La canción V, conocida por la Oda a la flor de Gnido, pertenece a la breve obra poética de Garcilaso de la Vega, poeta que participó en primera persona en la introducción del la cultura y de las formas poéticas del Renacimiento en España junto a su amigo Juan Boscán, intención documentada en la Carta de este a la Duquesa de Soma de 1523. Con posterioridad a sus primeros ensayos con las formas de Petrarca, el destierro de Garcilaso en Nápoles le hizo contactar con humanistas italianos como Bernardo Tasso o Luigi Tansillo, que sin duda le hicieron desarrollar aún más su interés por los autores clásicos (Horacio sobre todo), cuya lengua –el latín- ya conocía.
La Oda de Garcilaso desarrolla un requerimiento amoroso a Violante Sanseverino en beneficio de Mario Galeota, un amigo del autor. El poema reúne semejanzas temáticas con la canción medival A una dama, de Cristóbal de Castillejo, escrita decenios antes. La comparación de los recursos líricos que utilizan ambas composiciones ilumina el giro copernicano que supuso en la creación artística la introducción de la cultura renacentista.
El propio apodo de Violante aporta al poema referencias de la mitología clásica, recuperada para la tradición occidental gracias a los humanistas italianos: “Gnido” era, además del nombre de un barrio napolitano, la forma italiana de “Venus”, la diosa del amor a quien parece invocarse. En este sentido, el requerimiento amoroso se apoya en el ejemplo a contrario del mito de Anajérete e Ifis, a bien de evitar la conversión en piedra de Galeota, quien ya parece haber empezado a olvidar sus obligaciones militares a causa del padecimiento amoroso. Tanto Galeota como el propio Garcilaso evocan la figura del caballero cortesano, docto en las armas y las letras, con origen en El cortesano, de Baltasar de Castiglione. En el mismo sentido, Garcilaso parece comparar las virtudes de la poesía con las del arte de Orfeo, pues ambos pueden dominar la naturaleza (“que en un momento / aplacase la ira / del animoso viento”), así como sitúa a su amigo amarrado “a la concha de Venus”. La defensa, pues, que realiza Garcilaso del amor como un sentimiento ennoblecedor del alma también se sitúa en la nueva mentalidad del Renacimiento, que defendía este sentimiento como protagonista de la armonía del universo desde las obras de Marsilio Ficino y León Hebreo, así como de Petrarca, quien encomiaba a Laura como una donna angelicata, espiritualmente ennoblecedora.
En la expresión poética se aprecia también el influjo de la nueva corriente renacentista: la estrófa usada por Garcilaso (la lira, formada por cinco versos de 7 y 11 sílabas) procura imitar en lenguas románicas el estilo de Horacio. El verso endecasílabo había sido puesto de moda por Petrarca, así como la ausencia de rimas agudas tan presente en el poema de Castillejo. Esta contribución a la armonía y suavidad de la lengua es reiterada por los epítetos presentes en la canción V (“duro mármol”, “miserable amante”, “fieras alimañanas”, “blanda musa”, “mayor amigo”) que reiteran mediante aliteraciones suaves de consonantes nasales o laterales, o de vocales abiertas, estas características de la lengua del Renacimiento.
Tan grande fue la novedad del estilo de Garcilaso que valga como ejemplo el nombre de la estrofa aquí utilizada: el de un elemento de la Grecia clásica citado en el primer verso, la lira.