3.3.1. Sòcrates i l’ètica del contrast
Jordi | 18 de juliol de 2020• A grandes rasgos, Jenofonte lo describe como el más austero para los placeres del amor y de la comida, durísimo frente al frío y al calor, y todas las fatigas, estaba educado de tal manera que al tener pocas necesidades una modesta fortuna le bastaba para satisfacerlas. Jamás descuidó su cuerpo, reprobaba comer en demasía, no era afectado ni presumido en su vestimenta ni en su calzado, ni en su régimen de vida en general, nunca fomentó la codicia en sus alumnos. Había educado su espíritu y su cuerpo de modo que podía vivir con confianza y seguridad, era muy frugal; en cuanto a la bebida, todo le resultaba agradable, ya que sólo bebía cuando tenía sed. También insistía en que sus discípulos procuraran mantenerse sanos, al cuidar su dieta.
En específico, Jenofonte menciona que
• Siempre conversaba sobre temas humanos, examinando qué es piadoso, qué es impío, qué es bello, qué es justo, qué es injusto, etc.
• Siempre cuidó su cuerpo y reprendía a quienes no tomaban en cuenta este aspecto, pues desde su punto de vista era aconsejable practicar ejercicio para el adecuado robustecimiento físico.
En Memorables, el filósofo pronuncia un largo discurso a través del cual hace hincapié en la importancia que tiene el ejercicio, ya que preocupado por la formación del ciudadano y a que, debido a sus vivencias en la guerra, había constatado en persona las ventajas de tener un cuerpo en buenas condiciones, entre sus argumentos destaca que en nada perjudica tener un cuerpo sano; mientras el mal estado físico puede provocar la pérdida de la memoria o manías que dañan el entendimiento, de manera que gracias al ejercicio se evitan los males ocasionados por el envejecimiento prematuro.
En el Simposio en concreto, el filósofo subraya que con la danza se ejercita todo el cuerpo, lo cual es ideal para mantenerse en buenas condiciones y lograr el equilibrio corporal. Sócrates estaba muy interesado en el deporte y el ejercicio físico en general, ello lo hacía alabar a los espartanos, quienes debido a su duro entrenamiento eran considerados los mejores caudillos militares. El maestro de Jenofonte defendía el desarrollo integral del cuerpo y desdeñaba el desequilibrio físico.
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