25.- Personajes. Determinismo y condicionantes del carácter de Ana Ozores.

Determinismo genético: su origen familiar (sus padres).

Determinismo social: su clase social (la nobleza decadente de Vetusta).

Determinismo del medio: la ciudad, el barrio, las costumbres (un barrio antiguo de una ciudad gris y las veleidades sociales).

 

Siguiendo  los preceptos naturalistas, Clarín pretende analizar en LR un tema que era ya fructífero en otras novelas realistas como Madame Bovary o Anna Karenina: cómo una mujer de buena cuna puede caer en el el adulterio y la deshonra. En Ana conviven varias mujeres: una heroína romántica, una enferma de histerismo, una narcisista, una mujer marcada por su infancia…

Clarín es pionero en dar importancia a la infancia de Ana en su futuro carácter, algo poco habitual en las novelas de antes del Realismo. Esta había sido marcada por la nostalgia de un amor maternal (una modista italiana de origen plebeyo) que nunca tuvo, así como de un irregular trato de su padre, (un noble librepensador implicado en política, que protagonizaba largas ausencias y que había educado a Ana en el cosmopolitismo), que además murió muy pronto también. Además, Ana también había sido señalada desde pequeña por un pecado, el de la barca de Trébol, que no había cometido. Desde entonces, aprendió a reprimir todos sus impulsos espontáneos, fruto de una educación hipócrita y puritana. Las tías de Vetusta que la acogieron después de la muerte de su padre tan solo pretendían encontrarle un buen marido, y se decepcionaron cuando Ana rechazó la petición del indiano enriquecido Frutos Redondo, huyendo del cual elige como marido a Víctor Quintanar, antes que hacerse monja. Su matrimonio, por tanto, es producto de unas casualidades mal enlazadas, no de un proyecto vital. Además, la elección de Ana no es del todo libre, pues tanto la presión de sus tías como de su honra, como del contexto social (el priorizar el cargo de magistrado de Quintanar por delante de otros factores, como la edad o el carácter) determinan el error de Ana.

La vida familiar de Ana es insatisfactoria y de su marido tan solo obtiene cordialidad, cuidados y besos paternales. La distancia entre ambos esposos se marca incluso lingüísticamente, pues Ana se dirige a su marido como “Quintanar” (lo que le sirve a ella para detectar una mentira de Petra cuando esta refiere que la oyó hablar en sueños).  Ana intenta curar esa angustia con la ayuda equívoca de Fermín, con el misticismo primero, y luego con una pasión ilegítima por Álvaro Mesía. El entorno social (la nobleza decadente de La Encimada) contribuye a ello para arrastrar a Ana a su inercia de engaño. Hasta llegar a este momento, Ana es una mujer ciclotímica, de grandes efusiones sentimentales que van oscilando, como su dedicación a ser una beata (con el cénit de su exhibición en SEmana Santa), hasta su entrega sexual a Álvaro. Ana puede enfermar durante meses y permanecer convaleciente y luego participar con entusiasmo contenido en algunas reuniones sociales, en casa de doña Petronila en sus períodos místicos, y luego en casa de los de Vegallana o en el teatro en sus momentos de expansión, así como sus estancias de ocio en El vivero. También puede interpretarse que sus problemas de salud y de afectividad (que le hacen entregarse a la seducción interesada de Álvaro) tienen origen en la castidad forzosa (la represión sexual), más que en alguna otra causa como la enfermedad de la histeria, que estaba siendo profusamente estudiada en esa época.

Al final de la novela (y de su vida), el marido de Ana la justifica en gran parte , pues Ana se ha sentido admirada (y luego deseada) desde que era niña. Cuando había vivido en Granada con Víctor ya había recibido las atenciones de un inglés que la perturbaron  y le habían dejado la piel de tigre que sigue conservando. Lo que le sucede es que cae en brazos de un hombre equivocado, Álvaro Mesía, que encarna la hipocresía vetustense en todas sus facetas políticas y personales (pues engaña a la propia Ana). El rechazo que sufre al final de la novela por parte de todos los estamentos de Vetusta que la han empujado al adulterio, así como de Fermín, (con el detalle del beso de sapo que recibe por parte de Celedonio) manifiestan el desprecio que sufre por parte de quien antes también la ha deseado; cabe recordar que Álvaro había huido cobardemente de Vetusta.

Por tanto, parece que Clarín adjudica a la gran distancia entre los deseos y la realidad de Ana el origen de sus crisis y sus vaivenes emocionales. El naturalismo de LR suaviza por tanto los motivos genéticos y fisiológicos a la hora de explicar el carácter de las personas, y da más importancia a la educación (debido a la influencia filosófica del krausismo) y al contexto social.

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