Se mueven a mi gusto desde mis manos de titiritero.
Se enhebran y enlazan al compás del reloj.
Se doblan y se endurecen en cada traspiés.
Se van, vienen y se pierden en el camino.
Se quedan algunas y otras se funden en el alquitrán.
Se asoman a los balcones esperando algún detalle.
Se esconden muchas y demasiadas se pasean en silencio.
Se les tuerce la risa al acicalarse un poquito.
Se dañan masticando ilusiones.
Se olvidan de pedir aquello innecesario.
Se empequeñecen al dar las gracias.
Se desgarran lentamente en el roce de voz.
Se pierden entre tanta mirada de arlequín.
Se vuelven de mimbre una y mil veces.
Se mueren, en tu boca, mis palabras de demente.
Qué bonito