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Lazarillo en la Casa de las Conchas

Mientras yo iba vagando por las callejuelas estrechas de Salamanca, veía personas en el suelo, muchas pobreza, enfermedades… A mí eso me daba pena pero yo venía de una familia muy pobre, ya sabía lo que era la pobreza hasta el punto de que mi madre me abandonó porque no tenía con qué alimentarme.
Las callejuelas ahora se hacían grandes y pasaban a ser calles anchas. Estaba en la parte noble de la ciudad de Salamanca, ya no había mendigos, excepto el ciego, que estaba sentado en un portalón inmenso, de madera de roble. Estaba borracho y dormía a pierna suelta. Yo me quedé callado, porque conocía mi voz perfectamente y no quería que supiera que estaba allí, ya que me había enviado a por más vino y era el único momento de libertad que tenía. Siempre me castigaba y no paraba de pegarme. Al pensar en eso, yo pasé rápido delante de él para que no me oyera.
Pasé por delante de una casa grande. La casa tenía conchas en la fachada. Era impresionante: era una casa de nobles, incluso había dos soldados en la puerta. Me distraje paseando por las calles y cuando me quise dar cuenta ya estaba oscureciendo. Me preocupé bastante por lo que pudiera pasar cuando llegase al portalón donde se encontraba el ciego. Al llegar, intenté hacer el menor ruido posible, pero no obtuve resultado, el ciego ya estaba despierto esperando mi llegada. Estaba muy enfadado, me preguntó que por qué había tardado tanto y antes de que pudiera constestar me soltó un bastonazo. Cuando llegamos a casa del ciego empezó a replicarme que no volviera a irme solo sin su permiso o las consecuencias serían muy dañinas para mí.
Adrià, Patricia y Gisela

Las monedas sin amo

Al salir de la iglesia de San Juan de Barbalos, el ciego y yo nos encontramos a un noble caballero que llevaba muchas monedas de oro. El viejo le pidió limosna a cambio de rezar por su mujer embarazada. Pero cuando el noble aceptó, el ciego se tropezó con una piedra del camino. Mientras se limpiaba la herida en la fuente, el noble caballero me dio más monedas de las que al principio había ofrecido.
Se me pasó por la cabeza esconderme en la vieja chaqueta unas cuantas sin que mi amo lo notara. Todo iba bien hasta que, pasando por el puente, se me cayeron dos monedas del bolsillo. Pensé que el ciego lo había oído, pero por el momento no pareció escuchar nada o al menos lo hizo ver.
Nos dirigíamos a casa y yo ya pensaba que no se había dado cuenta , cuando me dijo:
-Lazarillo, voy a descansar. Ve a comprar una hogaza de pan a la casa que hay al final del pueblo.

Al oir su petición temblé. No soportaba ir a la parte final del pueblo, no me la conocía y tenia miedo a perderme o que alguien me atacara. Armándome de valor fui donde mi amo me decía. Pero durante el camino, oí un fuerte ruido. Estaba en una calle oscura, en la que había hombres en el suelo tumbados, mujeres con niños llorando. Intenté salir de ese horrible lugar. El problema es que no sabia volver ahora. Grité pero nadie respondía, yo nunca había estado en aquel lugar y esos hombres se acercaban a mí con malas intenciones. Así que tuve que darles todas las monedas que llevaba. Cuál fue mi sorpresa, que el ciego salió de detrás y me dio un bastonazo, mientras los ladrones se reían y le devolvían el dinero.
– Tonto, o es que te pensabas que no me había dado cuenta – me dijo el ciego – te he enviado aquí para que mis amigos te dieran una leccion.

Aarón, Iván y Mikel

La casa de las tejas

Cuando volvimos el ciego y yo de pedir limosna,vi una casa a la que le iban cayendo las tejas, así que cambié el camino habitual para poder pasar por aquella casa. De pronto se me ocurrió una idea para poder vengarme del ciego ya que él no me da nada de comer ni de beber,y siempre me maltrataba. Le hice parar por donde estaban las tejas que se iban cayendo y le hice parar con la primera excusa que se me pasó por la cabeza. Justamente cuando se paró al lado de la casa, se oyó un fuerte golpe: era una de las tejas que le había caído en la cabeza, como yo esperaba.
Al momento de oírse el golpe, salió un caballero y dijo:
-Pero niño,¿no ves que se están cayendo las tejas de la casa? ¡Pobre hombre!
Agaché la cabeza sin saber qué decir pensando en qué me haría el ciego.
El viejo, muy enfadado y cansado, con voz muy débil porque su comportamiento de cara a la gente era muy humilde, me dijo:
-Cuando lleguemos a casa, hablaremos y procura que no me vuelva a pasar nada por el camino.
Estuve todo el camino rabioso de no poder hacer nada para escaparme de aquel infierno al que me sometía aquel viejo y todo el tiempo pensando y pensando en qué me haría.
Nada más llegar a casa nos sentamos para hablar y lo que quería era hacer un pacto:
-Si transcurrido un tiempo tú haces caso de todo lo que yo te mande y no me haces ninguna de las tuyas te prometo que te daré información de tu madre para que sepas algo de ella después de todo este tiempo.
Yo me quedé pensando en que me estuviera otra vez engañando porque de este hombre tan retorcido te podías esperar cualquier cosa por muy rara que parezca.Pero es que estaba tan serio y parecía tan sincero que acepté la apuesta y todo por saber de mi madre.
Pero el tiempo iba pasando y cada vez era más díficil vengarme de todas aquellas cosas que me iba haciendo ,ya que cada día que pasaba me hacía algo peor.
Me hacía dormir en una habitación con una fina capa de paja,me daba menos de comer de lo que ya hacía,me humillaba delante de la gente de manera que sólo entendiera yo,…
Yo no aguanté más y le dije:
-¿Cuándo me darás la información esa que me prometiste de mi madre?
El me contestó diciéndome:
-No sé por qué esperabas tanto,¿de verdad creías que te iba a dar información de tu madre?
Yo no supe qué contestarle, así que nunca más he vuelto a confiar en él y cada vez que he tenido la oportunidad de vengarme,lo he hecho,por todo lo que me ha hecho padecer el tiempo que he estado con él

Paula

La hogaza de pan

El ciego y yo íbamos paseando por la calle, cuando pasamos por delante de una bonita casa que tenía en la fachada unas conchas que recordaban el mar.
El ciego se paró y me dijo que llamara a la puerta. Cuando la abrieron, apareció un hombre muy elegante que nos dijo:
-¿Qué desean?
Me quedé callado y el ciego contestó:
-Buenos días, buen hombre. ¿No tendrá usted algo que comer? Llevamos dos días sin comer ni beber nada.
Me quedé sorprendido al ver cómo podía ser tan buen actor, ya que él hacia poco que había comido.
Nos dieron pan, y como siempre, tenía que llevarlo yo. Como el pan estaba recién hecho, me entró el hambre, pero el ciego me dijo que no cogiera ni una migaja. Pensé que no se daría cuenta y le pegué varios mordiscos , pero muy pequeños, para que el ciego no lo notara.
Estábamos llegando al puente romano, cuando se sentó el ciego en una roca. Me pidió el pan, empezó a comer, y me dijo que faltaba una parte. Entonces yo le dije:
-Se lo habrá comido algún ratón, el saco está mordido.
-¡Qué raro! ¿Y cuándo se ha metido el ratón en el saco?
-Nos lo habrán dado así ya.
El ciego no se quedó convencido, pero continuamos con nuestro camino. Cuando pasamos el puente, yo iba por delante de él indicando el camino, cuando el ciego me metió su bastón entre las piernas y me hizo caer. Me empezó a sangrar la boca. Me había roto dos dientes. Entonces me dijo:
-Eso te pasa por engañarme, ahora no podrás mordisquear más el pan.
El ciego me había castigado, y ahora no podría comer bien.

Laura y Cristina

La tarde del vino

Cuando el ciego me dijo que le fuera a comprar una jarra de vino, yo ya tenía en mente la trastada que le iba a hacer, pero no pensé en las consecuencias que me podía causar. Y ahora contaré paso a paso lo que me ocurrió. Cuando el ciego me dio dos blancas para la jarra de vino, yo fui decidido hacía la taberna, lo compré y por el camino me fui bebiendo media jarra de vino. Cuando me di cuenta, se me había ido de las manos y la jarra estaba medio vacía y entonces se me ocurrió diluir el vino que quedaba con un poco de agua. Cuando llegué a casa le di la jarra al ciego y empezó a beber. Cuando se bebió el primer vaso ya empezó a sospechar hasta que me llamó para ver qué había pasado. Le expliqué que yo no sabía nada pero no se lo creyó. Se levantó y me dijo que fuera hacia la fuente que había en la terraza. Al llegar me dijo que me asomara y me metió la cabeza en el agua para darme un buen escarmiento. Estuve recuperándome del susto unos cuantos días.

Gonzalo y Josua

Nuevos episodios del Lazarillo

En la España del siglo XVI, un joven Lázaro aprende de su primer amo, el ciego, que deberá convertirse en un pícaro si quiere sobrevivir. Episodio tras episodio, va perfeccionando las argucias para engañar al cruel amo. Lo podréis comprobar a través de nuevos episodios que jóvenes escritores del IES Alexandre Galí (Sant Pere de Ribes) han creado para vosotros, los lectores de este blog.  

El trabajo se ha realizado a partir de la WebQuest Lazarillo de Tormes y es la continuación de un blog anterior con el mismo nombre.