Ejercicio de comprensión lectora en profundidad, que exige un análisis combinado de fondo y forma. Hay que saber distinguir actos, escenas y acotaciones. Hay que analizar tiempo, espacio y personajes. Hay que saber caracterizar monólogo y diálogo, este último valorando la situación comunicativa: registros, elipsis, sobreentendidos… Si se trata de teatro en verso, es fundamental analizar las figuras retóricas. El alumnado ha de ser capaz de construir un texto de carácter ensayístico, combinando esquemas explicativos y argumentativos y refiriéndose al argumento de las obras.
- Contextualizar el fragmento dentro de la obra con referencias al argumento.
- Resumen breve.
- Temas clave de la obra que aparecen en este fragmento.
- Análisis de los personajes y de sus funciones básicas.
- Caracterización estilística que valore forma y fondo del diálogo de los personajes.
- Plano fónico: repeticiones en general, onomatopeya, aliteración, paronomasia, etc
- Plano morfosintáctico: estilo nominal; epítetos; hipérbaton, quiasmo, paralelismo, enumeraciones en asíndeton y en polisíndeton, paralelismo, anáfora…
- Plano léxico-semántico: campos semánticos; tropos: metáfora, metonimia, alegoría, hipérbole, ironía, sinestesia…; figuras: antítesis, oxímoron, paradoja, comparación, descripción, digresión…
- Recapitulación y conclusión.
- Durante todo el comentario, conviene mencionar el nombre y mostrar conocimiento del lenguaje propio de técnicas dramáticas: acto, escena, acotación, tiempo, espacio, monólogo, diálogo.
EJEMPLO. CALISTO Y MELIBEA ANTE EL AMOR.
Para personajes de la nobleza, lo proppio era moldear sus sentimientos amorosos a través de los códigos del amor cortés, modelo de comportamiento originado y transmitido en la lírica provenzal. Si bien el modelo de Calisto lo podemos hallar en una obra cercana a la de Rojas (el caballero Leriano de La cárcel de amor, de Diego de San Pedro), en ambas subyacen los ideales del secreto amoroso que debía salvaguardar el honor de la amada, así como la entrega distante al sufrimiento amoroso a que estaba destinado este sentimiento, tan codificado que incluso poseía una serie de grados que había que seguir irremisiblemente hasta llegar al objetivo que Calisto: el encuentro sexual con Melibea.
Si reparamos en la actitud de Calisto frente al amor, nos damos cuenta de que su acción es presentada como una parodia de este código cortés, al que quebranta, así como a la fe cristiana. Ya en su primera declaración se muestra a Calisto como un enamorado temerario y desconsiderado al iniciar precipitadamente el diálogo con Melibea. Se salta el período largo de la espera, silencio y paciencia, y proclama sus sentimientos de amor sin tapujos en el mismo huerto donde la conoce, a lo que le sucede la enfermedad de amor que descubre Sempronio. No obstante, a medida que Calisto va sufriendo su dolor, sí que aparecen ciertos aspectos del amor cortesano. De esta forma, él no sólo se prenda de su belleza, sino que la dama que la encarna es un ser superior ante la que se humilla y a la que adora como a un Dios. A su vez, en la escena 2ª del acto VI, Calisto compara el sufrimiento del enamorado con la pasión de Cristo, utilizando la retórica cortesana de la herejía de amor (“melibeo soy”). Sin embargo, estos comportamientos no nos permiten decir que la actitud de Calisto sea en esencia la de un amante cortesano, pues Calisto no pone el honor de su amada por encima de su deseo de encontrarse con ella. Así, está dispuesto a pasar por alto el secreto amoroso de mantener oculta la identidad de la amada para salvaguardar su honra (exhibir en la calle el cordón de Melibea), cuando sabemos por sus criados que Calisto ha pregonado su amor por ella. Tampoco se comporta como un amante modélico cuando no piensa en legitimar su amor casándose, aunque sea de forma clandestina. Al final, todo se precipita en la consumación de su deseo sexual, cuyo horizonte final, ante tanto despropósito, es la muerte como castigo a su pecado. Se consuma así el fracaso de la tensión ideal del amor en la figura de Calisto, y se ahonda en el mensaje con el que se abre el libro, ya mencionado anteriormente: «compuesta en reprensión de los locos enamorados que, vencidos de su desordenado apetito, a sus amigas llaman y dizen ser su dios».
En cuanto a Melibea, si bien al principio parece regirse por las reglas del amor cortés (al rechazar a Calisto), al final acaba pecando y siendo castigada, pero con un carácter trágico consistente en oponerse al destino que se le tenía guardado como doncella de la nobleza medieval. En concreto en su primer encuentro con Calisto, la cortesía y control debido están ausentes en ambas partes. Aunque Calisto inicia el diálogo con demasiada premura, A su vez, Melibea parece convidarle a seguir, interrumpiéndole no para cortarle, sino para hacerle una pregunta que anima aún más a Calisto. Si bien es cierto que al final de la declaración reacciona de forma airada, Melibea parece flirtear con él desde el primer momento, ya que incita a Calisto con sus preguntas. En definitiva, no actúa con la discreción ni mesura que toda dama debe tener. Además, Melibea también despreciará a Celestina de una forma similar, para luego hacerla llamar a su casa, a espaldas de sus padres. No obstante, sus citas con Calisto son su peor transgresión del código amoroso medieval. Si bien la primera se desarrolla a resguardo de las rejas de la puerta de su jardín, las siguientes ya suponen la pérdida de la virginidad y la reincidencia en su entrega sincera hacia Calisto. La aceptación de su destino, de forma consciente, así como la administración de su propia muerte a diferencia de la de Calisto, engrandece el personaje de Melibea, si bien esta también hay que entenderla como castigo a sus acciones.