Carta a mi bicicleta
| 27 setembre 2012Mi querida bicicleta,
No recuerdo muy bien la primera vez que me subí encima de ti, de eso ya hace mucho, yo era muy pequeña. Supongo que no me costó demasiado, siempre escucho a mi padre explicar que a los cinco minutos de conocernos ya íbamos las dos solas.
De las ruedecitas no podemos decir grandes cosas, porque pronto pasaron al olvido. Pero tú y yo, amiga mía, hemos pasado momentos inolvidables, como paseos bajo la lluvia, escapadas nocturnas, días soleados, días no tan soleados, risas y llantos.
Hay caídas dolorosas y caídas que no esperábamos, pero si algo he aprendido a lo largo de mi corta vida, es que después de cada caída hay que levantarse y seguir adelante |
Poco a poco, nos hicimos inseparables, formamos parte de un puzle de dos piezas, sin ti no me siento llena, me falta mi otra mitad, y esa mitad eres tú, mi querida bicicleta.
Mientras bajamos a toda velocidad por un sendero, o saltamos algún obstáculo me olvido de todo y desconecto del mundo, me relajo. Tú me transmites seguridad, aunque a la hora de hacer algún salto siempre me hace respeto, y tengo la duda de saltar o no saltar, como en el día a día la duda de hacer o no hacer algo, pero al final decido arriesgarme para no quedarme con la duda de: ¿qué hubiera pasado? y, ¡pam! Salto. Muchas de las veces sale bien y me siento orgullosa de haber tomado esa decisión, pero muchas otras sale mal, y caemos (esto lo sabes muy bien, ¿verdad?). Hay caídas dolorosas y caídas que no esperábamos, pero si algo he aprendido a lo largo de mi corta vida, es que después de cada caída hay que levantarse y seguir adelante.
Te quiere,
Carla.