23.- Quevedo y el conceptismo.

-El conceptismo, asociado a la figura de Quevedo, es una de las dos corrientes poéticas del Barroco, en rivalidad con el culteranismo de Góngora.

-Definición: Baltasar Gracián, en Agudeza y arte de ingenio, 1648: concepto”un acto de entendimiento que exprsa la correspondencia que se halla entre los objetos”.

-Lema: lo bueno si breve, dos veces bueno.

-Ejemplo: la descripción de Maese Cabra en El buscón, de F. de Quevedo: ” era un clérigo cerbatana” (alto, delgado, seco, de poca inteligencia, con maldad).

-Retóricamente, se sirve sobre todo de antítesis, metáforas, laconismos, dobles sentidos…

-Se busca siempre la novedad de ingenio y de asociación de ideas para provocar admiración y excitar la inteligencia.

-Recursos lingüísticos:
*sustantivo que funciona como adjetivo: “nariz sayón y escriba”.
*modificaciones morfológicas: “naricísimo”.
*modificación del significado de palabras existentes: “si, cual calvino soy, fuera Lutero / contra el fuego no hay cosa que me valga”).
*hipérboles desmesuradas: “y si cuentan su edad de cabo a rabo / puede el guarismo andarse a buscar miles”.
*trasladar el significado de una palabra a otra: “los médicos con que miras / los dos ojos con que matas”.
*uso humorístico de latinismos: “barba de memento homo”
*modificación humorística de refranes: “Escarmentad en mí todas / que me casaron a zurdas / con un capón de cabeza”.
*invención de palabras nuevas: “antes que calvicasadas / es mejor verlas difuntas”, “que porque el fuego tiene mariposas / queréis que el mosto tenga marivinos”.
*repeticiones burlescas: “llegaron al negro patio / donde está el negro aposento / donde la negra boda / ha de tener negro efecto”.
*aliteraciones cacofónicas (malsonantes): “clavel almidonado de gargajo” “con testa gacha toda charla escucho”.
*rimas burlescas (íbidem).

Temas de las poesías burlescas de Quevedo: el dinero, las dueñas, los cornudos,los calvos, los médicos, los boticarios, viejas que disimulan la edad, los coches…

Poemas burlescos de Quevedo:
a) “Si eres campana, dónde está el badajo” (fotocopia).
b) A un hombre de gran nariz.
c) Madre, yo al oro me humillo.

Ejemplo paradigmático de conceptismo. La descripción que hace Quevedo del Maese Cabra en La vida del buscón, I, III.
Él era un clérigo cerbatana, largo sólo en el talle, una cabeza pequeña, los ojos avecindados en el cogote, que parecía que miraba por cuévanos, tan hundidos y oscuros que era buen sitio el suyo para tiendas de mercaderes; la nariz, de cuerpo de santo, comido el pico, entre Roma y Francia, porque se le había comido de unas búas de resfriado, que aun no fueron de vicio porque cuestan dinero; las barbas descoloridas de miedo de la boca vecina, que de pura hambre parecía que amenazaba a comérselas; los dientes, le faltaban no sé cuántos, y pienso que por holgazanes y vagamundos se los habían desterrado; el gaznate largo como de avestruz, con una nuez tan salida que parecía se iba a buscar de comer forzada de la necesidad; los brazos secos; las manos como un manojo de sarmientos cada una. Mirado de medio abajo parecía tenedor o compás, con dos piernas largas y flacas. Su andar muy espacioso; si se descomponía algo, le sonaban los huesos como tablillas de San Lázaro. La habla ética, la barba grande, que nunca se la cortaba por no gastar, y él decía que era tanto el asco que le daba ver la mano del barbero por su cara, que antes se dejaría matar que tal permitiese. Cortábale los cabellos un muchacho de nosotros. Traía un bonete los días de sol ratonado con mil gateras y guarniciones de grasa; era de cosa que fue paño, con los fondos en caspa. La sotana, según decían algunos, era milagrosa, porque no se sabía de qué color era. Unos, viéndola tan sin pelo, la tenían por de cuero de rana; otros decían que era ilusión; desde cerca parecía negra y desde lejos entre azul. Llevábala sin ceñidor; no traía cuello ni puños. Parecía, con esto y los cabellos largos y la sotana y el bonetón, teatino lanudo. Cada zapato podía ser tumba de un filisteo. Pues ¿su aposento? Aun arañas no había en él. Conjuraba los ratones de miedo que no le royesen algunos mendrugos que guardaba. La cama tenía en el suelo, y dormía siempre de un lado por no gastar las sábanas. Al fin, él era archipobre y protomiseria.

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