49.- Don Pedro, Julián y Nucha, tres personajes naturalistas.

Don Pedro Moscoso, el apócrifo Marqués, es un personaje contruido según los preceptos del naturalismo plasmados en las novelas de Zola, con gran atención a su origen familiar y con rasgos heredados del determinismo medioambiental.

Don Pedro Moscoso y tu tío, Manuel de la Lage, son dos nobles decadentes, soberbios y poco avispados, cuya naturaleza violenta resulta suavizada tan solo por las normas sociales, siendo el hogar donde se manifiestan con la más sincera brutalidad. Ambos se parecen tanto sin duda por la herencia genética: los dos provienen de una estirpe de hombres instintivos, vigorosos y brutos, que creen que “más vale asno vivo que doctor muerto”. A esta misma saga había pertenecido el fallecido Gabriel Pardo, hermano de Manuel, vividor sin escrúpulos que se había instalado en los pazos para gastar el patrimonio familiar, responsable de haber enseñado a cazar y de enseñar a Pedro el apetito carnal. La idea de un linaje corrupto emerge en la novela, de la misma forma que es la clase social, la antigua nobleza rural gallega, la señalada.

Don Pedro crece como un ignorante, con el hábito de un despótico señor feudal, hecho que se demuestra en su conducta, como cuando hace traer un ama, hija de uno de sus caseros, que acaba de tener un hijo, para que críe a Manolita. Estas maneras no llaman la atención en el medio rural donde se ha criado, pero en Santiago el Marqués teme conducirse como un patán. Por eso renuncia a Rita, la prima coqueta y desenvuelta. Su decisión de casarse con Nucha no tiene que ver con el deseo de matrimonio cristiano que tanto preocupa a Julián; el marqués, que es un celoso posesivo capaz de pegar a las mujeres, teme que Rita empañe la honra de la casa de Ulloa y que ello lo convierta en el hazmerreír de sus siervos. Con Nucha no corre ese riesgo, y además ella es la heredera de una familia rica.

Don Pedro está también descrito de forma satírica muchas veces, tal como se nota en la parte política de la novela, donde se convierte en una especie de bufón ignorante al que dominan otros personajes. En Santiago presume de apoyar la Revolución del 68 para llevar la contraria a su tío, pero luego aceptará ser el candidato del Partido absolutista. Aunque no entiende ni le importa la política, se lleva un gran disgusto por haber perdido las elecciones. Don Pedro representa un tema muy retratado en la novelística del realismo: las víctimas del paso del tiempo, en este caso tanto él como su clase social. En la continuación de la novela, La madre naturaleza, aparecerá hecho un despojo de lo que fue, desprovisto de fuerza, gotoso y sin autoridad ninguna sus dominios.

 

 

Nucha es un personaje sobre el que también pesa el determinismo genético y del medio. De constitución enfermiza y dotada como Julián de un “temperamento linfático-nervioso”, su salud se resentirá mucho tras un parto difícil que le impide criar a su hija.

Tampoco es capaz de adaptarse a la realidad de la zona rural, con cuyos habitantes y costumbres no congenia, en paralelo a lo que también sucede con Julián. Nucha presenta los rasgos de la enfermedad de la histeria, tal como se describía en los tratados de medicina de la época: “una sensibilidad extrema del sistema nervioso”, “la pérdida de conocimiento que acaba en llanto y sollozos”. Así, Nucha confiesa a Julián que desde el nacimiento de su hija ha sufrido miedos y supersticiones, al creer que otros habitantes de los pazos la quieren matar. El mismo día de su boda ya se ha dado cuenta de que Perucho es el hijo bastardo de su marido y en su conciencia se ha solidificado la idea de que Primitivo y los otros habitantes  de los pazos quieren deshacerse de ella, ya que es su rival para hacerse con la propiedad de la hacienda.

La calumnia de su relación ilegítima con Julián sin duda tendrá que ver en su muerte elíptica, que conoce Julián por una esquela que recibe en la alejada parroquia donde ha sido destinado por el obispado. Como Julián, Nucha no es muy lista y acepta con naturalidad los valores del mundo reaccionario de los pazos. Marcelina se caracteriza por su sumisión a una autoridad paterna y por un profundo instinto maternal que le impulsó ya desde una niña a hacerse cargo de su hermano Gabriel.

De este modo, Nucha es la víctima de tres voluntades masculinas que precipitarán su muerte: su padre, don Pedro y Julián.

 

 

 

Julián Álvarez es un contemplativo que se toma muy en serio su ministerio sacerdotal y posee una cultura religiosa nada desdeñable. Le gusta la literatura de la Contrarreforma, como Fray Luis de Granada y las obras del padre Nieremberg y el Kempis. Pero también muestra conocer la obra de Jaime Balmes, un importante filósofo religioso contemporáneo, aunque muestra cierto desdén por las obras de la Ilustración.

Pero este conocimiento no le da armas para entender el mundo, ya que Julián es un “alma de Dios”, una persona bondadosa y sencilla. Ya en el seminario sus compañeros se habían burlado de él llamándole San Julián, o diciendo de él que solo le faltaba una paloma en la mano. Por eso, fuera de su medio, parece un personaje ridículo. Así lo ve el Marqués de Ulloa la primera vez que topan en el camino a los Pazos, que no acababa de encontrar. Por esta torpeza, Julián tarda en darse cuenta de la relación ilegítima del Marqués con Sabel, así como de la paternidad ilegítima de Perucho.

Este carácter de Julián está descrito según el método naturalista, es decir, atribuido a la genética y a la educación materna. Por eso se destaca el temperamento femenino del sacerdote. Igual que se atribuía a las mujeres, se ruboriza, se escandaliza a veces, levanta su tono de voz, pero es incapaz de rebeldía. También, es femenino porque posee un profundo instinto familiar, que se manifiesta en el cuidado que dispensa a Perucho y al amor que le inspirará Manolita.

Julián tiene dos características de santo: va a un lugar corrupto a llevar la palabra de Dios (conducir al Marqués a la virtud de un matrimonio cristiano). En este sentido, estimula la elección de Nucha, la más devota y más débil de las hijas de don Manuel. Pero la elección se constituye en un error.

El cura no es consciente de su predilección por Nucha, pero al lector sí se le hace evidente que entre ambos hay cierta conexión cómplice; sus conversaciones, sus gestos, su  misericordi ante la argolla donde había habido un esclavo en otra época, etc. Parece que Julián identifique a Nucha con María, la madre de Jesús, pues como ella, a Julián Nucha se le antoja virgen antes y después del parto.

Pero el hogar cristiano que quiere construir Julián se viene abajo nada más nacer Nucha. El marqués se muestra dolido porque su mujer no le ha dado un varón y vuelve a sus hábitos de antes: la reanudación de sus amores ilícitos con Sabel. Julián ocupa el puesto que ha quedado vacante y asume un rol que no le corresponde: esposo virtuoso y padre putativo. Ambos forman una sublimada pareja de santos, vinculados por un matrimonio casto, relacionable también con la de José y María.

El conocimiento que Julián adquiere de estas vicisitudes de la vida a través del fracaso vincula Los pazos de Ulloa con el género de las bildungsroman, explicitado en la entrada 49. Durante su estancia en casa de los Ulloa, Julián pasa por un duro proceso de conocimiento y aprendizaje del desengaño que le marcará y le hará cambiar sus objetivos vitales, que ahora serán la renuncia y la penitencia. Al final de la novela, Julián es desterrado por el Obispo. Su culpa es haber roto una norma del sacerdocio católico: no tener una amistad particular como la que Julián ha tenido con Marcelina. Julián se sabe culpable de algo tan grave como haberse dejado llevar por el egoísmo en la elección de Nucha como esposa ideal de don Pedro y haber sido por ello el provocador de la trágica muerte de la joven.

48.- La dialéctica campo-ciudad.

La dialéctica campo-ciudad se muestra en la novela estructurada en los tres espacios en que sus personajes se mueven: los Pazos y Cebre, la comarca rural y la ciudad pequeña o cabeza de partido, respectivamente, frente a Santiago, la urbe.

La novela muestra los conflictos humanos y sociales de un medio rural atrasado en que pervive el sistema de explotación de la tierra en régimen de foro, es decir, la cesión por un propietario del dominio  útil de la teirra a un tercero a lo largo de varias generaciones, a cambio de la paga de una parte del beneficio. Desde el siglo XVIII, los sectores reformistas de la Ilustración habían intentado cambiar este sistema medieval, contra el inmovilismo de los propietarios como don Pedro (“¡Foro de casa! No corre por ahí una liebre que no paste en tierra mía!”). La autora, cuyo padre había sido un terrateniente partidario del liberalismo económico, era partidaria de un uso más compartido de la tierra.

El narrador de la novela parece ser más portavoz de los señores que de los campesinos. No obstante, la novela cuestiona a la nobleza rural irresponsable, representada por personajes como don Pedro, que ya ni es marqués, Ramón Limioso, que parece un quijotesco superviviente del pasado, y las hermanas Molende, pasivas y conservadoras, que también eran carlistas.

Por este motivo, tiene sentido que don Pedro se presente a las elecciones en representación de su clase social, con la intención de “restablecimiento de los vínculos y el mayorazgo”, apoyado por el estamento eclesiástico, también afectado por la Desamortización de Mendizábal, de treinta años antes.

Era normal que los terratenientes gallegos se desentendieran de la gestión de la tierra y de su hogar, y las dejaran en manos de los administradores, como en el caso de Primitivo Suárez, y bajo el consejo de un clérigo. Es el mayordomo Primitivo quien se hace con el control de las cuentas del Pazo y se enriquece a cuenta de su amo, para luego convertirse en prestamista de los campesinos que trabajan en sus tierras. Primitivo pretende adueñarse de la casa de Ulloa con una táctica de resistencia pasiva y conducta criminal: no obedece ni desobedece a nadie que sea don Pedro, pero mientras tanto roba y no duda en matar a quien supone un problema para sus objetivos: Julián, y al final de forma frustrada a Nucha y su hija.

En el campo, domina el instinto: don Pedro se dedica básicamente a cazar. No hace falta guardar las formas en casa: comer con cubiertos y respetar las costumbres en la mesa; en este sentido, la violencia doméstica, el adulterio y la bastardía se consienten porque no se airean en voz alta, y se puede disponer de la vida de los súbditos. Por eso, para los advenedizos como Julián y Nucha, el campo “embrutece y envilece”. El crimen y el secreto son allí algo normal.

 

 

Primitivo tiene relaciones con la mesocracia que mueve los hilos del poder en Cebre, la ciudad pequeña cabeza de partido. A diferencia del mundo dramático de los Pazos, Cebre es retratado con cierto humor. En este sentido, la figura del médico idealista y republicano es presentada como una caricatura por su inocencia e incapacidad para callar.  En Cebre es donde viven los dos caciques, Barbacana y Trampeta, vinculados al Partido moderado y a la Unión liberal. Ambos se radicalizan cuando se abre el debate constituyente. La principal función del cacique era el control electoral de la población mediante el otorgamiento de favores. Cuando, aun así, el resultado no estaba claro, intentaban falsificar los resultados de los comicios. De este proceder dan fe los capítulos XXIV a XXVI. La compra de voluntades estaba al cabo de la calle en este contexto, como la que provoca el asesinato de Primitivo por parte del Tuerto de Castrodorna, protegido por Barbacana.

Los capítulos que se ocupan de las elecciones tienen un gran carácter documental, pero también inciden en el desenlace de los personajes. Nucha había albergado esperanzas de irse de los Pazos si su marido era elegido diputado. Trampeta había hecho correr el rumor de que la casa del Marqués era un lugar de adulterio (don Pedro-Sabel y Nucha-Julián).

 

 

Santiago es presentado como algo contrario al mundo rural de los Pazos. Allí, las formas sí se mantienen, en casa y en la calle; los hombres de mayor categoría no comparten su ocio con sus criados, pero también existen lugares donde se manifiesta cierta vida conspirativa, como el casino, donde se comentan en voz baja los rumores deshonrosos para los diferentes estamentos rivales. Don Pedro no está cómodo en Santiago, pues le cuesta adaptarse a los usos más civilizados, como guardar silencio, no hacer comentarios indecorosos. La diferencia entre las mujeres de ambos lugares es significativa, pues don Pedro se queja de la falta de fortaleza de las habitantes de la ciudad, en contraposición a las fuertes campesinas a las que está acostumbrado.

47.- Estructura y narrador de LPdU

Aunque la autora aspira a diseccionar una realidad del momento (la decadencia de la nobleza de la Galicia rural), en la composición de la novela se aprecia una estructura muy elaborada, siguiendo el principio de composición propio de las novelas de Zola.

Si hay que relacionar la novela con un subgénero narrativo, este sería el de la novela de crecimiento o bildungsroman, consistente en el paso a la madurez mediante el conocimiento del fracaso o de las partes más negativas de la vida que pasan a ser conocidas por un protagonista que va perdiendo su inocencia.

La publicación de LPdU y de su continuación (La madre naturaleza), obligaron a la autora a trazar al final de cada parte un clímax para mantener el interés del lector. Por ello, cerró con una siniestra anticipación el último capítulo del primer volumen, en que “unas pisadas recias” y un “crujir de botas flamantes” interrumpieron las oraciones de Nucha que precedieron a su elíptica consumación del matrimonio. El último capítulo del segundo volumen acabó con el retorno de Julián a los Pazos diez años después de los hechos narrados.

Además, los viajes de Julián al valle crean sensación de unidad: cada vez, Julián se cruza con la tosca cruz, que es signo premonitorio de la muerte en el cap. I; en el VIII es el marco del frustrado asesinato de Julián por parte de Primitivo, mientras que es un instrumento de justicia divina en el cap. XXVIII cuando en ese camino se produce la muerte violenta del mayordomo. Es al lado del crucero donde se exhibirá el cadáver de Primitivo.

La acción del primer volumen (I-XI) tiene un tiempo interno de un año (1866, la llegada de Julián a los Pazos, hasta agosto de 1867, fecha de la boda de Nucha con don Pedro). Esta primera parte de la obra responde al modelo realista que había sentado Balzac en sus novelas de costumbres, en que se oponía el campo y la ciudad. Así, la novela de Pardo Bazán transcurre en dos espacios que contrastan entre sí: los Pazos (I-VIII) y Santiago (IX-X). El primer bloque empieza con el tópico romántico del viajero que llega a un lugar desconocido, y está flanqueado por dos escenas de violencia naturalista: Perucho disputando el rancho a los perros, y Sabel golpeada por el marqués.

En este primer volumen, Julián primero conoce los espacios interiores de los Pazos, para luego ir ampliando su visión hacia los exteriores, donde conoce los poderes fácticos de la región, así como la inminencia de la Revolución. En este sentido, es importante el banquete de la rectoría de Naya, donde el clero y las fuerzas vivas de Cebre contrastan sus opiniones en una escena que anticipa el enfrentamiento político. Allí aparecen mencionados los caciques Barbacana y Trampeta, cuyo control de la población queda señalado durante toda la novela. En ese banquete Julián es señalado como diferente (por su desconocimiento de los poderes ocultos de la región y por su candidez) y es aludido con una broma que anticipa el rumor que sobre él se lanza en la segunda parte de la novela.

En Santiago, la acción de descubrimiento de Julián es más pausada, ya que el joven sacerdote conocía al tío de Pedro Moscoso (su madre había sido su ama de llaves). Las escenas en que el marqués debe decidirse por cuál de las hijas de su tío será su futura esposa dominan este apartado, aunque el protagonismo progresivo de Nucha debido a su conexión silenciosa con Julián empezará a ser importante en esta parte.

En el segundo volumen, la duración interna es de un año también, a la que hay que sumar una década de sucesos públicos y privados. Hay un pequeño anacronismo en la novela, ya que el regreso de Julián en el capítulo XII se debería producir en 1867, y según la autora al poco tiempo estallará la Revolución del 68, cosa imposible. A partir de aquí, la cronología es clara: Nucha y don Pedro vuelven a los Pazos en el 69, Manolita nace a finales de este mismo año, las elecciones tienen lugar en junio del 70 y poco después, Julián es expulsado de los Pazos.

Esta segunda parte es mucho más psicológica y simbólica. Domina en ella el contraste entre la desolación del mundo adulto y la relación inocente entre ambos niños, Perucho y Manolita, cuyo nacimiento convierte la vida en los Pazos en una tragedia doméstica. Diversos acontecimientos de la vida local acompañan el paso del tiempo: las visitas del médico, del juez, al arcipreste de Loiro y al castillo de Limioso.  Los meses invernales son ilustrados con las historias de las amazonas galaicas, la echadora de cartas, los perros que ventan la muerte, l pesadilla de Julián, la leyenda de la Santa Compaña. La tertulia de cazadores y el día de caza tan poco propicio para Julián finalizan ese tiempo de pausa.

Las marcas moradas en las muñecas de Nucha son descubiertas en la época de las elecciones, desarrolladas en tres capítulos en que lo público y lo privado se alternan. La novela se cierra con la escena del cementerio, diseñada como un triángulo en cuyos vértices se sitúan las tumbas de Primitivo y Nucha, la melancolía de Julián y las risas de Perucho y Nucha. En esa imagen se señala con eficacia el pasado, el presente y el futuro de los Pazos.

 

 

El narrador de la novela es omnisciente, que interpreta los hechos desde la mirada de algunos personajes de la novela. Su conducta no es uniforme: opina, a veces es distante y a veces muestra entusiasmo ante lo que cuenta. Suele tomar partido, siempre desde una posición aristocrática y católica y con voluntad de desterrar errores. Sus portavoces son Julián y Nucha.

El punto de vista dominante es el de Julián, protagonista y testigo en ese mundo hostil que va descubriendo junto al lector. Por tanto, el narrador entra en un juego de perspectivas que suele coincidir con el de la autora. Así, raramente el narrador transmite el punto de vista de Nucha, sumisa y autoanulada; ni de Primitivo, personaje malvado.

La técnica que usa el narrador para fundirse en el punto de vista de sus portavoces es el estilo indirecto libre (integración en la voz del narrador de los rasgos lingüísticos de los personajes). Por eso hay tantos cambios de registro: diminutivos, coloquialismos, galleguismos, imitación de cierto estilo cervantino en algunos inicios de capítulo…

Y es que los personajes se definen por su forma de hablar: Julián suele saltar de una voz doctrinal a expresiones de entusiasmo casi femeninas. El marqués resalta su ffalta de formación mediante expresiones bruscas y malsonantes. Primitivo es siempre muy lacónico. De esta manera, con un narrador que toma múltiples voces, la autora parece intentar su propósito realista y naturalista: la captación de un mundo poliédrico y conflictivo.

46.- El Naturalismo de Emilia Pardo Bazán.

TEXTO A)

Cap. IX.

A la que no se podían poner tachas era a Rita, la hermana mayor. Lo que más cautivaba a su primo, en Rita, no era tanto la belleza del rostro como la cumplida proporción del tronco y miembros, la amplitud y redondez de la cadera, el desarrollo del seno, todo cuanto en las valientes y armónicas curvas de su briosa persona prometía la madre fecunda y la nodriza inexhausta. ¡Soberbio vaso en verdad para encerrar un Moscoso legítimo, magnífico patrón donde injertar el heredero, el continuador del nombre! El marqués presentía en tan arrogante hembra, no el placer de los sentidos, sino la numerosa y masculina prole que debía rendir; bien como el agricultor que ante un terreno fértil no se prenda de las florecillas que lo esmaltan, pero calcula aproximadamente la cosecha que podrá rendir al terminarse el estío.

 

TEXTO B)

Cap. XI.

Atendiendo a la niña, Nucha se reanimaba. Cuidábala con febril actividad. Todo se lo quería hacer ella, sin ceder al ama más que la parte material de la cría. El ama, decía ella, era un tonel lleno de leche que estaba allí para aplicarle la espita cuando fuese necesario y soltar el chorro: ni más ni menos. La comparación del tonel es exactísima: el ama tenía hechura, color e inteligencia de tonel. Poseía también, como los toneles, un vientre magno. Daba gozo verla comer, mejor dicho, engullir: en la cocina, Sabel se entretenía en llenarle el plato o la taza a reverter, en ponerle delante medio pan, cebándola igual que a los pavos. Con semejante mostrenco Sabel se la echaba de principesa, modelo de delicados gustos y selectas aficiones. Como todo es relativo en el mundo, para la gente de escalera abajo de la casa solariega el ama representaba un salvaje muy gracioso y ridículo, y se reían tanto más con sus patochadas cuanto más fácilmente podían incurrir ellos en otras mayores. Realmente era el ama objeto curioso, no sólo para los payos, sino por distintas razones, para un etnógrafo investigador. Máximo Juncal refirió a Julián pormenores interesantes. En el valle donde se asienta la parroquia de que el ama procedía – valle situado en los últimos confines de Galicia, lindando con Portugal – las mujeres se distinguen por sus condiciones físicas y modo de vivir: son una especie de amazonas, resto de las guerreras galaicas de que hablan los geógrafos latinos; que si hoy no pueden hacer la guerra sino a sus maridos, destripan terrones con la misma furia que antes combatían; andan medio en cueros, luciendo sus fornidas y recias carnazas; aran, cavan, siegan, cargan carros de rama y esquilmo, soportan en sus hombros de cariátide enormes pesos y viven, ya que no sin obra, por lo menos sin auxilio de varón, pues los del valle suelen emigrar a Lisboa en busca de colocaciones desde los catorce años, volviendo sólo al país un par de meses, para casarse y propagar la raza, y huyendo apenas cumplido su oficio de machos de colmena. A veces, en Portugal, reciben nuevas de infidelidades conyugales, y, pasando la frontera una noche, acuchillan a los amantes dormidos: éste fue el crimen del Tuerto protegido por Barbacana, cuya historia había contado también Juncal. No obstante, las hembras de Castrodorna suelen ser tan honestas como selváticas. El ama no desmentía su raza por la anchura desmesurada de las caderas y redondez de los rudos miembros. Costó un triunfo a Nucha vestirla racionalmente, y hacerle trocar la corta saya de bayeta verde, que no le cubría la desnuda pantorrilla, por otra más cumplida y decorosa, consintiéndole únicamente el justillo, prenda clásica de ama de cría, que deja rebosar las repletas ubres, y los característicos pendientes de enorme argolla, el torquis romano conservado desde tiempo inmemorial en el valle. Fue una lid obligarle a poner los zapatos a diario, porque todas sus congéneres los reservan para las fiestas repicadas; fue una penitencia enseñarle el nombre y uso de cada objeto, aún de los más sencillos y corrientes; fue pensar en lo excusado convencerla de que la niña que criaba era un ser delicado y frágil, que no se podía traer mal envuelto en retales de bayeta grana, dentro de una banasta mullida de helechos, y dejarse a la sombra de un roble, a merced del viento, del sol y de la lluvia, como los recién nacidos del valle de Castrodorna; y Máximo Juncal, que aunque gran apologista de los artificios higiénicos lo era también de las milagrosas virtudes de la naturaleza, hallaba alguna dificultad en conciliar ambos extremos, y salía del paso apelando a su lectura más reciente.

 

 

EPB escribe sus mejores novelas entre 1883 y 1887, cuando el naturalismo triunfa en España. Son los años en que el liberal Sagasta gobierna y la censura instaurada poco antes por Cánovas sufre cierta relajación. Las grandes novelas decimonónicas españolas se publican en esta década: La regenta, Fortunata y Jacinta y Los pazos de Ulloa, las tres influidas por la poética del Naturalismo.

Aparte de las características ideológicas, una gran influencia naturalista fue el principio de composición: aspirar a una novela de argumento verosímil, objetiva, que retratase la realidad sin imponer un punto de vista doctrinal al lector. La técnica flaubertiana del estilo indirecto libre servirá a este efecto.

En España, el naturalismo entró poco a poco desde la década de los setenta. En general, fue un fenómeno mal entendido, apreciado como la recopilación de vicios escabrosos y patológicos, que ofrecía una visión pesimista de la existencia, sin lugar para el humor. Solo fue Clarín, al principio, quien supo ver en las novelas naturalistas un poderoso instrumento de indagación de la vida y del hombre contemporáneos.

EPB ya en 1881, en el prólogo a Un viaje de novios, se muestra partidaria de la “moderna escuela francesa”, aunque no la llama naturalista, y acepta que una novela deba ser un “estudio social, psicológico, histórico».

EPB escribió a favor del naturalismo con sus artículos de La cuestión palpitante, 1883, recopilación de artículos prologada por Clarín. Aunque EPB era ferviente católica y se oponía al determinismo, no ocultaba su admiración por Zola, que “lograba que nos forjásemos la ilusión de ver pensar al héroe”. Por tanto, EPB aceptó la vertiente artística del naturalismo. El propio Zola se extrañó de la adhesión de la autora española, achacándola a que “el naturalismo de esta señora s puramente formal, artístico y literario”.

Por tanto, EPB no fue nunca una naturalista ortodoxa («no soy idealista, ni realista, ni naturalista, sino ecléctica»). Ella creía en un “realismo armónico o sincrético”, es decir, que no renunciase ni a los hallazgos románticos ni a los naturalistas en ningún sentido. Con el tiempo, EPB vivió en París y conoció a Zola: “Ante un mercado, una taberna ,una mina, un almacén, un huerto abandonado, Zola verá vivir con extraña vida, con vida imaginaria (…) y les prestará una personalidad simbólica que ha de conservar siempre”.

EPB señalaba las grandes limitaciones del pensamiento de Zola: su visión materialista del hombre y su concepción utilitaria de la novela. Lo primero le parecía radicalmente condenable desde el pensamiento cristiano («Escribir como si Cristo no hubiese existido, ni su doctrina hubiese sido promulgada jamás, fue el error capital de la escuela»); lo segundo iba en contra de uno de los presupuestos más queridos de su credo estético: «el objeto del arte no es defender ni ofender la moral, es realizar la belleza». También, criticó de Zola que confiase en los hallazgos de Charles Darwin, incompatibles con la visión cristiana de la existencia.

45.- El Realismo y el Naturalismo.

El Realismo fue una corriente artística que se propuso representar la realidad lo más fielmente posible y con el mayor grado de verosimilitud. Surge en Francia en la primera mitad de siglo XIX y en España se inicia a partir de la década de 1870.

El género literario que mejor asumió los principios y la estética del Realismo fue la novela; y por ello, en buena medida, las características del movimiento son las características de la narrativa realista.  La novela realista está vinculada a un público burgués que demanda temas más cercanos a su entorno inmediato y personajes con los que pueda identificarse. Los héroes de la literatura romántica son sustituidos por personajes comunes, de clase media, que viven conflictos propios de su época. El proletariado, clase social que surge con las revoluciones industriales, aparece esporádicamente; será la novela naturalista la que dé protagonismo a personajes de la clase obrera y refleje las situaciones de injusticia en las que vive.

Algunas de las características de este nuevo estilo son:

  • Descripciones minuciosas y documentadas. La novela debe ser verosímil, debe tener apariencia de verdadera para el lector por medio de la técnica descriptiva. La fidelidad descriptiva se ejerce en dos direcciones: los ambientes y la psicología de los caracteres. Para ello se fundamenta en la observación de la realidad. Los novelistas se documentan sobre el terreno, tomando minuciosos apuntes sobre el ambiente, las gentes, la indumentaria…
  • El tema fundamental es el conflicto entre el individuo y la sociedad; la historia y los lugares (urbanos o rurales) adquieren gran importancia. Se descubren lacras de la sociedad con una actitud crítica, que responderá en cada caso a la orientación ideológica del autor. Renace la idea de un “arte útil”: la novela debe contribuir a la reforma o al cambio de la sociedad, en un sentido o en otro.
  • Los personajes representan a un grupo social pero también muestran personalidades individuales.
  • Es frecuente el narrador omnisciente que interviene en la historia de forma constante; junto con la narración tradicional y el estilo indirecto, destacan el diálogo, el estilo indirecto libre y los monólogos.

El lenguaje se utiliza para caracterizar ambientes y personajes (se introducen variedades geográficas y sociales). Se emplea un estilo natural, fruto de una técnica muy depurada y se incorpora a la novela el lenguaje coloquial. Se pone empeño en adaptar el lenguaje a la índole de los personajes.

 

Algunos de los autores y obras realistas más importantes fueron :

FRANCIA:     Honoré de Balzac (Papá Goriot, 1834).    Gustave Flaubert (Madame Bovary, 1856).

RUSIA:       Lev Tolstoi (Guerra y paz, 1864) y Fedor Dostoievski (Crimen y castigo, 1866).

ESPAÑA:      Benito Pérez Galdós (Fortunata y Jacinta, 1887).

Breve vídeo sobre el realismo en la pintura

El naturalismo es un estilo artístico dentro del realismo, basado en reproducir la realidad con una objetividad documental y científica en todos sus aspectos, tanto en los más sublimes como sobre todo en los más vulgares. Su máximo representante, teorizador e impulsor fue el escritor Émile Zola, quien expuso sus fundamentos teóricos en el prólogo a su novela Thérèse Raquin y, sobre todo, en su ensayo Le roman expérimental (1880). Así mismo publicó entre 1871 y 1893 un ciclo de veinte novelas dentro de esta estética que forman su Les Rougon-Macquart.

En la mayoría de los escritos lo que se intenta es reflejar que la condición humana está seriamente influida por tres factores:

  1. La herencia genética.
  2. El medio social. La geografía, el modo urbano de vivir, los barrios, las zonas rurales … De aquí derivan las tradiciones, algunas relaciones de poder…
  3. La clase social: el entorno social y material en que se inserta el individuo: las relaciones de trabajo, la miseria o riqueza, el carácter que estas imprimen y que se transmite a través de la propia clase social…

Esto es, lo que se conoce en filosofía como determinismo, pensamiento derivado de los hallazgos de científicos como Charles Darwin. El materialismo de Marx también fue  una influencia importante, así como el positivismo de August Comte. De aquí deriva otra importante característica del Naturalismo:  una crítica (implícita, ya que el valor documental y científico que se pretende dar a la literatura de este tipo impide aportar opiniones propias) a la forma como está constituida la sociedad, a las ideologías y a las injusticias económicas, en que se hallan las raíces de las tragedias humanas. Por ello, el naturalismo fue una corriente literaria ligada al pensamiento político de izquierdas.

Otras características del naturalismo, más propias de su corriente original francesa y de escasa exportación a la literatura española, en la que el catolicismo era imperante, fueron:

  • La fisiologíacomo motor de la conducta de los personajes.
  • Sátiradenuncia social. La novela naturalista no vale como simple pasatiempo, es un estudio serio y detallado de los problemas sociales, cuyas causas procura encontrar y mostrar de forma documental.
  • Concepción de la literatura como arma de combate político, filosófico y social.
  • Argumentos construidos a la sombra de la herencia folletinesca, pero construidos con rigor documental.
  • Feísmotremendismo como revulsivos. Puesto que se presentan casos de enfermedad social, el novelista naturalista no puede vacilar al enfrentarse con lo más crudo y desagradable de la vida social.
  • Adopción de los temas relativos a las conductas sexuales como elemento central de las novelas. No se trata de un erotismo deleitoso y agradable, sino que es una manifestación de enfermedad social, suciedad y vicio. Por ello, frecuentemente el novelista naturalista se centra en el mundo de la prostitución, vista como lacra social y como tragedia individual. El público confundía sin embargo a veces naturalismo con pornografía, lo que no era la intención de los naturalistas. Estos critican con frecuencia la literatura folletinesca que trastorna la percepción de la realidad.
  • El narrador suele ser omnisciente, y en el caso de Emile Zola, pretendía que el narrador fuese impersonal. El lenguajeutilizado se inclina especialmente hacia las jergas y el habla regional o popular, que aparecen reflejados sin academicismo y con rigor.

 

 

Algunos de los autores y obras naturalistas o de influjo naturalista fueron:

 

FRANCIA: Emile Zola (Nana, 1880). “Quiero explicar cómo una familia, un pequeño grupo de seres humanos, se comporta en una sociedad, desarrollándose para dar lugar al nacimiento a diez o a veinte individuos que parecen, a primera vista, profundamente diferentes, pero que el análisis muestra íntimamente ligados los unos a los otros” (Prólogo a Les Rougon-Macquart).

ESPAÑA: no del todo, pero La regenta (1885), de Leopoldo Alas (Clarín) y La desheredada, de Benito Pérez Galdós (1887).

44.- Los poemas filosóficos de Quevedo.

Quevedo manifiesta una posición estoico-cristiana: aceptación de lo inexorable del paso del tiempo, de la muerte como destino igualatorio, lo que lleva a un tono melancólico y de desengaño: “vivir es caminar breve jornada / y muerte viva es, Lico, nuestra vida”.

Quevedo toma de Séneca la idea de que la muerte es “ley, y no pena”, por lo que no hay que temerla. Se recuperan los tópicos medievales del ubi sunt, tempus fugit, homo viator, memento mori, omnia mors aequat, peregrinatio vitae, quotidie morimur.

El estilo de estos poemas es mucho más sencillo que el de su poesía burlesca, aunque sus juegos con las palabras serán constantes (“soy un fue, un será y un es cansado”. La figura retórica dominante es la antítesis (“Fue sueño ayer, mañana será nada”) y las metáforas originales.

Poemas (fotocopia)
“Miré los muros de la patria mía”
“REtirado en la paz de estos desiertos”
“Fue sueño ayer, mañana será nada”

43.- Quevedo y el conceptismo.

-Definición: Baltasar Gracián, en Agudeza y arte de ingenio, 1648: concepto”un acto de entendimiento que expresa la correspondencia que se halla entre los objetos”.

-Lema: lo bueno si breve, dos veces bueno.

-Ejemplo: la descripción de Maese Cabra en El buscón, de F. de Quevedo: ” era un clérigo cerbatana” (alto, delgado, seco, de poca inteligencia, con maldad).

-Retóricamente, se sirve sobre todo de antítesis, metáforas, laconismos, dobles sentidos…

-Se busca siempre la novedad de ingenio y de asociación de ideas para provocar admiración y excitar la inteligencia.

-Recursos lingüísticos:
*sustantivo que funciona como adjetivo: “nariz sayón y escriba”.
*modificaciones morfológicas: “naricísimo”.
*modificación del significado de palabras existentes: “si, cual calvino soy, fuera Lutero / contra el fuego no hay cosa que me valga”).
*hipérboles desmesuradas: “y si cuentan su edad de cabo a rabo / puede el guarismo andarse a buscar miles”.
*trasladar el significado de una palabra a otra: “los médicos con que miras / los dos ojos con que matas”.
*uso humorístico de latinismos: “barba de memento homo”
*modificación humorística de refranes: “Escarmentad en mí todas / que me casaron a zurdas / con un capón de cabeza”.
*invención de palabras nuevas: “antes que calvicasadas / es mejor verlas difuntas”, “que porque el fuego tiene mariposas / queréis que el mosto tenga marivinos”.
*repeticiones burlescas: “llegaron al negro patio / donde está el negro aposento / donde la negra boda / ha de tener negro efecto”.
*aliteraciones cacofónicas (malsonantes): “clavel almidonado de gargajo” “con testa gacha toda charla escucho”.
*rimas burlescas (íbidem).

Temas de las poesías burlescas de Quevedo: el dinero, las dueñas, los cornudos,los calvos, los médicos, los boticarios, viejas que disimulan la edad, los coches…

Poemas burlescos de Quevedo:
a) “Si eres campana, dónde está el badajo” (fotocopia).
b) A un hombre de gran nariz.
c) Madre, yo al oro me humillo.

Ejemplo paradigmático de conceptismo. La descripción que hace Quevedo del Maese Cabra en La vida del buscón, I, III.
Él era un clérigo cerbatana, largo sólo en el talle, una cabeza pequeña, los ojos avecindados en el cogote, que parecía que miraba por cuévanos, tan hundidos y oscuros que era buen sitio el suyo para tiendas de mercaderes; la nariz, de cuerpo de santo, comido el pico, entre Roma y Francia, porque se le había comido de unas búas de resfriado, que aun no fueron de vicio porque cuestan dinero; las barbas descoloridas de miedo de la boca vecina, que de pura hambre parecía que amenazaba a comérselas; los dientes, le faltaban no sé cuántos, y pienso que por holgazanes y vagamundos se los habían desterrado; el gaznate largo como de avestruz, con una nuez tan salida que parecía se iba a buscar de comer forzada de la necesidad; los brazos secos; las manos como un manojo de sarmientos cada una. Mirado de medio abajo parecía tenedor o compás, con dos piernas largas y flacas. Su andar muy espacioso; si se descomponía algo, le sonaban los huesos como tablillas de San Lázaro. La habla ética, la barba grande, que nunca se la cortaba por no gastar, y él decía que era tanto el asco que le daba ver la mano del barbero por su cara, que antes se dejaría matar que tal permitiese. Cortábale los cabellos un muchacho de nosotros. Traía un bonete los días de sol ratonado con mil gateras y guarniciones de grasa; era de cosa que fue paño, con los fondos en caspa. La sotana, según decían algunos, era milagrosa, porque no se sabía de qué color era. Unos, viéndola tan sin pelo, la tenían por de cuero de rana; otros decían que era ilusión; desde cerca parecía negra y desde lejos entre azul. Llevábala sin ceñidor; no traía cuello ni puños. Parecía, con esto y los cabellos largos y la sotana y el bonetón, teatino lanudo. Cada zapato podía ser tumba de un filisteo. Pues ¿su aposento? Aun arañas no había en él. Conjuraba los ratones de miedo que no le royesen algunos mendrugos que guardaba. La cama tenía en el suelo, y dormía siempre de un lado por no gastar las sábanas. Al fin, él era archipobre y protomiseria.

42.- Góngora y el culteranismo.

El culteranismo es un término que se acuñó a principios del s. xVII. Define un estilo de extrema artificiosidad qeu equivale a una latinización de la sintaxis y del vocabulario, un uso constante de alusiones clásicas y la creación de una poesía lo más alejada posible del lenguaje cotidiano. Fue promovido por Fernando de Herrera y cultivado por Luis de Góngora y muy pocos autores más. La dificultad deliberada lo convertía en un estilo selecto y minoritario.
Fue un estilo valoradísimo en la época que a partir del siglo XVIII fue olvidado (debido a su dificultad) hasta que en 1927 los autores de la Generación del mismo nombre (Lorca, Alberti, Guillén, Salinas…) lo reivindicaron.

Características:

a) Ornamentación sensorial del verso (aliteraciones, epítetos, etc.).”marfil indïano”

b) Preferencia por una sintaxis de largos y laberínticos periodos de compleja trabazón hipotáctica. “la anáfora de ‘mientras’ en el primer soneto que comentamos”.

c) Latinización de la sintaxis mediante un extremo y violento hipérbaton y el uso de ciertas fórmulas, (A si no B, etc.) y construcciones propias del latín. “sacrílego divina sangre bebe”

d) Abuso de los cultismos o palabras extraídas sin cambios del latín, que de esa manera pasaron a enriquecer el idioma.”latón breve”

e) Uso de la metáfora pura y de la imagen más audaz. “claveles sobre la nieve”.

f) Abundancia de perífrasis en forma de alusiones y elusiones de términos léxicos o referentes mitológicos y culturales.

g) Una abundante intertextualidad entre autores latinos, griegos y modernos. (el tópico de la piel blanca como elemento de belleza).

h) Figuras retóricas más habituales: metáforas, hipérbatos, uso de palabras nuevas, como latinismos (candor, conculcar, hercúleo, infausto, lustro, matutino,ostentar, senectud), cultismos semánticos (absolver-concluir, apócrifo-desconocido, infiel-no fiable, vigilante-que no duerme) italianismos (…).

1) Las Soledades

2) “De una dama que, quitándose una sortija, se picó con un alfiler”.

41.- La época del Barroco

Tras el reinado de Carlos I (1516-56) , que coincide con la aparición del Renacimiento, la época del Barroco coincide con los últimos reyes de la casa de Austria (Felipe II, III, IV y luego Carlos II), que heredan un imperio que pretenderán mantener infructuosamente, a lo cual dedican gran parte de las riquezas del país, provocando así un gran empobrecimiento de su población. No obstante, el desgaste de las guerras con otras potencias europeas provocará que derrotas como la independencia de los Países Bajos, 1579; la derrota de la Armada invencible en 1588; la expulsión de los moriscos en 1609; levantamientos en Cataluña, Sicilia, Nápoles, consolidadas con el Tratado de los Pirineos de 1659 que puso fin, con la pérdida dela hegemonía, al enfrentamiento con Francia en la Guerra de los treinta años.

Se inicia una época de contrastes: el derroche cortesano hacía de contrapunto a la pobreza de las ciudades, reflejada en géneros como la novela picaresca. Por eso, la cultura de esta época trasluce un hondo pesimismo y un clima de inseguridad y temor, que puede verse en pinturas de Velázquez que se recrean en retratar la deformidad como hace Quevedo en algunos poemas:

Además, la profunda religiosidad propia de la Contrarreforma (con su Índice de libros prohibidos) derrota a los ideales renacentistas de tolerancia, armonía y equilibrio. Estos contrastes se manifiestan en la cultura: la religiosidad más profunda convive con el tono cínico y caricaturesco, como en las pinturas de El Greco. También, de El Greco, El caballero de la mano en el pecho.

La belleza ideal convive frente a el realismo más descarnado y los temas graves filosóficos conviven, incluso en el mismo autor, como Quevedo, con el tratamiento burlesco de estos, o con la parodia de los asuntos clásicos; un ejemplo de ello, en la pintura Los borrachos, de Velázquez. Por eso, el gran tema barroco es el desengaño (la realidad descarnada que desenmascara a los ideales pasados).

Estos contrastes entre los ideales imposibles y la realidad se manifiesta en la exagerada ornamentación de sus obras artísticas; los estilos barrocos exageran la expresión tanto en los ideales como en la expresión de la realidad más baja. Los autores buscan metáforas originales, la lengua ya no es clara, armónica y elegante sino recargada y a veces oscura. Los dos estilos poéticos del Barroco (el conceptismo de Quevedo y el culteranismo de Góngora) no pueden ser más diferentes en la forma, pero comparten el gusto por la expresión complicada y por el esfuerzo interpretativo.