Cristina F. Cubas pertenece a la corriente neofantástica, la que ha actualizado el género creado en el siglo XIX por Edgar Allan Poe y luego desarrollado por autores como H.P. Lovecraft.. Algunos de los autores del siglo XX que más han influido en CFC han sido Jorge Luis Borges y Julio Cortázar. Su obra se ha relacionado con la de autores como Pere Calders.
En los relatos de CFC, por tanto, aparecen sucesos y personajes que son verosímiles, pero que cobran un sentido diferente por encontrarse en un entorno que no les pertenece o simplemente porque sus acontecimientos carecen de la lógica esperada de la realidad (basada en la relación de causa-efecto). Debido a que en sus relatos suelen aparecer elementos normales y corrientes, la irrupción de eventos aparentemente inexplicables o sobrenaturales resulta más inquietante. Así pues, la literatura neofantástica quiere poner de relieve la extrañeza de nuestro mundo si no consideramos que los elementos irracionales también forman parte de él.
El género fantástico se desarrolla en el siglo XIX, después de la consolidación del racionalismo. Se define como aquel que tiene elementos que rompen con las normas de la realidad. En el género fantástico, es necesaria la vacilación o incertidumbre del lector ante los hechos narrados, y suele haber presencia de lo sobrenatural. Elementos que lo caracterizan: el doble, el espejo, los fantasmas, los umbrales, el viaje iniciático, los mensajeros, los mundos paralelos regidos por otras normas, la ruptura de las leyes biológicas como el paso del tiempo y la muerte.
Los relatos de CFC son también una reflexión sobre las posibilidades que la fantasía nos proporciona para obtener una visión distinta, más compleja, de la realidad. La estética de lo fantástico pone de relieve lo inexplicable de la conducta humana, al tiempo que nos muestra cómo lo familiar puede convertirse en extraño, en algo incontrolable e incluso siniestro, valiéndose, por ejemplo, de las posibilidades que pueden esconder objetos y lugares cotidianos (la mermelada de fresa, el reloj de Bagdad, el escondite infantil). Por ello, CFC utiliza en sus relatos los elementos del género fantástico ,pero limita mucho la presencia de lo sobrenatural.
La autora aconseja silenciar las voces de la razón y debilitar “ese rincón del cerebro empecinado en escupir frases aprendidas y juiciosas, dejar que las palabras fluyan libres de cadenas y ataduras”. Por eso, CFC utiliza la ambigüedad para ocultar o sugerir más que para mostrar; dosifica la información y exige atención al lector, a veces mediante la presencia de narradores poco fiables. La autora evita los efectismos (presencia gratuita del terror) que lastran con frecuencia el género fantástico. En sus relatos muestra aquellos elementos que escapan a un análisis empírico y lo hace con una intensidad que invita a cuestionarse las certezas de la vida corriente.
CFC considera que la “realidad no es plana, sino que tiene agujeros negros”. Su obra se considera “la reinauguración en España de la literatura que parte de Poe y Cortázar”. Sus cuentos suponen una “forma de verbalizar una concepción del mundo no sujeta a las categorías racionales”. El objetivo es “poner en duda la aparente estabilidad en que creemos vivir”. CFC se introduce en las brechas de la realidad mediante la transgresión de las leyes de la causalidad, la rebeldía contra los límites espacio-temporales, los mundos paralelos, las metamorfosis, el doble y la disolución de la identidad individual.