EL SOBORNO BRITÁNICO A ESPAÑA QUE CAMBIÓ LA HISTORIA MUNDIAL- POR: MAR PAREJO Y MIREIA MARQUÍNEZ

Nos situamos en el 24 de junio de 1940. Un triunfante Hitler se fotografía sonriente en la Torre Eiffel. La perfecta maquinaria militar alemana ha vencido con creces al ejército francés sin apenas disparar un tiro. A estas alturas parece que los soldados del III Reich son invencibles. A las cuarenta ocho horas el primer ministro británico, Winston Churchill tiene en su mesa una propuesta de su embajador en Madrid, Samuel Hoare. Llegados a ese punto, hasta las ideas más descabelladas son las que parecen más factibles.

Hoare se encuentra convencido de que España está al borde de participar en la guerra a favor del Führer. Él sostiene que Franco desea permanecer neutral, pero que está aterrorizado por Alemania. Por un lado, el ala izquierdista de la Falange apoya la intervención en el conflicto. Por otro lado, la parte derechista (carlistas, empresarios, la mayoría del Ejército y los campesinos) está a favor de la neutralidad.

Churchill se dio cuenta de que  lo que tenía que hacer era “potenciar” el ala derechista. Para lograr su objetivo, sobornó a Nicolás Franco, hermano del Generalísimo y entonces embajador en Lisboa; el general Varela, ministro del Ejército; el salvador de Oviedo, general Aranda; el general Gallarza -ministro del Interior- y, por último, el general Kindelán, entonces capitán general de Cataluña, región básica para cualquier operación militar. También a un segundo círculo de conspiradores estaba constituido por los generales Queipo de Llano, Orgaz, Moreno, Alongo, Solchaga, Asensio y Muñoz Grandes -antes de dirigir la División Azul-, todos ellos al mando de capitanías o territorios claves como Marruecos o Sevilla. De esta forma, los sobornados tenían como misión “convencer” a Franco de que unirse a la guerra no era ni de lejos la mejor opción.

La documentación desclasificada señala que Churchill autorizó un total de 20 millones de dólares de la época (unos 331 millones al cambio actual) para sobornos que se fueron concediendo por periodos de seis meses hasta finales de 1942, pues a partir de entonces el régimen franquista ya había girado hacia los Aliados.

A día de hoy, no se sabe si era totalmente necesario el soborno o si fue excesivo. Lo que sí está claro es que puede que gracias a esta acción, España no participara en una de las guerras más sangrientas y crueles de todos los tiempos.

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