Una historia
| 22 març 2011Al principio, aguantábamos como podíamos. Cada vez que pasaba esto sentía como la sangre corría por mis venas y esa gran impotencia, ya me estaba empezando a cansar. En mi cabeza solo existían preguntas sin respuestas; ¿Por qué mama no denuncia a papa?, ¿Por qué sigue permitiendo que esto pase?, ¿Cuánto tiempo aguantaremos?
Era miércoles y me desperté mas temprano de lo habitual, tenía una sensación rara y de repente, justo cuando iba a reflexionar sobre la situación en la que me encontraba, me pareció escuchar a mi madre llorando. A decir verdad no me extraño que estuviera llorando, lo que me sorprendió fue que lo hiciera a esas horas de la madrugada. Me levante y decidí que la situación no podía continuar así. Me vestí, encendí la televisión y deje que se hicieran las siete. Deje a mis hermanos pequeños en el colegio y seguidamente me fui al mío.
Las horas se me hacían interminables, y lo único que tenía claro ese día era lo que iba a hacer después de clase: acudir a la policía. Todos los problemas se iban a terminar. Yo se lo había pedido millones de veces, le había dicho que ella no merecía eso, e incluso en una ocasión casi la convencí, pero el miedo dominaba su rostro, así que a pesar de mis doce años de edad comprendí que era yo quien debía tomar medidas. Pase toda la mañana sumergido en un mar de pensamientos, y estaba tan concentrado que ni siquiera me entere de la presencia de dos agentes policiales hablando con la profesora, levanté la cabeza y observe en los rostros de los adultos que había algo fuera de lo normal. Rosa, la profesora se me acercó y me dio la peor noticia que jamás he recibido. En ese momento, mi mundo se derrumbo, salí corriendo de la clase y corrí todo lo que pude, pero mis piernas empezaron a flojear, aquella sensación no se la deseo a nadie.
Han pasado dos años, seis meses y catorce días desde la tragedia, mis hermanos y yo estamos con una familia de acogida asignada por el estado, y la persona que un día fue mi padre cumple condena por el asesinato de Estefani Muñoz Sanchez, mi madre.
A pesar de los años que pasen, la pesadilla jamás terminará ya que no se que nos deparará el futuro a mi y a mis hermanos, nunca volveremos a ver a nuestra madre, y el remordimiento de no haber actuado antes siempre permanecerá en mi cabeza.
Mami, lo siento. Siempre te voy a amar.
Borja