María Coral
María Coral es el principal personaje femenino de la obra. Es una joven acróbata y bailarina, gitana, que pese a ser muy bella no es una mujer idealizada: sus ojos grandes, oscuros, como su pelo, sumados a su delgadez y facilidad de movimientos le hacen seductora a ojos de representantes de todas las clases sociales. Representa a las clases más marginales de la sociedad de la época, los artistas nómadas que deben ceder a la humillación para subsistir; así, su trabajo con los dos forzudos ocultaba una especie de esclavitud. Se le puede atribuir un movimiento ascendente durante el desarrollo de la novela: de esos matones que la someten laboral e incluso sexualmente, pasa a ser utilizada de la misma forma por Lepprince, pero consolidando una mejora de su nivel de vida. Su matrimonio con Miranda, que funciona de tapadera de los manejos de Lepprince, servirá para fraguar una convivencia, que luego se convertirá en cariño para al final ser amor hacia su marido, con el lapso de su fuga con Max.
María Coral representa el arquetipo de la mujer hechicera o mujer fatal, de voluntad indescifrable y que parece tanto dominar los hilos del destino como a veces ser víctima de él. Es consciente de su atracción física, lo que le hace parecer fría y manipuladora cuando acepta su matrimonio con Miranda. No obstante, es una mujer pasional y entregada hasta el punto de olvidar la seguridad de su vida en los momentos en que se siente indigna, como en su intento de suicidio por la humillación a que ha sometido a su marido.
Como mujer hechicera, está varias veces cerca de la muerte: en un conato de envenenamiento por parte de Max; en el intento de suicido antes referido y en su caída por un precipicio en su fuga con Max.
Al final vemos cómo María Coral y Miranda compartirán su vida, aunque lejos de Barcelona. Finalmente María Coral se ha enamorado de Javier Miranda después de que este la haya amado en un sufrido silencio. El final de la novela, con ambos cónyuges en Nueva York, da una lectura optimista del amor como salvador de una vida en apuros, como sucedía en las novelas folletinescas.
“Misteriosa, me atrevería a decir: como la tumba de un faraón jamás hollada. Dentro puede aguardar la belleza sin límites, el arcano latente pero también la muerte, la ruina, la maldición de los siglos.” (LVSCS: 63)
María Rosa Savolta
La hija de la familia Savolta es una chica más bien sosa y monjil. María Rosa Savolta termina sus estudios en un internado religioso y elitista, y sigue su destino de no relacionarse con nadie de fuera de su círculo de la alta burguesía.
María Rosa es una mujer inocente y débil que es seducida por Lepprince sin que los lectores asistamos al desarrollo del cortejo. Su anuncio de compromiso es presentado por sorpresa, así como su embarazo es anunciado repentinamente. Parece que las intenciones de Rosa no cuenten demasiado y que su devenir esté escrito, tal como podía pasarle a los miembros femeninos de su clase social. Su embarazo es presentado de esta misma manera, como el cumplimiento de un destino irrenunciable.
Siempre la vemos en su ámbito doméstico, donde suele repetir ceremonias de su clase social, como las conversaciones convencionales de los festejos. Es curioso cuando su marido la quiere distraer, al percibir de ellla que ella está desestabilizándose nerviosamente, lo haga en compañía de Miranda y María Coral, lo que parece una humillación más para su esposa.
Esta tendencia al encierro y a la inactividad se confirma tras la muerte de su marido, al verse sola con un bebé y abandonándose a ella misma. Su estado de madre viuda parece que le definirá como personaje futuro, no atisbándose una salida a su situación de representante de la burguesía femenina más pasiva.
-¿Yo? Qué disparate, Neus… ¿de quién iba yo a enamorarme metida todo el día en el internado? (VSCS: 52-53)
Teresa
Es la mujer de Domingo Pajarito de Soto, el dogmatismo político del cual la somete a un abandono emocional y sentimental, lo que hace que Teresa se desespere y entre en una cierta decadencia. Su característica psicológica es la visceralidad, pues Teresa es de una autenticidad y entrega absolutas. Por ello, se refugia en Javier Miranda, amigo de su marido, que empieza siendo su paño de lágrimas y un amigo para Teresa, pero con quién acaba teniendo una relación extramatrimonial que se inicia a iniciativa de la propia Teresa. Después, también por decisión suya, se marchará con su hijo sin dar ninguna explicación ante la muerte de su marido. Podríamos decir que Teresa representa a la mayoría de mujeres de la época: sometida a la voluntad de su marido y viéndose reprimida la mayor parte del tiempo, sin una válvula de escape para si situación.
Es de destacar que aunque Teresa representa este papel pasivo, es quien posee la carta que durante toda la novela preocupa a Lepprince y que habiá escrito su marido dirigida a Miranda. Esta carta, auténtico mcguffin de la novela, está en sus manos sin que ella sea nunca consciente de su valor y es generadora de muertes inútiles a centenares de kilómetros de su poseedora.
“Oí una voz en la que reconocí a Teresa, una Teresa nueva, que me decía que me amaba, que la llevase conmigo, lejos de aquella casa, lejos de Barcelona, que por mí abandonaría a su marido y a su hijo, que sería mi esclava.”(LVSCS: 84).
Doloretas
Realiza una descripción de este personaje a partir de sus apariciones en en cap. V de la I parte y en el VIII de la II parte.