Las guerras no sólo son propulsadas por el carisma de un líder, o razones territoriales, o el afán de millones de soldados por derrocar a un gobierno. Hay algo detrás de todos ellos aún más vital; algo rudimentario, esencial: el dinero.
No sería la primera vez que una guerra ha empezado por cuestiones monetarias -veamos Iraq-, pero lo que es algo insólito es un individuo, ajeno totalmente a un conflicto bélico, con un poderío tan eminente, que es capaz de manipular todo el panorama político, no sólo de su país, sino también de un conflicto internacional conocido como Segunda Guerra Mundial.
Ese individuo es Juan March, un controvertido y manipulador empresario, cegado por su sed de dinero, y dotado por una inteligencia innata para los negocios. Fue tal su importancia en el sector empresarial, que puede ser comparado con grandes forjadores de imperios como Rockefeller o el mismo Hearst.
“Mi general, no se meta en mis asuntos”
Si algún individuo cualquiera hubiera replicado de esta manera al tirano Francisco Franco, lo más probable es que hubiera sido fusilado al instante. Pero Juan March no fue un individuo cualquiera.

Haciendo un rápido repaso a su compleja biografía, March aprende desde joven el poder del dinero con el contrabando de tabaco que, posteriormente, exportará a Marruecos. Más tarde se dedicará a la adquisición de terrenos como Mallorca, Levante y Castilla para revenderlos en parcelas al campesinado. Pero el eje de su imperio, los pilares de su fortuna son el tabaco.
En 1914, mientras la Gran Guerra removía los cimientos de Europa, March encontró en ella una gran fuente de capitales. Al entrar en el contrabando de mercancías en el norte de África y Gibraltar (que vendía en la península) y tener todo el monopolio del tabaco controlado en dichos territorios, March puso barcos y rutas a disposición de los británicos. Pero al mismo tiempo traficaba con los alemanes: les suministraba alimentos y abastecía sus submarinos de combustible. Posteriormente, denunciaba su localización a los ingleses. Una de las claves de su éxito, fue sin duda su capacidad de jugar a dos bandos.
Finalizada la Gran Guerra, J. March siguió con el contrabando de armas, tabaco, alcohol, pero también empezó a invertir en cualquier tipo de empresa en la que pudiera extraer grandes beneficios: navieras, eléctricas, mineras o petroleras.
El 29 de abril de 1923, fue nombrado diputado de Mallorca por parte del partido de Izquierda Liberal. Tras el ascenso del general Primo de Rivera, March fue perseguido con una orden de captura firmada en 1924. Se vio obligado a exiliar a Francia, pero regresó al poco tiempo para colaborar con el dictador. Con su regreso, constituyó la Banca March en Mallorca, obtuvo la concesión internacional de tabaco para Ceuta y Melilla y ingresó en CAMPSA (principal monopolio español del petróleo)
Con el triunfo de la II República en 1931, March fue procesado por la irregularidad en la concesión del monopolio de tabaco y por su colaboración con la dictadura. Fue encarcelado en 1932 para fugarse un año después tras el soborno al jefe del turno de noche y a un guardia.
El astuto March, exilió hacia Francia el mismo día en que el Frente Popular ganó las elecciones (16 de febrero de 1936). Con la victoria de la izquierda, sus bienes de Mallorca fueron confiscados. No obstante, financió el alquiler del Dragon Rapide, el avión inglés que trasladó a Franco desde Gran Canaria a Tetuán para situarse a la vanguardia de la sublevación militar del 18 de julio de 1936. March no tardó en situarse como el banquero del régimen además de facilitar el ascenso de Franco con la financiación del primer puente aéreo militar de la historia, por el que se trasladaron de África a Sevilla las unidades de élite -mediante aviones alemanes- con lo cual se plantaron casi a las puertas de Madrid en poco tiempo. Además de que algunos cronistas afirman que su papel en la Guerra Civil fue crucial para la victoria de los sublevados.
Pero, en lo que a mí respecta, su gran hazaña, su acto más significativo en su historial de jugador de ajedrez en el panorama político-económico, fue su influencia en la Segunda Guerra Mundial. Resulta inimaginable saber cómo habría afectado su ausencia en el conflicto y aún más como habría repercutido en la actualidad.
En 1942, el gobierno británico decidió sobornar a los principales generales de Franco para evitar la entrada de España en la Segunda Guerra Mundial en el bando de las potencias del eje. El intermediario encargado de ejecutar la operación fue March; sobornó y convenció a todos ellos con un soborno que, en total, asciende a diez millones de dólares de la época.
Tras unos actos financieros de menor grado, Juan March vivió sus últimos años en Madrid, alejado de la vida pública y política. La misma de la que había sacado partido para situarse en la vanguardia de los personajes más influyentes de la primera mitad del siglo veinte en España. Finalmente, murió el 25 de febrero de 1962 de las heridas sufridas en accidente de automóvil dos semanas antes.
