Un deporte hereditario
| 7 octubre 2012Hace 6 años practicaba un deporte cualquiera. Normalmente los padres deciden futbol para los niños, ballet para las niñas y una vez empiezas a crecer y te haces como persona empiezas a saber el que realmente quieres aunque a veces decides cosas porque sí. Este es mi caso; a los 9 años después de estar 6 años haciendo ballet, natación y música decidí dejarlo todo por un deporte llamado waterpolo. Mi padre llevaba toda la vida jugando pero a mi, sinceramente, nunca me había llamado la atención.
“He aprendido algo muy importante en la vida, que si te sacrificas por una cosa al final consigues eso y más” |
Todo empezó un día mientras estaba nadando cuando se me acercó una de las monitoras a decirme que si me interesaría probarlo. En aquel momento respondí que sí como podía haber dicho que no. Al probarlo me gustó, era diferente a todo lo que había hecho anteriormente, era un deporte en equipo y donde toda la elegancia de la danza y la música se dejaba fuera del agua. Desde mi punto de vista lo veía así, pero tuve que escoger, no podía hacerlo todo; empezar con el waterpolo significaba entrenar cada día y sacrificar todo lo otro.
Los primeros años eran aburridos, jugaba pocos minutos porque era la más pequeña del equipo y porque jugaba una categoría superior que no me correspondía. Dos veranos después llegaron más niñas de mi edad y los entrenadores decidieron que hiciésemos equipos mixtos. Allí aprendimos muchísimo, seguramente más de lo que había aprendido durante 2 años anteriores, el porqué no lo sé. Aquel año a dos niñas de mi equipo y a mi nos seleccionaron para jugar con la preselección catalana de waterpolo y así estuvimos 4 años hasta el día de hoy.
Al principio era una alegría para todas estar en la selección catalana muy a pesar del enorme esfuerzo y dedicación, pero a medida que iba pasando el tiempo te cuestionabas si valía la pena lo que una estaba viviendo. Cada miércoles teníamos que ir a Sant Cugat a entrenar, todos los puentes, cada dos fines de semana y en las vacaciones de navidad. Esto suponía muchas veces no poder estar con tus amigos por lo que me llegaba a plantear si me estaba perdiendo momentos y más de una vez lo habría dejado todo pero siempre tenía a mis padres que me ayudaban a reflexionar lo que realmente quería.
Y ahora me doy cuenta que no he perdido el tiempo aunque no he podido muchas veces estar con amigos pero, por otro lado, he ganado dos amigas de verdad con las que hemos vivido muchísimos momentos juntas. He vivido experiencias que no mucha gente puede vivir, y finalmente ahora he pasado de jugar unos pocos minutos a ser la portera titular del cadete y del juvenil. He aprendido algo muy importante en la vida, que si te sacrificas por una cosa al final consigues eso y más.
Andrea Jiménez García.