Si La Regenta fuera tan solo una novela atrevida y escandalosa, su interés como obra literaria hubiera durado lo mismo que su capacidad de llamar la atención. Pero en su día no fue una obra de éxito entre el público ni tampoco alcanzó un gran reconocimiento de la crítica. Si sobrevivió a un largo período de ostracismo y pudo ser unánimemente reconocida como una de las mejores novelas de la literatura española, fue porque tiene grandes aciertos que la convierten en una obra clásica, que supera las circunstancias históricas en las que fue creada.
Las técnicas narrativas de LR son una mezcla de aceptación y refutación de los preceptos naturalistas, que propiciaban que el narrador fuese una figura tan neutra y objetiva que fuese casi inexistente. Además, el punto de vista narrativo en la novela no siempre es el mismo, sino que se adapta a la situación que Clarín está describiendo.
a) En contra del dogma naturalista, que prescribía la casi desaparición del autor en aras de la objetividad, Clarín hace intervenir al narrador en tercera persona omnisciente subjetivo, que a veces da la razón a alguno de los personajes (“Tenía razón el delantero. De Pas no se pintaba. Más bien parecía estucado”), o certifica alguna creencia de un personaje (“Porque además del primer anticuario de la provincia, creía ser y esto era verdad el hombre más fino y cortés de España”). Este narrador alardea de saber mucho más que sus personajes: “Esta señora que llamaban en Vetusta la Regenta, porque su marido, ahora jubilado, había sido regente de la Audiencia, nunca supo la ardiente pasión del arqueólogo”. Y sabe también lo que ocurriría en un futuro hipotético: “Si los pilletes hubieran osado mirar cara a cara a don Fermín, le habrían visto, al asomarse en el campanario, serio, cejijunto”
b) El naturalismo, en su búsqueda de la objetividad, trató de compensar las intervenciones del narrador mediante el estilo indirecto libre: sustituir las reflexiones que el autor suele hacer por su cuenta respecto de la situación de un personaje, con las reflexiones del personaje mismo, empleando su propio estilo, pero no a guisa de monólogo, sino como si el autor estuviera dentro del personaje mismo y la novela se fuera haciendo dentro del cerebro de este . Veamos un ejemplo:
“Aquel día había recibido antes de comer un billete perfumado de su amiguita Obdulia Fandiño, viuda de Pomares. ¡Qué emoción! No quiso abrir el misterioso pliego hasta después de tomar la sopa. ¿Por qué no soñar? ¿Qué era aquello?”
c) Otras veces accedemos a los pensamientos del personaje de manera directa, mediante monólogos interiores, que reproducen los pensamientos de un personaje sin la mediación del narrador: “¿Y Petra? ¡Maldita Petra…! ¡Es ella quien me hace tan desgraciado…!”.
d) En algunas ocasiones, el narrador asume el papel de mero observador, de narrador testigo o externo, que no sabe más que lo que ve o lo que oye:
“Lo primero es lo primero –dijo el de Palomares, aludiendo a la Divinidad y haciendo una genuflexión (no se sabe si ante la Divinidad o ante el provisor)”.
e) La sexualidad tiene un papel importante en La Regenta, pero el tema está tratado con una gran delicadeza, utilizando simbolismos cargados de erotismo, que se anticipan a los freudianos: “Don Fermín, risueño, mojaba un bizcocho en chocolate; Teresa acercaba el rostro al amo, separando el cuerpo de la mesa; abría la boca de labios finos y muy rojos, con gesto cómico sacaba más de lo preciso la lengua, húmeda y colorada; en ella depositaba el bizcocho don Fermín, con dientes de perlas lo partía la criada, y el señorito se comía la otra mitad.”
f) Otro recurso utilizado con maestría a lo largo de toda la novela es la ironía. El mismo íncipit de la novela ya es una rotunda afirmación irónica: “La heroica ciudad dormía la siesta”. Un poco más adelante se amplía: “Vetusta, la muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo, hacía la digestión del cocido y de la olla podrida”. Este comienzo nos indica uno de los temas centrales de la obra: la crítica de una ciudad hipócrita, anclada en el pasado.
g) No abundan los diálogos, pero están perfectamente ajustados al nivel de lenguaje de los personajes y a la situación. Por ejemplo, aquí vemos una perfecta imitación del lenguaje coloquial usado por las tías de Ana, representativas de las mujeres de clase media. Por ejemplo, al hablar de un tema delicado, su hipocresía las lleva a evitar decir las cosas claramente, por eso prefieren insinuar, sugerir, aludir, sobreentender…
” Estoy temblando, ¿a que no sabes por qué? decía doña Anuncia.
¿Si será por lo mismo que a mí me preocupa?
¿Qué es?
Si esa chica… Si aquella vergüenza.
¡Eso!
¿Te acuerdas de la carta del aya?
Tenía la chiquilla doce o catorce años, ¿verdad?
Algo menos, pero peor todavía. Y tú crees… que… ¡Bah! Pues claro. ”