A mediados de 1614 y con la intención transparente de darle en la cabeza a Cervantes, salió a la arena el Segundo tomo del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, que contiene su tercera salida y es la quinta parte de sus aventuras, ese libro que hoy conocemos como el Quijote de Avellaneda. Y es que su autor tuvo a bien disfrazarse tras el nombre de Alonso Fernández de Avellaneda.
La publicación de esta obra apócrifa (falsa) poco antes de que Cervantes acabase la redacción de su 2a parte de Don Quijote le hizo plantearse de qué manera vengarse de la actitud del falso autor. En primer lugar, Cervantes usó el Prólogo al lector de su II parte para defenderse de las acusaciones de viejo, manco que le profería Avellaneda, así como de las insinuaciones que hacía el falso autor a la falta de humildad de Cervantes.
¡Válame Dios, y con cuánta gana debes de estar esperando ahora, lector ilustre o quier plebeyo, este prólogo, creyendo hallar en él venganzas, riñas y vituperios del autor del segundo Don Quijote, digo, de aquel que dicen que se engendró en Tordesillas y nació en Tarragona! (…) . Lo que no he podido dejar de sentir es que me note de viejo y de manco, como si hubiera sido en mi mano haber detenido el tiempo, que no pasase por mí, o si mi manquedad hubiera nacido en alguna taberna, sino en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros.
Además, en el mismo Prólogo, Cervantes se defiende atacando, y dando pistas de que apunta hacia la figura de Lope de Vega, a quien sin duda se refiere cuando hace estas referencias a su vida ajetreada y de discutible moral:
siendo esto así, como lo es, no tengo yo de perseguir a ningún sacerdote, y más si tiene por añadidura ser familiar del Santo Oficio; y si él lo dijo por quien parece que lo dijo, engañóse de todo en todo, que del tal adoro el ingenio, admiro las obras y la ocupación continua y virtuosa12
Además de estas advertencias redactadas sin duda con su IIp del Quijote finalizada, Cervantes decidió burlarse del Quijote de Avellaneda incluyéndolo entre las referencias literarias que conocen varios de los personajes de su nueva obra. De esta forma, Cervantes usa la metaliteratura de forma ingeniosa para cobrarse venganza por el uso que hizo Avellaneda de su obra. Así sucede a partir de II, 59 (sería al ir redactando este capítulo cuando llegaría a Cervantes la noticia de la publicación de la falsa II Parte). En la venta, dos caballeros, don Jerónimo y don Juan, leen mientras esperan la cena la II Parte de Don Quijote, y el primero comenta que le desplace que se pinte al protagonista ya desenamorado de Dulcinea, circunstancia que provoca la iracunda reacción de don Quijote, quien afirma que jamás su amada podrá caer en su olvido. Despectivamente, se limita a hojear el libro que le muestran, y comenta:
—En esto poco que he visto he hallado tres cosas en este autor dignas de reprehensión. La primera es algunas palabras que he leído en el prólogo; la otra, que el lenguaje es aragonés, porque tal vez escribe sin artículos; y la tercera, que más le confirma por ignorante, es que yerra y se desvía de la verdad en lo más principal de la historia, porque aquí dice que la mujer de Sancho Panza mi escudero se llama Mari Gutiérrez, y no llama tal, sino Teresa Panza: y quien en esta parte tan principal yerra, bien se podrá temer que yerra en todas las demás de la historia (p. 1112).
Se comenta, además, que en el Quijote de Avellaneda se pinta a Sancho comedor y simple y «nonada gracioso», y el propio escudero contradice esta caracterización suya, y también la de su amo:
—Créanme vuesas mercedes […] que el Sancho y el don Quijote desa historia deben de ser otros que los que andan en aquella que compuso Cide Hamete Benengeli, que somos nosotros: mi amo, valiente, discreto y enamorado, y yo, simple gracioso, y no comedor ni borracho (p. 1114).
Cervantes llega a introducir en el capítulo LXXII de su Segunda parte al caballero Álvaro Tarfe (¡robando así a un personaje al ladrón de Avellaneda, quien lo había hecho antes aparecer en su falso Quijote!), con el exclusivo fin de desautorizar a su primitivo creador. Al hacerlo mediante un subterfugio narrativo (don Álvaro se ha encontrado antes con los falsos Quijote y Sancho) da carta de realidad en su ficción no sólo al ajeno Tarfe, sino a los mismos Quijote y Sancho espúreos, y a la propia obra de Avellaneda “recién impresa”. Don Quijote le pide a don Álvaro Tarfe que firme una declaración ante el alcalde del lugar dando fe de que él es el verdadero don Quijote, y así lo hace. Otra alusión ocurre en el capítulo II, 74, en la última cláusula del testamento de Alonso Quijano:
Iten, suplico a los dichos señores mis albaceas que si la buena suerte les trujere a conocer al autor que dicen que compuso una historia que anda por ahí con el título de Segunda parte de las hazañas de don Quijote de la Mancha, de mi parte le pidan, cuan encarecidamente ser pueda, perdone la ocasión que sin yo pensarlo le di de haber escrito tantos y tan grandes disparates como en ella escribe, porque parto desta vida con escrúpulo de haberle dado motivo para escribirlos (pp. 1220-1221).
No obstante, los dos grandes cambios que produjo el Quijote de Avellaneda en el de Cervants tienen mucha más entidad en referencia a su trama. Así, DQ y Sancho abandonarán su intención de dirigirse a Zaragoza, a participar en unas justas, y lo harán a Barcelona, originando así una de las partes más felices de la novela.
Además, tal como Cervantes había anunciado en su Prólogo a esta II parte, tiene decidido que Don Quijote morirá al final de estas nuevas aventuras, con la intención de que así no pueda ser usado más por algún autor de intenciones perversas.
que en ella te doy a don Quijote dilatado, y finalmente muerto y sepultado33, porque ninguno se atreva a levantarle nuevos testimonios, pues bastan los pasados y basta también que un hombre honrado haya dado noticia destas discretas locuras, sin querer de nuevo entrarse en ellas: que la abundancia de las cosas, aunque sean buenas, hace que no se estimen, y la carestía34, aun de las malas, se estima en algo. OlvidábasemeVIII de decirte que esperes el Persiles, que ya estoy acabando, y la segunda parte de Galatea35
En fin, la última alusión se encierra en las palabras finales de la novela, cuando el narrador refiere que Cide Hamete ha colgado su pluma para que nadie la profane, y copia las palabras que le dirige:
Y el prudentísimo Cide Hamete dijo a su pluma: «Aquí quedarás, colgada desta espetera y deste hilo de alambre, ni sé si bien cortada o mal tajada péñola mía, adonde vivirás luengos siglos, si presuntuosos y malandrines historiadores no te descuelgan para profanarte. Pero antes que a ti lleguen, les puedes advertir, y decirles en el mejor modo que pudieres: […] Para mí sola nació don Quijote, y yo para él; él supo obrar, y yo escribir; solos los dos somos para en uno, a despecho y pesar del escritor fingido y tordesillesco que se atrevió, o se ha de atrever, a escribir con pluma de avestruz grosera y mal deliñada las hazañas de mi valeroso caballero, porque no es carga de sus hombros, ni asunto de su resfriado