, que sólo para don Quijote han mudado la realidad, pero ahora inversamente a cómo ocurría en la primera parte.
La diferencia entre un tipo de aventura y otro, o sea entre las de la primera parte y las de la segunda, se advierte en dos frases paralelas. Cuando don Quijote afirmó que veía dos inmensos ejércitos a punto de entrar en batalla y que oía relinchar los caballos y sonar los clarines, Sancho respondió: «No oigo otra cosa sino muchos balidos de ovejas y carneros» (1, 18). Ahora, cuando Sancho le insiste en que avanzan por el camino Dulcinea y sus dos doncellas, don Quijote afirma: «Yo no veo sino a tres labradoras sobre tres borricos» (11, 10). Los papeles se han invertido.