Manual de conversión niño-adulto

El aire cargado, impregnado de un fuerte olor a tabaco que medio mataba y medio llevaba al cielo (iniciado, probablemente, por alguna que otra de aquellas almas “libres” que quieren dar un toque de maldad a su look), se expandía formando finas columnas de humo que se retorcían sobre sí mismas. La conversación del bar era intrascendente, como toda conversación entre amigos en la que no se derrama ninguna lágrima ni ningún “lo mataré”.

– Sí, ¿sabes? Es una de esas… Joder, cómo se llamaban… De las que… Que te joden por dentro, pero te enganchan… Ah, mierda, me he olvidado.

– ¿Mujeres?

– ¡Sí, eso!

– ¡Niño!

Todas las miradas de la mesa se dirigieron al que pronunció aquella palabra.

– …¿qué? – dijo alguien.

– ¿Qué de qué?

Las miradas, esta vez, se entrecruzaban entre ellas, algunas mostrando una pequeña chispa de diversión. No dieron importancia al asunto. En cambio, Pascasio se empezó a sentir algo incómodo, esa sensación que nos da a todos alguna vez, cuando sentimos que hemos hecho el ridículo.

– ¡Niño! – repitió Pascasio, apoderándose de un gran trago de aire.

Todos los ojos volvieron a posarse sobre él. El silencio se apoderó de la mesa. El silencio, que no la pasividad o la seriedad. Segismunda habló.

– ¿Pero qué dices?

– ¿Qué digo de qué?

– ¿Estás hablando con alguien? – intervino Cucufato

– ¿Con quién voy a estar hablando?

– No sé.

– Pues vale.

Silencio.

– ¡NIÑO!

– ¿Pero se puede saber de qué hablas? – acabó por gritar Serafina

– ¡Que me dejéis ya! ¡Iros todos a la mierda!

Se dibujaron expresiones de perplejidad en los rostros del grupo de ex alumnos. La palabra “Tourette” pasó por la cabeza de alguno. Ninguno de los comensales comprendía que a Pascasio le habían enseñado hacía unos años que, para aprender a fumar, tenía que “llamar al niño pa’ dentro”. Y si lo hubiera explicado, probablemente no entenderían por qué seguía haciéndolo. Habían perdido todos (excepto, evidentemente, Pascasio) el camino que seguía el niño que llevaban dentro. Y muy posiblemente no lo volvieran a encontrar nunca más, puesto que tiempo atrás decidieron comportarse como los adultos en los que se iban convirtiendo poco a poco.

“Hay que ver, qué cosas tiene la vida”, pensaron varios de ellos (de los cuales la nostalgia invadió sus mentes). A algunos otros les pasó la vida por delante. Algún otro pensaba en si había tomado las decisiones correctas en lo que llevaba de vida. Fueran cuales fueran sus pensamientos, todos callaron y dirigieron miradas nerviosas hacia otros puntos del bar. Y tras unos largos (y tensos) segundos, Saturnino tomó la palabra.

– ¿Alguien se acuerda de las colonias de cuarto?

 

 

                                                                   Pseudònim: John Misma

Deixa un comentari