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Biografia Miguel Hernandez

 

Nació el 30 de octubre de 1910 en Orihuela (Alicante). Hijo de un pastor de cabras. Estudió en el colegio de los jesuitas aunque abandonó muy pronto para ganarse la vida como lechero y pastor, ya por entonces era un aficionado a la lectura sobre todo de la poesía clásica española. Estuvo interesado por el teatro y asistía a representaciones que se celebraban en la Casa del Pueblo de Orihuela, incluso llegó a participar en alguna de ellas. Publica algunos poemas en el periódico de Orihuela y la revista El Gallo Crisis.Lleva sus versos al escritor Ernesto Giménez Caballero director de La Gaceta Literaria, una de las mejores revistas literarias del momento, pero no logra que se los publiquen.Se casó el año 1937 con Josefina Manresa. Afiliado al Partido Comunista Español, durante la República tomó parte en las Misiones pedagógicas, intentando llevar la cultura a las zonas más deprimidas de España. Durante la Guerra Civil española se alistó en el ejército republicano y asistió al Congreso internacional de intelectuales antifascistas de 1937 en Valencia. Tras la guerra fue detenido en la frontera portuguesa. Condenado a pena de muerte, se le conmutó por la de treinta años, la tubercolosis acabó con su vida el 28 de marzo de 1942 en el penal de Ocaña en Toledo.
A mi me gusta Miguel Hernandez por como escribe los poemas.Uno de los muchos versos que me gustan es:

 

EL NIÑO YUNTERO

Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.

Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.

Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.

Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.

Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra,
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.

Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.

Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.

A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.

Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.

Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.

Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
revuelve mi alma de encina.

Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.

Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.

¿Quién salvará este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?

Que salga del corazón
de los hombre jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.