Posición ideológica de la autora
A.M. Matute escribió, sobre Luciérnagas: “Los protagonistas son varios adolescentes que no saben por qué se están matando sus hermanos mayores y que no comprenden por qué tienen ellos que recibir las consecuencias. No es una novela política, sino que es humana (El País, 27.10.2012).
Así, hay que entender las luchas de Sol y Eduardo como su intento de salir adelante en un país destruido. Eduardo es un adolescente desclasado que aprovecha la Guerra para construirse un futuro que sea solo suyo, lejos del camino que le había diseñado su padre. Su rebeldía se concreta en su alianza con el grupo del Chano y los hermanos Barrero, pertenecientes al bajo proletariado o directamente a la marginalidad social. A Eduardo “no le importaban los motivos de la revolución, ni se sentía solidarizado, ideológicamente, con aquellos hombres” (p. 83). “Las revoluciones no se hacen por nada. No sé yo en esta quién tiene razón, ni me importa tampoco. Pero ya he dejado de sentirme su víctima. Prefiero considerarme una de sus consecuencias (p. 110). Su rebeldía contra su origen burgués, por tanto, no es política, sino personal, basada en la lucha contra un destino familiar predetinado para él.
Sol une su destino a Cristián contraviniendo su origen burgués, con la intención de salir adelante y construirse un futuro juntos, unidos por el amor. Las diferencias políticas o sociales entre ellos son borradas: “No tenemos ningún carnet, no pertenecemos a ningún partido ni sindicato (…) No dispararé un solo tiro. No conozco “míos” ni “tuyos” (p. 266). Sol también quiere huir del molde familiar, pues no desea seguir el estereotipo de mujer que ve en su madre (doméstica, retraída) pero es la Guerra quien le hace salir de su hogar, pues su rebeldía es pasiva.
La novela plantea que existe una confrontación social, no política, en la sociedad. No podía ser de otra forma en pleno franquismo. Además, la Censura vigilaba porque las obras publicadas no fuesen contra los principios del Movimiento nacional. Así, se plantea que existe una injusticia de los poseedores contra los desposeídos, y es con estos con quienes Eduardo y Sol parecen sintonizar, como unos burgueses con mala conciencia de clase. Las niñas pobres eran “otro mundo, otra raza” (p. 21), dice Sol cuando adquiere la certeza de su existencia:
Cristián y Sol, gracias al amor, superan esa barrera. Pero en la segunda y tercera versión del final de la novela el pesimismo, de influencia existencialista, impone un final trágico. El embarazo de Sol (“Dentro de ella, otro corazón, otros sueños (…) algo que sentía en su ser, misterioso y amado” (p. 307) no abre perspectivas esperanzadoras: “…en aquel hombre, que caía, rodando hacia la carretera, Sol sintió su propia vida, destruida” (p.308)
Aunque no hay tesis política, la novela está escrita desde una cosmovisión franquista. Los “malos” son republicanos (Boloix, Pablo) que reciben su castigo. Pablo se arrepiente: “Me equivoqué. Nunca tuve razón” (p. 233). No aparece ningún republicano positivo (Cloti ha sido maltratada por la vida, y por eso llega a odiarla). Y la ocupación de Barcelona es presentada como una liberación.