Las monedas sin amo

Al salir de la iglesia de San Juan de Barbalos, el ciego y yo nos encontramos a un noble caballero que llevaba muchas monedas de oro. El viejo le pidió limosna a cambio de rezar por su mujer embarazada. Pero cuando el noble aceptó, el ciego se tropezó con una piedra del camino. Mientras se limpiaba la herida en la fuente, el noble caballero me dio más monedas de las que al principio había ofrecido.
Se me pasó por la cabeza esconderme en la vieja chaqueta unas cuantas sin que mi amo lo notara. Todo iba bien hasta que, pasando por el puente, se me cayeron dos monedas del bolsillo. Pensé que el ciego lo había oído, pero por el momento no pareció escuchar nada o al menos lo hizo ver.
Nos dirigíamos a casa y yo ya pensaba que no se había dado cuenta , cuando me dijo:
-Lazarillo, voy a descansar. Ve a comprar una hogaza de pan a la casa que hay al final del pueblo.

Al oir su petición temblé. No soportaba ir a la parte final del pueblo, no me la conocía y tenia miedo a perderme o que alguien me atacara. Armándome de valor fui donde mi amo me decía. Pero durante el camino, oí un fuerte ruido. Estaba en una calle oscura, en la que había hombres en el suelo tumbados, mujeres con niños llorando. Intenté salir de ese horrible lugar. El problema es que no sabia volver ahora. Grité pero nadie respondía, yo nunca había estado en aquel lugar y esos hombres se acercaban a mí con malas intenciones. Así que tuve que darles todas las monedas que llevaba. Cuál fue mi sorpresa, que el ciego salió de detrás y me dio un bastonazo, mientras los ladrones se reían y le devolvían el dinero.
– Tonto, o es que te pensabas que no me había dado cuenta – me dijo el ciego – te he enviado aquí para que mis amigos te dieran una leccion.

Aarón, Iván y Mikel

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