Nicolás de Cusa, De Visione Dei (Londres y Toronto: J. M. Dent and Sons; Nueva York: E. P. Dutton and Company, 1928).
(pp. 25-27):
(traducció extreta de J. Campbell, Las máscaras de Dios, p. 74)
<<Oh, Señor, cuán maravilloso es Tu rostro. Tu rostro, que un joven, si se empeñara en imaginarlo, lo concebiria como el de un joven; un hombre adulto, como viril; uno entrado en años como el de uno entrado en años! ¿Quién podría imaginar este único modelo, el más verdadero y el más adecuado, de todos los rostros –de todos y de cada uno- este modelo tan perfecto de cada uno como si no fuera de ningún otro? Necesitaría ir más allá de todas las formas de los rostros que puedan formarse, de todas las figuras. Y ¿cómo podría imaginar un rostro cuando debe ir más allá de todos los rostros y de todo parecido y figuras de todos los rostros y de todos los conceptos que puedan formarse de un rostro, y de todo color, adorno y belleza de todos los rostros? Por lo cual, aquel que avanza para contemplar Tu rostro, en tanto que se forme cualquier concepto de él, está lejos de Tu rostro. Porque todos los conceptos de un rostro se quedan cortos, Señor, de Tu rostro, y toda la belleza que puede ser concebida es menor que la belleza de Tu rostro. Cada rostro tiene belleza, sin embargo, ninguno es la belleza misma, excepto Tu rostro, Señor, que tiene belleza y este tener es ser. Es por tanto Belleza Absoluta en sí mismo, la cual es la forma que dio el ser a toda forma bella. Oh rostro sumamente hermoso, cuya belleza no son suficientes para admirar todas las cosas a las que se les permite contemplarla. En todos los rostros se ve el Rostro de rostros, velado y como en un enigma. No obstante, desvelado no es visto, hasta que por encima de todos los rostros un hombre entra en un cierto secreto y silencio místico donde no hay conocimiento o concepto de un rostro. Esta neblina, nube, oscuridad o ignorancia en la cual el que busca Tu rostro entró cuando fue más allá de todo conocimiento o concepto, es el estado bajo el cual no se puede encontrar Tu rostro excepto velado; pero aquella misma oscuridad reveló que Tu rostro estaba allí, más allá de todos los velos.