Simplemente, Berlín
| 24 juny 2012“Va a ser increíble”, eso es lo primero que dijo Sandra al bajar del avión y poner los pies en tierra alemana. Hay que decir que la bonita frase del primer día quedó eclipsada por unos cuantos “qué asco de cama”, “qué malo está ésto” y “cómo me duelen los pies” con los que Sandra nos alegraba los días. Pero aquella frase, una vez que ya te has ido de allí, se recuerda más que cualquier valoración negativa.
Una larga caminata por el centro histórico de Berlín, descubriendo el palacio rojo comunista y el Check Point Charlie, una visita muy emocionante al barrio judío, el muro de Berlín decorado con grandes y preciosos grafittis, el museo de Pérgamo, justo delante del sospechosamente sencillo pisito de la señora Merkel, Alexander Platz, una triste visita por el campo de concentración de Sachsenhausen, la puerta de Brandemburg (tapada por camiones), el impresionante parlamento alemán… me dejo muchísimas cosas, pero creo que no acabaría nunca.
La palabra que se le pondría atribuir al viaje es “intenso”, pues visitamos muchos lugares y dimos muchas vueltas. Berlín es una ciudad que parece no acabarse nunca, y a mí me daba la sensación de que, aunque ya había pasado por una calle, volvía a descubrir cosas nuevas en ella que la primera vez se me habían pasado por alto: una inscripción en el suelo, una tienda de baratijas y cosas interesantes o una perspectiva preciosa de un edificio que nuestro querido guía nos había mencionado y yo no me había enterado del nombre por intentar hacer una fotografía.
Por cierto, muchas gracias a Martí por sus pausadas, claras e interesantísimas explicaciones (¡deberías dedicarte a la docencia!). Y gracias a Marina, también, que yo no pude escucharla pero valoro la ayuda que nos prestó cuando aquel camarero de un pequeño restaurante no nos entendía ni una palabra y ella acudió en nuestro rescate.
Sé que es un poco tarde para escribir una crónica del viaje, pero el cansancio de los días y la falta de tiempo no ayudaban a que me pusiera a narrar. Siento de corazón, Altés, haberte dejado solo en esto. Como dicen que más vale tarde que nunca, tengo que decir que realmente la frase de Sandra se cumplió y fue un viaje increíble. Con sus “peros”, sus problemas y sus todos, creo que nadie lo olvidará nunca, y en el caso de que alguien olvide algún detalle, siempre quedarán esas preciosas fotos guardadas en un rinconcito del ordenador.
Ana