“Preséntate con un secreto inconfesable”
laiavalldosera | 3 juny 2013Estábamos en la compañía de danza y era sábado por la tarde. Paso allí todos los sábados y no paro en todo el día. Siempre hacemos cosas distintas y, por eso, no me aburre. La directora nos dijo que aquella tarde había programada “clase sorpresa” y nosotros supusimos que vendría algún bailarín famosillo (siempre vienen bailarines a darnos clase cuando toca sorpresa). Pero esa tarde no bailamos, eso sí que era sorpresa de verdad. Vino una actriz – no sé qué obra estaba haciendo, no era conocida- y nos dio clase de interpretación.
Empezamos con caras largas, a veces juzgamos las cosas antes de hora. Yo, por ejemplo, cuando oigo “clase de interpretación” lo primero que me viene a la mente son esos actores que van en mallas recitando frases dramáticas. En lugar de eso, la chica nos sentó en medio de la sala y nos dijo “Presentaros con un secreto inconfesable, así os iré conociendo”. La chica loca no estaba, pero un poco particular sí que era. Al ver nuestras caras de indiferencia, se explicó más bien. Nos dijo que para conocer a una persona sólo basta saber un secreto, un miedo y un deseo. Dijo que podían ser cosas simples pero, según ella, con eso bastaba.
Íbamos en el tren de vuelta a casa cuando nos pusimos a pensar. ¿De verdad alguien tiene el valor de contarle sus temores o sus sueños a un desconocido? Creo que no, pero la pregunta más general sería: ¿Cuándo conocemos realmente a una persona? En el momento que nos encontramos con un desconocido, ¿qué mostramos de nosotros? Mi amiga decía que mostramos una cara externa que no tiene nada que ver con nuestro interior. Nuestra verdadera personalidad solo la compartimos con las personas a las que conocemos bien. Pero el tema está en qué hablamos de relaciones humanas, o sea, relaciones totalmente recíprocas. Por lo tanto, tenemos que tener en cuenta a las dos personas. Si solo mostramos nuestra verdadera persona cuando conocemos bien a la otra, pero resulta que la otra persona hace lo mismo, entonces nadie está mostrando su manera de ser de verdad porque nadie conoce a nadie realmente, ¿no? Ya sé que esta reflexión es un poco liosa, de hecho a mi amiga le costó entenderme. Yo intento expresarme de la manera más simple posible pero estos temas de las relaciones humanas me lían un poco. Atentos, podría ser que en el momento de simpatizar con alguien nos fijemos en la apariencia y solo nos mostremos tal como somos si encontramos al otro similar aparentemente? ¿Su similitud física nos hace pensar que lo conocemos, lo vemos más familiar o cercano? Si fuese así sería muy triste, decía mi amiga. Yo creo que es así, así de triste digo, porque personalmente yo no suelo abrirme a una persona que no tiene nada que ver conmigo exteriormente. Estamos constantemente perdiendo oportunidades de conocer a grandes personas porque nos guiamos por lo que vemos.
Mi amiga y yo no sacamos ninguna conclusión de todas estas dudas, pero escribiendo este texto, he reflexionado un poquito más. Yo diría que cuando conocemos a alguien no nos mostramos tal como somos hasta que no estamos seguros que a esa persona le vamos a gustar, porque lo último que queremos es ser rechazados. Por eso, mostramos otra cara, otra fachada, como una barrera protectora. La otra persona hace lo mismo y eso se convierte en un “tira-y-afloja” que poquito a poco puede acabar bien, si las dos partes se coordinan, o de lo contrario, si las dos partes no conectan.
Laia