14.- Melibea como personaje trágico.

Melibea tiene afinidades con Laureola, la protagonista femenina de la Cárcel de amor, aunque no en el grado de Calisto: ambas reciben la visita de un intermediario, y se indignan ante su presencia. Melibea es de nobleza más alta que la de Calisto, y queda por resolver la relación que su madre, Alisa, había tenido con Celestina tiempo atrás.

La belleza de Melibea es motivo de debate durante la obra. Para Calisto, esta tiene los rasgos que marcaban los cánones de la época:

Comienzo por los cabellos. ¿Ves tú las madejas del oro delgado, que hilan en Arabia? Más lindos son e no resplandecen menos. Su longura hasta el postrero asiento de sus pies; después crinados y  atados con la delgada cuerda, como ella se los pone, no ha más menester para convertir los hombres en piedras. (…). Los ojos verdes, rasgados; las pestañas luengas; las cejas delgadas e alzadas; la nariz mediana; la boca pequeña; los dientes menudos e blancos; los labios  colorados e grosezuelos; el torno1del rostro poco más luengo que redondo; el pecho alto; la redondez e forma de las pequeñas tetas, ¿quién te la podría figurar? ¡Que se despereza el hombre quando las mira! La tez lisa, lustrosa; el cuero suyo escurece la nieve; la color mezclada, qual ella la escogió para sí.

(…) Las manos pequeñas en mediana manera, de dulce carne acompañadas; los dedos luengos; las uñas en ellos largas e coloradas, que parescen rubíes entre perlas. Aquella proporción, que veer yo no pude, no sin duda por el bulto de fuera juzgo incomparablemente ser mejor, que la que Paris juzgó entre las tres Deesas.

Mientras tanto, Areúsa la describe de forma antética:

“Pues no la has tú visto como yo, hermana mía; Dios me lo demande si en ayunas la topasses, si aquel día pudiesses comer de asco. Todo el año se está encerrada con mudas de mil suziedades. ..Las riquezas las hacen a éstas hermosas y ser alabadas, que no las gracias de su cuerpo, que assí goze de mí, unas tetas tiene para ser donzella como si tres vezes oviesse parido; no parescen sino dos grandes calabazas.”

Interiormente, Melibea es misericordiosa; si no, no hubiese entregado a Celestina su cinturón. La crítica se debate entre las causas de su amor hacia Calisto: podría haber venido por la obnubilación que le produciría el demonio, invocado por Celestina para preparar la madeja de hilo que le abre las puertas de la casa de Alisa y Pleberio, o este amor podría ser producto de causas más naturales, como el encierro, la inocencia o el desconocimiento de una doncella de unos veinte años. Es destacable que con Calisto y con Celestina se comporta de forma parecida: despreciándolos en el inicio de sus visitas para luego acogerlos con efusividad.

Una vez que ya está enamorada de Calisto, no escatima riesgo para concertar una cita, poniendo en peligro su honor y su alma. Este amor la lleva a convertirse en un personaje trágico: Melibea es alguien entregada a una causa, Calisto (“Faltándome Calisto, me falte la vida, la qual, por que él de mí goze, me aplaze” (XVI, 538) pero que está rodeada de diferentes elementos del destino que luchan contra este deseo: sus padres, que piensan en casarla; su virginidad perdida, el pecado, el secreto que ya ha sido desvelado, el azar … Melibea no acepta límites en su vivencia del amor, pero será castigada por la máxima de Heráclido que encabeza el prólogo de la obra: “Todas las cosas ser criadas a manera de contienda o batalla”.

Así se explica su suicidio: decide quitarse la vida por no aceptar el aura mediocritas de la ausencia del paraíso que ha conocido en Calisto. Aparte de  un aleccionamiento para los lectores de la obra con el fin de que no caigan en los vicios del loco amor, hay una grandeza renacentista en Melibea: su vida se queda pequeña ante las aspiraciones del amor absoluto que ha experimentado. La muerte de Calisto la devolvería a su papel de mujer custodiada, con la única función de preservar el linaje y la riqueza familiar. Por tanto, puede entenderse su muerte como un acto de rebeldía contra el destino que le estaba reservado, así como puede entenderse como la culminación ejemplarizante de quienes habían cometido pecado.

“¡O lastimada de mí, o mal proveída donzella! ¿Y no me fuera mejor conceder su petición y demanda ayer a Celestina quando de parte de aquel señor cuya vista me cativó me fue rogado, y contentarle a él, y sanar a mí, que no venir por fuerça a descobrir mi llaga quando no me sea agradescido, quando ya desconfiando de mi buena respuesta aya puesto sus ojos en amor de otra? ¡Cuánta más ventaja toviera mi prometimiento rogado que mi affrecimiento forçoso! ¡O género femenino, encogido y frágile! ¿por qué no fue también a las hembras concedido poder descobrir su congoxoso y ardiente amor, como a los varones? Que ni Calisto viviera quexoso ni yo penada.” (X).

Melibea asume su responsabilidad en el momento de su suicidio. Su discurso antes su padre no busca disculpa, aunque sí comprensión. Acepta su destino y sus consecuencias (“No culparás mi yerro”). No quiere vivir en contra de sus convicciones, aunque este acto incluya una rebelión contra el orden de su clase social y de su época.

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