22.- Preguntas sobre Benito Pérez Galdós y Leopoldo Alas (Clarín).

a) ¿Qué caracteriza las primeras novelas de BPG?

b) ¿Qué características tienen las novelas españolas contemporáneas de BPG?

c) ¿Qué son los Episodios nacionales de BPG?

 

a ) Resume el argumento de La regenta, de Clarín.

b) ¿En qué se diferencian las dos partes de La regenta, de Clarín?

21.- Relato realista “La lengua de las mariposas”, de Manuel Rivas.

—¿Qué hay, Pardal? Espero que por fin este año podamos ver la lengua de las mariposas.

El maestro aguardaba desde hacía tiempo que les enviasen un microscopio al colegio. Tanto nos hablaba de cómo se agrandaban las cosas menudas e invisibles por aquel aparato que los niños llegábamos a verlas de verdad, como si sus palabras entusiastas tuviesen el efecto de poderosas lentes.

—La lengua de la mariposa es una trompa enroscada como un muelle de reloj. Si hay una flor que la atrae, la desenrolla y la mete en el cáliz para chupar. Cuando lleváis el dedo humedecido a un tarro de azúcar, ¿a que sentís ya el dulce en la boca como si la yema fuese la punta de la lengua? Pues así es la lengua de la mariposa.

Yo quería mucho a aquel maestro. Al principio, mis padres no podían creerlo. Quiero decir que no podían entender cómo yo quería a mi maestro. Cuando era un pequeñajo, la escuela era una amenaza terrible. Una palabra que se blandía en el aire como una vara de mimbre.

—¡Ya verás cuando vayas a la escuela!

Dos de mis tíos, como muchos otros jóvenes, habían emigrado a América para no ir de quintos a la guerra de Marruecos. Pues bien, yo también soñaba con ir a América para no ir a la escuela. De hecho, había historias de niños que huían al monte para evitar aquel suplicio. Aparecían a los dos o tres días, ateridos y sin habla, como desertores del Barranco del Lobo.

Yo iba para seis años y todos me llamaban Pardal. Otros niños de mi edad ya trabajaban. Pero mi padre era sastre y no tenía tierras ni ganado. Prefería verme lejos que no enredando en el pequeño taller de costura. Así pasaba gran parte del día correteando por la Alameda, y fue Cordeiro, el recogedor de basura y hojas secas, el que me puso el apodo: «Pareces un pardal».

—¡Ya verás cuando vayas a la escuela!

Mi padre contaba como un tormento, como si le arrancaran las amígdalas con la mano, la forma en que el maestro les arrancaba la jeada del habla, para que no dijesen ajua ni jato ni jracias. «Todas las mañanas teníamos que decir la frase Los pájaros de Guadalajara tienen la garganta llena de trigo. ¡Muchos palos llevamos por culpa de Juadalagara!» Si de verdad me quería meter miedo, lo consiguió. La noche de la víspera no dormí. Encogido en la cama, escuchaba el reloj de pared en la sala con la angustia de un condenado. El día llegó con una claridad de delantal de carnicero. No mentiría si les hubiese dicho a mis padres que estaba enfermo.

El miedo, como un ratón, me roía las entrañas. Y me meé. No me meé en la cama, sino en la escuela.

Lo recuerdo muy bien. Han pasado tantos años y aún siento una humedad cálida y vergonzosa resbalando por las piernas. Estaba sentado en el último pupitre, medio agachado con la esperanza de que nadie reparase en mi presencia, hasta que pudiese salir y echar a volar por la Alameda.

—A ver, usted, ¡póngase de pie!

El destino siempre avisa. Levanté los ojos y vi con espanto que aquella orden iba por mí. Aquel maestro feo como un bicho me señalaba con la regla. Era pequeña, de madera, pero a mí me pareció una lanza .

—¿Cuál es su nombre?

—Pardal.

Todos los niños rieron a carcajadas. Sentí como si me golpeasen con latas en las orejas.

—¿Pardal?

No me acordaba de nada. Ni de mi nombre. Todo lo que yo había sido hasta entonces había desaparecido de mi cabeza. Mis padres eran dos figuras borrosas que se desvanecían en la memoria. Miré hacia el ventanal, buscando con angustia los árboles de la Alameda. Y fue entonces cuando me meé.

Cuando los otros chavales se dieron cuenta, las carcajadas aumentaron y resonaban como latigazos.

Huí. Eché a correr como un locuelo con alas. Corría, corría como sólo se corre en sueños cuando viene detrás de uno el Hombre del Saco. Yo estaba convencido de que eso era lo que hacía el maestro. Venir tras de mí. Podía sentir su aliento en el cuello, y el de todos los niños, como jauría de perros a la caza de un zorro. Pero cuando llegué a la altura del palco de la música y miré hacia atrás, vi que nadie me había seguido, que estaba a solas con mi miedo, empapado de sudor y meos. El palco estaba vacío. Nadie parecía fijarse en mí, pero yo tenía la sensación de que todo el pueblo disimulaba, de que docenas de ojos censuradores me espiaban tras las ventanas y de que las lenguas murmuradoras no tardarían en llevarles la noticia a mis padres. Mis piernas decidieron por mí. Caminaron hacia el monte Sinaí con una determinación desconocida hasta entonces. Esta vez llegaría hasta Coruña y embarcaría de polizón en uno de esos barcos que van a Buenos Aires.Yo solo, en la cima, sentado en la silla de piedra, bajo las estrellas, mientras que en el valle se movían como luciérnagas los que con candil andaban en mi busca. Mi nombre cruzaba la noche a lomos de los aullidos de los perros. No estaba impresionado. Era como si hubiese cruzado la línea del miedo. Por eso no lloré ni me resistí cuando apareció junto a mí la sombra recia de Cordeiro. Me envolvió con su chaquetón y me cogió en brazos.

—Tranquilo, Pardal, ya pasó todo.

Aquella noche dormí como un santo, bien arrimado a mi madre. Nadie me había reñido. Mi padre se había quedado en la cocina, fumando en silencio, con los codos sobre el mantel de hule, las colillas amontonadas en el cenicero de concha de vieira, tal como había sucedido cuando se murió la abuela.

Tenía la sensación de que mi madre no me había soltado la mano durante toda la noche. Así me llevó, cogido como quien lleva un serón, en mi regreso a la escuela. Y en esta ocasión, con el corazón sereno, pude fijarme por vez primera en el maestro. Tenía la cara de un sapo.

El sapo sonreía. Me pellizcó la mejilla con cariño. «Me gusta ese nombre, Pardal.» Y aquel pellizco me hirió como un dulce de café. Pero lo más increíble fue cuando, en medio de un silencio absoluto, me llevó de la mano hacia su mesa y me sentó en su silla. Él permaneció de pie, cogió un libro y dijo:

—Tenemos un nuevo compañero. Es una alegría para todos y vamos a recibirlo con un aplauso.

Pensé que me iba a mear de nuevo por los pantalones, pero sólo noté una humedad en los ojos.

—Bien, y ahora vamos a empezar un poema. ¿A quién le toca? ¿Romualdo? Venga, Romualdo, acércate. Ya sabes, despacito y en voz bien alta.

A Romualdo los pantalones cortos le quedaban ridículos. Tenía las piernas muy largas y oscuras, con las rodillas llenas de heridas.

 

Una tarde parda y fría…

—Un momento, Romualdo, ¿qué es lo que vas a leer?

—Una poesía, señor.

—¿Y cómo se titula?

Recuerdo infantil. Su autor es don Antonio Machado.

—Muy bien, Romualdo, adelante. Con calma y en voz alta. Fíjate en la puntuación.

El llamado Romualdo, a quien yo conocía de acarrear sacos de piñas como niño que era de Altamira, carraspeó como un viejo fumador de picadura y leyó con una voz increíble, espléndida, que parecía salida de la radio de Manolo Suárez, el indiano de Montevideo.

Una tarde parda y fría

de invierno. Los colegiales

estudian. Monotonía

de lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartel

se representa a Caín

fugitivo y muerto Abel,

junto a una mancha carmín…

—¿Rezaste? —me preguntó mamá, mientras planchaba la ropa que papá había cosido durante el día. En la cocina, la olla de la cena despedía un aroma amargo de nabiza.

—Pues sí —dije yo no muy seguro—. Una cosa que hablaba de Caín y Abel.

—Eso está bien —dijo mamá— no sé por qué dicen que el nuevo maestro es un ateo.

—¿Qué es un ateo?

—Alguien que dice que Dios no existe. —Mamá hizo un gesto de desagrado y pasó la plancha con energía por las arrugas de un pantalón.

—¿Papá es un ateo?

Mamá apoyó la plancha y me miró fijamente.

—¿Cómo va a ser papá un ateo? ¿Cómo se te ocurre preguntar esa bobada?

Yo había oído muchas veces a mi padre blasfemar contra Dios. Lo hacían todos los hombres. Cuando algo iba mal, escupían en el suelo y decían esa cosa tremenda contra Dios. Decían las dos cosas: me cago en Dios, me cago en el demonio. Me parecía que sólo las mujeres creían realmente en Dios.

—¿Y el demonio? ¿Existe el demonio?

—¡Por supuesto!

El hervor hacía bailar la tapa de la cacerola. De aquella boca mutante salían vaharadas de vapor y gargajos de espuma y verdura. Una mariposa nocturna revoloteaba por el techo alrededor de la bombilla que colgaba del cable trenzado. Mamá estaba enfurruñada como cada vez que tenía que planchar. La cara se le tensaba cuando marcaba la raya de las perneras. Pero ahora hablaba en un tono suave y algo triste, como si se refiriese a un desvalido.

—El demonio era un ángel, pero se hizo malo.

La mariposa chocó con la bombilla, que se bamboleó ligeramente y desordenó las sombras.

—Hoy el maestro ha dicho que las mariposas también tienen lengua, una lengua finita y muy larga, que llevan enrollada como el muelle de un reloj. Nos la va a enseñar con un aparato que le tienen que enviar de Madrid. ¿A que parece mentira eso de que las mariposas tengan lengua?

—Si él lo dice, es cierto. Hay muchas cosas que parecen mentira y son verdad. ¿Te ha gustado la escuela?

—Mucho. Y no pega. El maestro no pega.

No, el maestro don Gregorio no pegaba. Al contrario, casi siempre sonreía con su cara de sapo. Cuando dos se peleaban durante el recreo, él los llamaba, «parecéis carneros», y hacía que se estrecharan la mano. Después los sentaba en el mismo pupitre.  La forma que don Gregorio tenía de mostrarse muy enfadado era el silencio.

—Si vosotros no os calláis, tendré que callarme yo.

Y se dirigía hacia el ventanal, con la mirada ausente, perdida en el Sinaí. Era un silencio prolongado, descorazonador, como si nos hubiese dejado abandonados en un extraño país. Pronto me di cuenta de que el silencio del maestro era el peor castigo imaginable. Porque todo lo que él tocaba era un cuento fascinante. El cuento podía comenzar con una hoja de papel, después de pasar por el Amazonas y la sístole y diástole del corazón. Todo conectaba, todo tenía sentido. La hierba, la lana, la oveja, mi frío. Cuando el maestro se dirigía hacia el mapamundi, nos quedábamos atentos como si se iluminase la pantalla del cine Rex. Sentíamos el miedo de los indios cuando escucharon por vez primera el relinchar de los caballos y el estampido del arcabuz. Íbamos a lomos de los elefantes de Aníbal de Cartago por las nieves de los Alpes, camino de Roma. Luchábamos con palos y piedras en Ponte Sampaio contra las tropas de Napoleón. Pero no todo eran guerras. Fabricábamos hoces y rejas de arado en las herrerías del Incio. Escribíamos cancioneros de amor en la Provenza y en el mar de Vigo. Construíamos el Pórtico de la Gloria. Plantábamos las patatas que habían venido de América. Y a América emigramos cuando llegó la peste de la patata.

—Las patatas vinieron de América —le dije a mi madre a la hora de comer, cuando me puso el plato delante.

—¡Qué iban a venir de América! Siempre ha habido patatas —sentenció ella.

—No, antes se comían castañas. Y también vino de América el maíz. —Era la primera vez que tenía clara la sensación de que gracias al maestro yo sabía cosas importantes de nuestro mundo que ellos, mis padres, desconocían.

Pero los momentos más fascinantes de la escuela eran cuando el maestro hablaba de los bichos. Las arañas de agua inventaban el submarino. Las hormigas cuidaban de un ganado que daba leche y azúcar y cultivaban setas. Había un pájaro en Australia que pintaba su nido de colores con una especie de óleo que fabricaba con pigmentos vegetales. Nunca me olvidaré. Se llamaba el tilonorrinco.

Tal era mi interés que me convertí en el suministrador de bichos de don Gregorio y él me acogió como el mejor discípulo. Había sábados y festivos que pasaba por mi casa e íbamos juntos de excursión. Recorríamos las orillas del río, las gándaras, el bosque y subíamos al monte Sinaí. Cada uno de esos viajes era para mí como una ruta del descubrimiento. Volvíamos siempre con un tesoro. Una mantis. Un caballito del diablo. Un ciervo volante. Y cada vez una mariposa distinta, aunque yo sólo recuerdo el nombre de una a la que el maestro llamó Iris, y que brillaba hermosísima posada en el barro o el estiércol.

Al regreso, cantábamos por los caminos como dos viejos compañeros. Los lunes, en la escuela, el maestro decía:

—Y ahora vamos a hablar de los bichos de Pardal.

Para mis padres, estas atenciones del maestro eran un honor. Aquellos días de excursión, mi madre preparaba la merienda para los dos:

—No hace falta, señora, yo ya voy comido —insistía don Gregorio. Pero a la vuelta decía—: Gracias, señora, exquisita la merienda.

—Estoy segura de que pasa necesidades —decía mi madre por la noche.

—Los maestros no ganan lo que tendrían que ganar —sentenciaba, con sentida solemnidad, mi padre—. Ellos son las luces de la República.

—¡La República, la República! ¡Ya veremos adónde va a parar la República!

Mi padre era republicano. Mi madre, no. Quiero decir que mi madre era de misa diaria y los republicanos aparecían como enemigos de la Iglesia. Procuraban no discutir cuando yo estaba delante, pero a veces los sorprendía.

—¿Qué tienes tú contra Azaña? Eso es cosa del cura, que os anda calentando la cabeza.

—Yo voy a misa a rezar —decía mi madre.

—Tú sí, pero el cura no.

Un día que don Gregorio vino a recogerme para ir a buscar mariposas, mi padre le dijo que, si no tenía inconveniente, le gustaría tomarle las medidas para un traje.

—¿Un traje?

—Don Gregorio, no lo tome a mal. Quisiera tener una atención con usted. Y yo lo que sé hacer son trajes.

El maestro miró alrededor con desconcierto.

—Es mi oficio —dijo mi padre con una sonrisa.

—Respeto mucho los oficios —dijo por fin el maestro.

Don Gregorio llevó puesto aquel traje durante un año, y lo llevaba también aquel día de julio de 1936, cuando se cruzó conmigo en la Alameda, camino del ayuntamiento.

—¿Qué hay, Pardal? A ver si este año por fin podemos verle la lengua a las mariposas.

Algo extraño estaba sucediendo. Todo el mundo parecía tener prisa, pero no se movía. Los que miraban hacia delante, se daban la vuelta. Los que miraban para la derecha, giraban hacia la izquierda. Cordeiro, el recogedor de basura y hojas secas, estaba sentado en un banco, cerca del palco de la música. Yo nunca había visto a Cordeiro sentado en un banco. Miró hacia arriba, con la mano de visera. Cuando Cordeiro miraba así y callaban los pájaros, era que se avecinaba una tormenta.

Oí el estruendo de una moto solitaria. Era un guardia con una bandera sujeta en el asiento de atrás. Pasó delante del ayuntamiento y miró para los hombres que conversaban inquietos en el porche. Gritó: «¡Arriba España!». Y arrancó de nuevo la moto dejando atrás una estela de explosiones.

Las madres empezaron a llamar a sus hijos. En casa, parecía que la abuela se hubiese muerto otra vez. Mi padre amontonaba colillas en el cenicero y mi madre lloraba y hacía cosas sin sentido, como abrir el grifo de agua y lavar los platos limpios y guardar los sucios.

Llamaron a la puerta y mis padres miraron el pomo con desazón. Era Amelia, la vecina, que trabajaba en casa de Suárez, el indiano.

—¿Sabéis lo que está pasando? En Coruña, los militares han declarado el estado de guerra. Están disparando contra el Gobierno Civil.

—¡Santo Cielo! —se persignó mi madre.

—Y aquí —continuó Amelia en voz baja, como si las paredes oyesen— dicen que el alcalde llamó al capitán de carabineros, pero que éste mandó decir que estaba enfermo.

Al día siguiente no me dejaron salir a la calle. Yo miraba por la ventana y todos los que pasaban me parecían sombras encogidas, como si de repente hubiese llegado el invierno y el viento arrastrase a los gorriones de la Alameda como hojas secas.

Llegaron tropas de la capital y ocuparon el ayuntamiento. Mamá salió para ir a misa, y volvió pálida y entristecida, como si hubiese envejecido en media hora.

—Están pasando cosas terribles, Ramón —oí que le decía, entre sollozos, a mi padre. También él había envejecido. Peor aún. Parecía que hubiese perdido toda voluntad. Se había desfondado en un sillón y no se movía. No hablaba. No quería comer.

—Hay que quemar las cosas que te comprometan, Ramón. Los periódicos, los libros. Todo.

Fue mi madre la que tomó la iniciativa durante aquellos días. Una mañana hizo que mi padre se arreglara bien y lo llevó con ella a misa. Cuando regresaron, me dijo: «Venga, Moncho, vas a venir con nosotros a la Alameda». Me trajo la ropa de fiesta y mientras me ayudaba a anudar la corbata, me dijo con voz muy grave: «Recuerda esto, Moncho. Papá no era republicano. Papá no era amigo del alcalde. Papá no hablaba mal de los curas. Y otra cosa muy importante, Moncho. Papá no le regaló un traje al maestro».

—Sí que se lo regaló.

—No, Moncho. No se lo regaló. ¿Has entendido bien? ¡No se lo regaló!

—No, mamá, no se lo regaló.

Había mucha gente en la Alameda, toda con ropa de domingo. También habían bajado algunos grupos de las aldeas, mujeres enlutadas, paisanos viejos con chaleco y sombrero, niños con aire asustado, precedidos por algunos hombres con camisa azul y pistola al cinto. Dos filas de soldados abrían un pasillo desde la escalinata del ayuntamiento hasta unos camiones con remolque entoldado, como los que se usaban para transportar el ganado en la feria grande. Pero en la Alameda no había el bullicio de las ferias, sino un silencio grave, de Semana Santa. La gente no se saludaba. Ni siquiera parecían reconocerse los unos a los otros. Toda la atención estaba puesta en la fachada del ayuntamiento.

Un guardia entreabrió la puerta y recorrió el gentío con la mirada. Luego abrió del todo e hizo un gesto con el brazo. De la boca oscura del edificio, escoltados por otros guardias, salieron los detenidos. Iban atados de pies y manos, en silente cordada. De algunos no sabía el nombre, pero conocía todos aquellos rostros. El alcalde, los de los sindicatos, el bibliotecario del ateneo Resplandor Obrero, Charli, el vocalista de la Orquesta Sol y Vida, el cantero al que llamaban Hércules, padre de Dombodán… Y al final de la cordada, chepudo y feo como un sapo, el maestro.

Se escucharon algunas órdenes y gritos aislados que resonaron en la Alameda como petardos. Poco a poco, de la multitud fue saliendo un murmullo que acabó imitando aquellos insultos.

—¡Traidores! ¡Criminales! ¡Rojos!

—Grita tú también, Ramón, por lo que más quieras, ¡grita! —Mi madre llevaba a papá cogido del brazo, como si lo sujetase con todas sus fuerzas para que no desfalleciera—. ¡Que vean que gritas, Ramón, que vean que gritas!

Y entonces oí cómo mi padre decía: «¡Traidores!» con un hilo de voz. Y luego, cada vez más fuerte, «¡Criminales! ¡Rojos!». Soltó del brazo a mi madre y se acercó más a la fila de los soldados, con la mirada enfurecida hacia el maestro. «¡Asesino! ¡Anarquista! ¡Comeniños!»

Ahora mamá trataba de retenerlo y le tiró de la chaqueta discretamente. Pero él estaba fuera de sí. «¡Cabrón! ¡Hijo de mala madre!» Nunca le había oído llamar eso a nadie, ni siquiera al árbitro en el campo de fútbol. «Su madre no tiene la culpa, ¿eh, Moncho?, recuerda eso.» Pero ahora se volvía hacia mí enloquecido y me empujaba con la mirada, los ojos llenos de lágrimas y sangre. «¡Grítale tú también, Monchiño, grítale tú también!»

Cuando los camiones arrancaron, cargados de presos, yo fui uno de los niños que corrieron detrás, tirando piedras. Buscaba con desesperación el rostro del maestro para llamarle traidor y criminal. Pero el convoy era ya una nube de polvo a lo lejos y yo, en el medio de la Alameda, con los puños cerrados, sólo fui capaz de murmurar con rabia:

—¡Sapo! ¡Tilonorrinco! ¡Iris!

30.- Examen de recuperación de septiembre.

1.- Una redacción (no será sobre ninguno de los temas de clase; será más bien creativa).

2.- Indicar y justificar la función sintáctica de unos sintagmas subrayados en O simples.

3.- Preguntas de comprensión lectora y de figuras retóricas en un poema que podrá ser de Bécquer o de Lorca. Deberás demostrar que conoces la época literaria a la que pertenece el autor (Romanticismo en el caso de Bécquer y G. del 27 en el caso de Lorca).

4.- Una pregunta de desarrollo (de escribir, no de detalles concretos) sobre los movimientos literarios que hemos hecho este curso: Romanticismo, Realismo, Modernismo y G. del 98 y G. del 27.

 

 

29.- PdR’s de quart D

La representació de 3 motius antropològics: la pietat, el petó i  la nit.

-Història d’aquests 3 motius a través de la pintura, la fotografia i el cinema

-Projecte: pintar, fotografiar i filmar els 3 motius des d’un punt de vista contemporani.

0.- Introducció. Per què hem triat aquest tema i la seva justificació. Són 3 motius universals que surten repetidament en les arts visuals durant tota la història. Haureu de fer servir coneixements d’antropologia.

1.- Localitzar obres d’art que continguin els 3 motius. PIETAT: origen en la mort de Crist. PETÓ. Quan parleu dels petosn al cinema, haureu de parlar de la censura i el Codi Hays de Hollywood. NIT. Jo partiria de la de Van Gogh. Busqueu per què són 3 escenes tan representades durant tota la història de l’art. És un apartat molt de història que ocuparà moltes pàgines. Heu d’incloure moltes reproduccions de pintures. Jo ho faria a partir del segle XIX, del Romanticisme, perquè si no, el vostre PdR podria tenir mil págines. Hi ha molta bibliografia, és una recerca fàcil.

2.- Fer un comentari en profunditat de 3 obres de cadascun dels motius. Per obtenir l’esquema del comentari, busqueu la Puri Lázaro, professora de història de l’art de l’Institut.

3.- El vostre projecte creatiu. No oblideu citar obres que teniu en compte per fer les representacions, no heu de partir de zero.

 

 

Els superaliments.

0.- Introducció. Per què hem triat aquest tema i la seva justificació. És un tema d’actualitat i de debat. Sembla que hi ha molts nutricionistes que defensen i altres que discuteixen que tinguin propietats més intenses. En un treball d investigació, heu de ser el més neutres científicament parlant i no caure en el márketing o la crítica desaforada.

 

1.- Definició i història dels superaliments i el seu concepte. Sembla que es pot dir superaliments a aliments amb molta concentració de nutrients, però també és un concepte del márketing.

2.- Classificació dels superaliments. …. Hi ha moltíssims i sembla que cada cop es descobreixen de més. He trobat que hi ha famílies… cerqueu i seleccioneu, però marqueu un criteri. Per exemple, els que trobem a SBD, o concentreu-vos en una família. Si no, trobareu que el vostre treball podria tenir centenars de pàgines. Aquest apartat l’haureu de subdividir o serà llarguíssim.

3.- El vostre projecte. No ho tinc clar. Podeu aprofitar que dos de vosaltres heu fet Imatge i comunicació i filmar un spot per passar a classe el curs que ve en que recomaneu el consum d’un dels superaliments que pot anar bé per algú com vosaltres (en edat de creixement i estudiant).

També, haureu en algun moment d’intentar parlar amb algun nutricionista o metge/essa a qui pregunteu els dubtes que us pot generar un PdR com aquest.

 

4.- Conclusió. Què heu après, dificultats…..

 

 

Trastorns psicològics associats a l’esport

 

0.- Introducció. Per què hem triat aquest tema i la seva justificació.

1.- Definició de trastorn psicològic amb exemples. També, comenceu a parlar de per què l’esport pot afavorir uns trastorns i no pas uns altres.

2.- Tipus de trastorns psicològics associats a l’esport. He vist que sembla que hi ha molta relació entre trastorns d’esport i trastorns de nutrició. Per exemple: vigorexia, ortorexia, anorexia, bulímia, fatorexia. Però també estan l’ansietat, l’estress. I tot el que pot comportar la fama i els diners. Aquest capítol ha de ser mooolt extens perquè haureu de posar molts exemples.

3.- Treball de camp. Seria ideal que ho poguéssiu fer. Entrevistar a algú que hagi patit algun trastorn psico associat a la pràctica esportiva.

4.- Projecte. Un spot per passar a tutoria a l’ESO per PREVENIR algun d’aquests trastorns, enfocat als alumnes que ja comencen a fer esport a un cert nivell i on la motivació no és solament omplir el temps i divertir-se.

5.- Conclusió. Què heu après, dificultats…..

 

 

Trastorns alimentaris més habituals als adolescents.

0.- Introducció. Per què hem triat aquest tema i la seva justificació.

1.- Definició de trastorn alimentari, amb exemples. També, digueu quins trastorns alimentaris són menys freqüents per persones en edat de creixement i per quins motius biològics passa això.

2.- Tipus de trastorns psicològics associats al creixement. Al vostre full esmentàveu alguns (bulímia, anorèxia, obesitat, vigorèxia, ortorèxia) , però sembla que hi ha alguns més. De cadascun, heu de de parlar de causes psíntomes i tractament, amb tot tipus de detalls gràfics i tècnics. Aquest apartat és el més llarg de fer.

  1. Projecte. Un spot per passar a tutoria a l’ESO, als cursos dels més petits. per PREVENIR algun d’aquests trastorns. Feu servir el que hem fet a Imatge i comunicació i cerqueu spots que moltes institucions fan amb la mateixa intenció.

4.- Conclusió. Què heu après, dificultats…..

 

 

Trastorns no alimentaris en adolescents.

 

La OMS ha fet un informe el 2017 en que es determinen quines són les malalties més comunes en adolescents: aquestes són depressió, lesions x trànsit, anèmia, VIH, autolesions, dolor cervical, diarrea, ansietat, asma i infeccions respiratòries. Trieu algunes d’elles que tinguin algun aspecte en comú com objecte del vostre PdR. Per exemple, les que no produeix el propi cos, o les que sí. ….

 

0.- Introducció. Origen de la idea, justificació i metodologia.

1.- Malalties d’adolescents. Parleu del concepte d’adolescent per la Medicina. També, del que diu l’informe de la OMS sobre les malalties adolescents.

2.- Expliqueu una per una aquestes malalties. Amb causes, psímtomes, i tractament. Amb tot tipus de gràfics i de dades mèdiques.

3.- Aniria molt bé que poguéssiu entrevista a algun que hagi superat alguna d’aquestes malalties i/o algun doctor o infermera que us pugui explicar la seva experiència amb aquestes malalties.

4.- El vostre projecte. Elaborar un tríptic / spot / cartell / powerpoint que serveixi per passar-lo a tutoria a un curs de l’ESO. Objectiu: conductes de prevenció davant una de les malalties que figuren a l’apartat 2.

5.- Conclusió. Què heu après. Dificultats.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

28.- Contenidos de la recuperación y subida de nota de junio.

RECUPERACIÓN.

1.- Literatura: el Romanticismo, el Realismo, la Generación del 98 y la Generación del 27.

2.- Preguntas sobre un poema que podrá ser de Gustavo Adolfo Bécquer, Antonio Machado o Federico García Lorca.

3.- Analizar sintagmas subrayados en oraciones simples. Saber decir su función sintáctica y justificarla.

4.- Una redacción.

5.- Una comprensión lectora del tipo de competencias básicas.

SUBIDA DE NOTA.

1.- Literatura: el Romanticismo, el Realismo, la Generación del 98 y la Generación del 27.

2.- Preguntas sobre un poema que podrá ser de Gustavo Adolfo Bécquer, Antonio Machado o Federico García Lorca.

3.- Analizar sintagmas en oraciones simples.

4.- Localizar la función de oraciones subordinadas (sustantivas y adjetivas). También, puede aparecer alguna coordinada.

5.- Una redacción.

26.- Nuevo relato para la hora de grupo partido. “Cordero asado”, de Roald Dahl.

La habitación estaba limpia y acogedora, las cortinas corridas, las dos lámparas de mesa encendidas, la suya y la de la silla vacía, frente a ella. Detrás, en el aparador, dos vasos altos de whisky. Cubos de hielo en un recipiente.

Mary Maloney estaba esperando a que su marido volviera del trabajo.

De vez en cuando echaba una mirada al reloj, pero sin preocupación, simplemente para complacerse de que cada minuto que pasaba acercaba el momento de su llegada. Tenía un aire sonriente y optimista. Su cabeza se inclinaba hacia la costura con entera tranquilidad. Su piel —estaba en el sexto mes del embarazo— había adquirido un maravilloso brillo, los labios suaves y los ojos, de mirada serena, parecían más grandes y más oscuros que antes.

Cuando el reloj marcaba las cinco menos diez, empezó a escuchar, y pocos minutos más tarde, puntual como siempre, oyó rodar los neumáticos sobre la grava y cerrarse la puerta del coche, los pasos que se acercaban, la llave dando vueltas en la cerradura.

Dejó a un lado la costura, se levantó y fue a su encuentro para darle un beso en cuanto entrara.

—¡Hola, querido! —dijo ella.

—¡Hola! —contestó él.

Ella le colgó el abrigo en el armario. Luego volvió y preparó las bebidas, una fuerte para él y otra más floja para ella; después se sentó de nuevo con la costura y su marido enfrente con el alto vaso de whisky entre las manos, moviéndolo de tal forma que los cubitos de hielo golpeaban contra las paredes del vaso. Para ella ésta era una hora maravillosa del día. Sabía que su esposo no quería hablar mucho antes de terminar la primera bebida, y a ella, por su parte, le gustaba sentarse silenciosamente, disfrutando de su compañía después de tantas horas de soledad. Le gustaba vivir con este hombre y sentir —como siente un bañista al calor del sol— la influencia que él irradiaba sobre ella cuando estaban juntos y solos. Le gustaba su manera de sentarse descuidadamente en una silla, su manera de abrir la puerta o de andar por la habitación a grandes zancadas. Le gustaba esa intensa mirada de sus ojos al fijarse en ella y la forma graciosa de su boca, especialmente cuando el cansancio no le dejaba hablar, hasta que el primer vaso de whisky le reanimaba un poco.

—¿Cansado, querido?

—Sí —respondió él—, estoy cansado.

Mientras hablaba, hizo una cosa extraña. Levantó el vaso y bebió su contenido de una sola vez aunque el vaso estaba a medio llenar.

Ella no lo vio, pero lo intuyó al oír el ruido que hacían los cubitos de hielo al volver a dejar él su vaso sobre la mesa. Luego se levantó lentamente para servirse otro vaso.

—Yo te lo serviré —dijo ella, levantándose.

—Siéntate —dijo él secamente.

Al volver observó que el vaso estaba medio lleno de un líquido ambarino.

—Querido, ¿quieres que te traiga las zapatillas? Le observó mientras él bebía el whisky.

—Creo que es una vergüenza para un policía que se va haciendo mayor, como tú, que le hagan andar todo el día —dijo ella.

El no contestó; Mary Maloney inclinó la cabeza de nuevo y continuó con su costura. Cada vez que él se llevaba el vaso a los labios se oía golpear los cubitos contra el cristal.

—Querido, ¿quieres que te traiga un poco de queso? No he hecho cena porque es jueves.

—No —dijo él.

—Si estás demasiado cansado para comer fuera —continuó ella—, no es tarde para que lo digas. Hay carne y otras cosas en la nevera y te lo puedo servir aquí para que no tengas que moverte de la silla.

Sus ojos se volvieron hacia ella; Mary esperó una respuesta, una sonrisa, un signo de asentimiento al menos, pero él no hizo nada de esto.

—Bueno —agregó ella—, te sacaré queso y unas galletas.

—No quiero —dijo él.

Ella se movió impaciente en la silla, mirándole con sus grandes ojos.

—Debes cenar. Yo lo puedo preparar aquí, no me molesta hacerlo. Tengo chuletas de cerdo y cordero, lo que quieras, todo está en la nevera.

—No me apetece —dijo él.

—¡Pero querido! ¡Tienes que comer! Te lo sacaré y te lo comes, si te apetece.

Se levantó y puso la costura en la mesa, junto a la lámpara.

—Siéntate —dijo él—, siéntate sólo un momento. Desde aquel instante, ella empezó a sentirse atemorizada.

—Vamos —dijo él—, siéntate.

Se sentó de nuevo en su silla, mirándole todo el tiempo con sus grandes y asombrados ojos. El había acabado su segundo vaso y tenía los ojos bajos.

—Tengo algo que decirte.

—¿Qué es ello, querido? ¿Qué pasa?

El se había quedado completamente quieto y mantenía la cabeza agachada de tal forma que la luz de la lámpara le daba en la parte alta de la cara, dejándole la barbilla y la boca en la oscuridad.

—Lo que voy a decirte te va a trastornar un poco, me temo —dijo—, pero lo he pensado bien y he decidido que lo mejor que puedo hacer es decírtelo en seguida. Espero que no me lo reproches demasiado.

Y se lo dijo. No tardó mucho, cuatro o cinco minutos como máximo. Ella no se movió en todo el tiempo, observándolo con una especie de terror mientras él se iba separando de ella más y más, a cada palabra.

—Eso es todo —añadió—, ya sé que es un mal momento para decírtelo, pero no hay otro modo de hacerlo. Naturalmente, te daré dinero y procuraré que estés bien cuidada. Pero no hay necesidad de armar un escándalo. No sería bueno para mi carrera.

Su primer impulso fue no creer una palabra de lo que él había dicho. Se le ocurrió que quizá él no había hablado, que era ella quien se lo había imaginado todo. Quizá si continuara su trabajo como si no hubiera oído nada, luego, cuando hubiera pasado algún tiempo, se encontraría con que nada había ocurrido.

—Prepararé la cena —dijo con voz ahogada.

Esta vez él no contestó.

Mary se levantó y cruzó la habitación. No sentía nada, excepto un poco de náuseas y mareo. Actuaba como un autómata. Bajó hasta la bodega, encendió la luz y metió la mano en el congelador, sacando el primer objeto que encontró. Lo sacó y lo miró. Estaba envuelto en papel, así que lo desenvolvió y lo miró de nuevo.

Era una pierna de cordero.

Muy bien, cenarían pierna de cordero. Subió con el cordero entre las manos y al entrar en el cuarto de estar encontró a su marido de pie junto a la ventana, de espaldas a ella.

Se detuvo.

—Por el amor de Dios —dijo él al oírla, sin volverse—, no hagas cena para mí. Voy a salir.

En aquel momento, Mary Maloney se acercó a él por detrás y sin pensarlo dos veces levantó la pierna de cordero congelada y le golpeó en la parte trasera de la cabeza tan fuerte como pudo. Fue como si le hubiera pegado con una barra de acero. Retrocedió un paso, esperando a ver qué pasaba, y lo gracioso fue que él quedó tambaleándose unos segundos antes de caer pesadamente en la alfombra.

La violencia del golpe, el ruido de la mesita al caer por haber sido empujada, la ayudaron a salir de su ensimismamiento.

Salió retrocediendo lentamente, sintiéndose fría y confusa, y se quedó por unos momentos mirando el cuerpo inmóvil de su marido, apretando entre sus dedos el ridículo pedazo de carne que había empleado para matarle.

«Bien —se dijo a sí misma—, ya lo has matado.»

Era extraordinario. Ahora lo veía claro. Empezó a pensar con rapidez. Como esposa de un detective, sabía cuál sería el castigo; de acuerdo. A ella le era indiferente. En realidad sería un descanso. Pero por otra parte. ¿Y el niño? ¿Qué decía la ley acerca de las

asesinas que iban a tener un hijo? ¿Los mataban a los dos, madre e hijo? ¿Esperaban hasta el noveno mes? ¿Qué hacían?

Mary Maloney lo ignoraba y no estaba dispuesta a arriesgarse.

Llevó la carne a la cocina, la puso en el horno, encendió éste y la metió dentro. Luego se lavó las manos y subió a su habitación. Se sentó delante del espejo, arregló su cara, puso un poco de rojo en los labios y polvo en las mejillas. Intentó sonreír, pero le salió una mueca. Lo volvió a intentar.

—Hola, Sam —dijo en voz alta. La voz sonaba rara también.

—Quiero patatas, Sam, y también una lata de guisantes.

Eso estaba mejor. La sonrisa y la voz iban mejorando. Lo ensayó varias veces. Luego bajó, cogió el abrigo y salió a la calle por la puerta trasera del jardín.

Todavía no eran las seis y diez y había luz en las tiendas de comestibles.

—Hola, Sam —dijo sonriendo ampliamente al hombre que estaba detrás del mostrador.

—¡Oh, buenas noches, señora Maloney! ¿Cómo está?

—Muy bien, gracias. Quiero patatas, Sam, y una lata de guisantes.

El hombre se volvió de espaldas para alcanzar la lata de guisantes.

—Patrick dijo que estaba cansado y no quería cenar fuera esta noche —le dijo—. Siempre solemos salir los jueves y no tengo verduras en casa.

—¿Quiere carne, señora Maloney?

—No, tengo carne, gracias. Hay en la nevera una pierna de cordero.

—¡Oh!

—No me gusta asarlo cuando está congelado, pero voy a probar esta vez. ¿Usted cree que saldrá bien?

—Personalmente —dijo el tendero—, no creo que haya ninguna diferencia. ¿Quiere estas patatas de Idaho?

—¡Oh, sí, muy bien! Dos de ésas.

—¿Nada más? —El tendero inclinó la cabeza, mirándola con simpatía—. ¿Y para después? ¿Qué le va a dar luego?

—Bueno. ¿Qué me sugiere, Sam?

El hombre echó una mirada a la tienda.

—¿Qué le parece una buena porción de pastel de queso? Sé que le gusta a Patrick.

—Magnífico —dijo ella—, le encanta.

Cuando todo estuvo empaquetado y pagado, sonrió agradablemente y dijo:

—Gracias, Sam. Buenas noches.

Ahora, se decía a sí misma al regresar, iba a reunirse con su marido, que la estaría esperando para cenar; y debía cocinar bien y hacer comida sabrosa porque su marido estaría cansado; y si cuando entrara en la casa encontraba algo raro, trágico o terrible, sería un golpe para ella y se volvería histérica de dolor y de miedo. ¿Es que no lo entienden? Ella no esperaba encontrar nada. Simplemente era la señora Maloney que volvía a casa con las verduras un jueves por la tarde para preparar la cena a su marido.

«Eso es —se dijo a sí misma—, hazlo todo bien y con naturalidad. Si se hacen las cosas de esta manera, no habrá necesidad de fingir.»

Por lo tanto, cuando entró en la cocina por la puerta trasera, iba canturreando una cancioncilla y sonriendo.

—¡Patrick! —llamó—, ¿dónde estás, querido? Puso el paquete sobre la mesa y entró en el cuarto de estar. Cuando le vio en el suelo, con las piernas dobladas y uno de los brazos debajo del cuerpo, fue un verdadero golpe para ella.

Todo su amor y su deseo por él se despertaron en aquel momento. Corrió hacia su cuerpo, se arrodilló a su lado y empezó a llorar amargamente. Fue fácil, no tuvo que fingir.

Unos minutos más tarde, se levantó y fue al teléfono. Sabía el número de la jefatura de Policía, y cuando le contestaron al otro lado del hilo, ella gritó:

—¡Pronto! ¡Vengan en seguida! ¡Patrick ha muerto!

—¿Quién habla?

—La señora Maloney, la señora de Patrick Maloney.

—¿Quiere decir que Patrick Maloney ha muerto?

—Creo que sí —gimió ella—. Está tendido en el suelo y me parece que está muerto.

—Iremos en seguida —dijo el hombre.

El coche vino rápidamente. Mary abrió la puerta a los dos policías. Los reconoció a los dos en seguida —en realidad conocía a casi todos los del distrito— y se echó en los brazos de Jack Nooan, llorando histéricamente. El la llevó con cuidado a una silla y luego fue a reunirse con el otro, que se llamaba O’Malley, el cual estaba arrodillado al lado del cuerpo inmóvil.

—¿Está muerto? —preguntó ella.

—Me temo que sí… ¿qué ha ocurrido?

Brevemente, le contó que había salido a la tienda de comestibles y al volver lo encontró tirado en el suelo. Mientras ella hablaba y lloraba, Nooan descubrió una pequeña herida de sangre cuajada en la cabeza del muerto. Se la mostró a O’Malley y éste, levantándose, fue derecho al teléfono.

Pronto llegaron otros policías. Primero un médico, después dos detectives, a uno de los cuales conocía de nombre. Más tarde, un fotógrafo de la Policía que tomó algunos planos y otro hombre encargado de las huellas dactilares. Se oían cuchicheos por la habitación donde yacía el muerto y los detectives le hicieron muchas preguntas. No obstante, siempre la trataron con amabilidad.

Volvió a contar la historia otra vez, ahora desde el principio. Cuando Patrick llegó ella estaba cosiendo, y él se sintió tan fatigado que no quiso salir a cenar. Dijo que había puesto

la carne en el horno —allí estaba, asándose— y se había marchado a la tienda de comestibles a comprar verduras. De vuelta lo había encontrado tendido en el suelo.

—¿A qué tienda ha ido usted? —preguntó uno de los detectives.

Se lo dijo, y entonces el detective se volvió y musitó algo en voz baja al otro detective, que salió inmediatamente a la calle.

«…, parecía normal…, muy contenta…, quería prepararle una buena cena…, guisantes…, pastel de queso…, imposible que ella…»

Transcurrido algún tiempo el fotógrafo y el médico se marcharon y los otros dos hombres entraron y se llevaron el cuerpo en una camilla. Después se fue el hombre de las huellas dactilares. Los dos detectives y los policías se quedaron. Fueron muy amables con ella; Jack Nooan le preguntó si no se iba a marchar a otro sitio, a casa de su hermana, quizá, o con su mujer, que cuidaría de ella y la acostaría.

—No —dijo ella.

No creía en la posibilidad de que pudiera moverse ni un solo metro en aquel momento. ¿Les importaría mucho que se quedara allí hasta que se encontrase mejor? Todavía estaba bajo los efectos de la impresión sufrida.

—Pero ¿no sería mejor que se acostara un poco? —preguntó Jack Nooan.

—No —dijo ella.

Quería estar donde estaba, en esa silla. Un poco más tarde, cuando se sintiera mejor, se levantaría.

La dejaron mientras deambulaban por la casa, cumpliendo su misión. De vez en cuando uno de los detectives le hacía una pregunta. También Jack Nooan le hablaba cuando pasaba por su lado. Su marido, le dijo, había muerto de un golpe en la cabeza con un instrumento pesado, casi seguro una barra de hierro. Ahora buscaban el arma. El asesino podía habérsela llevado consigo, pero también cabía la posibilidad de que la hubiera tirado o escondido en alguna parte.

—Es la vieja historia —dijo él—, encontraremos el arma y tendremos al criminal.

Más tarde, uno de los detectives entró y se sentó a su lado.

—¿Hay algo en la casa que pueda haber servido como arma homicida? —le preguntó—. ¿Le importaría echar una mirada a ver si falta algo, un atizador, por ejemplo, o un jarrón de metal?

—No tenemos jarrones de metal —dijo ella.

—¿Y un atizador?

—No tenemos atizador, pero puede haber algo parecido en el garaje.

La búsqueda continuó.

Ella sabía que había otros policías rodeando la casa. Fuera, oía sus pisadas en la grava y a veces veía la luz de una linterna infiltrarse por las cortinas de la ventana. Empezaba a hacerse tarde, eran cerca de las nueve en el reloj de la repisa de la chimenea. Los cuatro hombres que buscaban por las habitaciones empezaron a sentirse fatigados.

—Jack —dijo ella cuando el sargento Nooan pasó a su lado—, ¿me quiere servir una bebida?

—Sí, claro. ¿Quiere whisky?

—Sí, por favor, pero poco. Me hará sentir mejor. Le tendió el vaso.

—¿Por qué no se sirve usted otro? —dijo ella—; debe de estar muy cansado; por favor, hágalo, se ha portado muy bien conmigo.

—Bueno —contestó él—, no nos está permitido, pero puedo tomar un trago para seguir trabajando.

Uno a uno, fueron llegando los otros y bebieron whisky. Estaban un poco incómodos por la presencia de ella y trataban de consolarla con inútiles palabras.

El sargento Nooan, que rondaba por la cocina, salió y dijo:

—Oiga, señora Maloney. ¿Sabe que tiene el horno encendido y la carne dentro?

—¡Dios mío! —gritó ella—. ¡Es verdad!

—¿Quiere que vaya a apagarlo?

—¿Sería tan amable, Jack? Muchas gracias.

Cuando el sargento regresó por segunda vez lo miró con sus grandes y profundos ojos.

—Jack Nooan —dijo.

—¿Sí?

—¿Me harán un pequeño favor, usted y los otros?

—Si está en nuestras manos, señora Maloney…

—Bien —dijo ella—. Aquí están ustedes, todos buenos amigos de Patrick, tratando de encontrar al hombre que lo mató. Deben de estar hambrientos porque hace rato que ha pasado la hora de la cena, y sé que Patrick, que en gloria esté, nunca me perdonaría que estuviesen en su casa y no les ofreciera hospitalidad. ¿Por qué no se comen el cordero que está en el horno? Ya estará completamente asado.

—Ni pensarlo —dijo el sargento Nooan.

—Por favor —pidió ella—, por favor, cómanlo. Yo no voy a tocar nada de lo que había en la casa cuando él estaba aquí, pero ustedes sí pueden hacerlo. Me harían un favor si se lo comieran. Luego, pueden continuar su trabajo.

Los policías dudaron un poco, pero tenían hambre y al final decidieron ir a la cocina y cenar. La mujer se quedó donde estaba, oyéndolos a través de la puerta entreabierta. Hablaban entre sí a pesar de tener la boca llena de comida.

—¿Quieres más, Charlie?

—No, será mejor que no lo acabemos.

—Pero ella quiere que lo acabemos, eso fue lo que dijo. Le hacemos un favor.

—Bueno, dame un poco más.

—Debe de haber sido un instrumento terrible el que han usado para matar al pobre Patrick —decía uno de ellos—, el doctor dijo que tenía el cráneo hecho trizas.

—Por eso debería ser fácil de encontrar.

—Eso es lo que a mí me parece.

—Quienquiera que lo hiciera no iba a llevar una cosa así, tan pesada, más tiempo del necesario. Uno de ellos eructó:

—Mi opinión es que tiene que estar aquí, en la casa.

—Probablemente bajo nuestras propias narices. ¿Qué piensas tú, Jack?

En la otra habitación, Mary Maloney empezó a reírse entre dientes.

25.- Actividad para la hora de grupo partido. “¿Qué me quieres, amor?, de Manuel Rivas”.

Relato.

a) La obra se inicia con una cita de un poema de Fernando Esquío, del que se toma uno de los versos como título. Busca información en internet sobre el autor y comenta su procedencia, el momento histórico y literario al que pertenece y algunas de sus obras más relevantes.

 

b) ¿Qué elementos contribuyen a la sensualidad de la primera escena? ¿Qué sentido tienen los términos religiosos (“carne”, “pecado”) que utiliza el autor? ¿Puedes señalar alguna figura

literaria?.

 

c) ¿Qué contrastres entre idelismo poético y realidad aparecen en los primeros momentos del cuento? ¿Cómo se demuestra la infravaloración que siente el protagonista por sí mismo?.

 

d) ¿Por qué el narrador compara a Lola con un ave? ¿De qué manera cambia el signo del relato con la aparición de Dombo? ¿Qué rasgos de lenguaje coloquial aparecen en la conversación entre ambos? ¿Qué detalles ponen en evidencia la ingenuidad de Dombo?.

 

e) ¿Por qué resulta tan atípica la escena del robo en el banco? ¿De qué elementos líricos se sirve el autor para manifestar el malestar del narrador tras el giro imprevisto de la situación?.

 

f) ¿A qué se deben las ensoñaciones del protagonista con Lola tras recibir el disparo? ¿Qué elementos de humor negro rebajan el dramatismo de la situación tras su muerte?.

 

g) ¿Qué rasgos destacan en la personalidad de la señora Josefa? ¿Qué detalles sobre su ensoñación con Lola repite el autor en los momentos finales? ¿De qué manera afectan a la estructura del relato?

24.- Lorca, el surrealismo y la Generación del 27.

1.- Explica dos situaciones que recuerdes a la que le hayas llamado surrealistas ………………………………………… Propón una definición de “surrealista” a partir de las situaciones comentadas en clase…………………………………….

2.- Completa la definición histórica de SURREALISMO: movimiento artístico occidental de la primera mitad del siglo XX basado en las teorías del …………………….. desarrolladas por el psiquiatra austriaco …………………………. , que descubrió que algunos …………….. podían tener significado simbólico. Artistas como el pintor ……………………, el cineasta …………………….. y el escritor francés …………………… utilizaron sueños en sus obras artísticas.

3.- El surrealismo fue una técnica utilizada por un pionero como Dalí, que era amigo de varios miembros de la Generación del 27. Imprime y señala los elementos oníricos del siguiente cuadro de Salvador Dalí.
a) La persistencia de la memoria.


b) El gran masturbador.




4.- ¿Con qué figura retórica tiene relación la presencia de imágenes propias de los sueños en el arte? ¿En qué se diferencian de este tipo de figuras en la literatura tradicional? Pon un ejemplo.

5.- La Generación del 27 fue el nombre que se dio a un grupo de poetas que compartieron amistad e inquietudes creativas justo antes de la Guerra Civil.

a) Localiza en la página 102 el nombre de seis de ellos…………..

b) En el segundo párrafo de la página 102 están las características de la Generación del 27. Indícalas, junto a la definición de cuatro movimientos vanguardistas con los que convive (que están citados en la página 100). Indica también algún artista representativo de estos cuatro movimientos.

6.- El poeta más representativo de la Generación del 27 es Federico García Lorca.

a) Prosifica e indica las metáforas surrealistas del  “Romance de Antoñito el Camborio”, y del “Romance de la luna luna” (pág. 103 del libro de texto), ambos pertenecientes al Romancero gitano, de Federico García Lorca.

b) Lorca fue también un excelente autor teatral, fundador de la compañía La barraca, que intentó llevar el teatro clásico a las aldeas españolas más desfavorecidas. Indica y resume las tres tragedias más importantes que escribió el autor granadino.

7.- Lorca utilizó el romance como su principal forma poética durante una época. Define qué es un romance.

8.- El cortometraje “Un perro andaluz” (Luis Buñuel -Salvador Dalí, 1929) es el único film totalmente surrealista que se realizó jamás. Fue recibido con éxito y escándalo. Localiza en él diez metáforas surrealistas y explíca qué te sugiere cada una.

9.- Los poemas sobre Antoñito el Camborio pertenecen al Romancero gitano, que es una recopilación de poemas deLorca, publicada en 1928. Está compuesta por dieciocho romances con temas como la noche, la muerte, el cielo, la luna. En todos los poemas aparecen elementos de la cultura gitana. Presenta una gran síntesis entre la poesía popular y la alta, transcurre entre dos motivos centrales, Andalucía y los gitanos, tratados de manera metafórica y mítica.La obra refleja las penas de un pueblo perseguido que vive al margen de la sociedad y que se ve perseguido por los representantes de la autoridad, y por su lucha contra esa autoridad represiva.

El Romancero Gitano contiene gran cantidad de símbolos. Los principales, junto con su significado, son:

Metales (cuchillos, yunques, anillos…): la vida de los gitanos y la muerte.
Aire o viento: el erotismo masculino también llamado (Luay).
Color verde: la muerte.
Espejo: el hogar y la vida sedentaria.
Agua: (en movimiento) la vida, (en reposo) la pasión estancada o la muerte.
Caballo: la pasión desenfrenada que conduce a la muerte.
Luna: Es el más utilizado por Lorca, aparece 218 veces. Su simbolismo depende de cómo aparezca. Si es roja significa muerte dolorosa; negra, simplemente muerte; grande significa esperanza; en puntas tiene connotación erótica.
Alcohol: la negatividad.
Leche: lo natural.
Mujer: el erotismo.
Color negro: la muerte.
Color blanco: la vida, la luz.
Rosas: la sangre

Poeta en Nueva York es el título de un poemario escrito por Federico García Lorca entre 1929 y 1930 durante su estancia en la Universidad de Columbia(Nueva York), así como en su siguiente viaje a Cuba, y publicado por primera vez en 1940, cuatro años después de la muerte del poeta.
García Lorca dejó España en 1929 para impartir unas conferencias en Cuba y Nueva York. Aun así, el motivo del viaje fue quizá un pretexto para cambiar de aires y huir del ambiente que le rodeaba y que le oprimía: debido a un fracaso sentimental y al dilema interior que sentía por su sexualidad, Lorca padeció en esa época una profunda depresión. Vivió en Nueva York del 25 de junio de 1929 al 4 de marzo de 1930, partiendo entonces hacia Cuba, donde residió por un espacio de tres meses.1
A Lorca le impactó profundamente la sociedad norteamericana, sintiendo desde el inicio de su estancia una profunda aversión hacia el capitalismo y laindustrialización de la sociedad moderna, al tiempo que repudiaba el trato dispensado a la minoría negra. Poeta en Nueva York fue para Lorca un grito de horror, de denuncia contra la injusticia y la discriminación, contra la deshumanización de la sociedad moderna y la alienación del ser humano, al tiempo que reclamaba una nueva dimensión humana donde predominase la libertad y la justicia, el amor y la belleza.2 Es por ello por lo que puede ser considerada una de las obras poéticas más importantes y relevantes de la historia de este arte, dado su trascendentalismo. Una crítica poética en un momento de cambios económicos y sociales de una magnitud única en toda la historia de la humanidad, que convierte esta obra en una profunda reflexión pesimista y hace que sea un nexo de unión entre el modernismo y la nueva era tecnológica.

11.- Poemas para realizar un comentario:
a) del Romancero gitano
“Prendimiento de Antoñito el Camborio camino de Sevilla”

A Margarita Xirgu

Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
con una vara de mimbre
va a Sevilla a ver los toros.

Moreno de verde luna
anda despacio y garboso.
Sus empavonados bucles
le brillan entre los ojos.

A la mitad del camino
cortó limones redondos,
y los fue tirando al agua
hasta que la puso de oro.

Y a la mitad del camino,
bajo las ramas de un olmo,
guardia civil caminera
lo llevó codo con codo.

Las aceitunas aguardan
la noche de Capricornio,
y una corta brisa, ecuestre,
salta los montes de plomo.

Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
viene sin vara de mimbre
entre los cinco tricornios.
Antonio, ¿quién eres tú?
Si te llamaras Camborio,
hubieras hecho una fuente
de sangre con cinco chorros.

Ni tú eres hijo de nadie,
ni legítimo Camborio.
¡Se acabaron los gitanos
que iban por el monte solos!

Están los viejos cuchillos
tiritando bajo el polvo.

A las nueve de la noche
lo llevan al calabozo,
mientras los guardias civiles
beben limonada todos.

Y a las nueve de la noche
le cierran el calabozo,
mientras el cielo reluce
como la grupa de un potro.

12.- Prosifica los siguiente poemas de Lorca. Indica además a qué libro pertenecen y cuáles son sus características métricas. Explica después sus metáforas surrealistas.

a) LA AURORA DE NUEVA YORK

La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible:
a veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraísos ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.

b) Reyerta
En la mitad del barranco
las navajas de Albacete,
bellas de sangre contraria,
relucen como los peces.
Una dura luz de naipe
recorta en el agrio verde,
caballos enfurecidos
y perfiles de jinetes.
En la copa de un olivo
lloran dos viejas mujeres.
El toro de la reyerta
se sube por las paredes.
Ángeles negros traían
pañuelos y agua de nieve.
Ángeles con grandes alas
de navajas de Albacete.
Juan Antonio el de Montilla
rueda muerto la pendiente,
su cuerpo lleno de lirios
y una granada en las sienes.
Ahora monta cruz de fuego,
carretera de la muerte.

*

El juez, con guardia civil,
por los olivares viene.
Sangre resbalada gime
muda canción de serpiente.
Señores guardias civiles:
aquí pasó lo de siempre.
Han muerto cuatro romanos
y cinco cartagineses.

*

La tarde loca de higueras
y de rumores calientes
cae desmayada en los muslos
heridos de los jinetes.
Y ángeles negros volaban
por el aire del poniente.
Ángeles de largas trenzas
y corazones de aceite.

13.- Buster Keaton y la Generación del 27. Vídeos de Buster Keaton:

a) Algunas persecuciones de las películas de Buster Keaton.
b) La persecución de Seven Chances.
c) Buster Keaton en moto en Sherlock Jr.

Textos:

a) Diálogo surrealista de Federico García Lorca, “El paseo de Buster Keaton”.

b) RAfael Alberti, “Buster Keaton busca por el bosque a su novia ,que es una verdadera vaca“.

C) PROSIFICACIÓN DE “MUERTE DE ANTOÑITO EL CAMBORIO”

Una noche, de madrugada, el gitano Antoñito el Camborio fue asesinado a navajazos por su cuatro primos, de apellido Heredia y residentes en Benamejí. La víctima era un hombre atractivo (de piel fina, morena y perfumada) que exhibía una gran elegancia y cierta riqueza. El motivo de su asesinato fue la envidia que producía a sus familiares, a quienes les costó mucho asesinarlo, ya que el Camborio se defendió bravamente, hiriendo a alguno de ellos. Según la religión, tan sentida por el pueblo gitano, ángeles mensajeros vinieron a buscar, con honor, el alma del Camborio para llevarla al cielo. Poco antes de morir, el alma de Antoñito había podido revelar a Lorca el nombre de sus asesinos y las causas de su muerte.

D) Prosificación de “Reyerta”.

El poema narra la pelea  a muerte que le costó la vida, una noche, al gitano Juan Antonio de Montilla. Este duelo, que se celebró en un prad, tuvo como asistentes también a las compungidas madres de los contendientes, así como otros testigos que iban a caballo. Tras una lucha igualada y furiosa, a golpes de navaja, la víctima se desmayó a causa de sus heridas, propinándose un golpe mortal en su cabeza. Su alma, por tanto, emergió hacia el cielo. La investigación policial no concluyó nada, porque en esa época este tipo de riñas eran habituales y por eso esta no mereció ser investigada.

23.- Contenidos del siguiente examen.

a) Control de lectura de La casa de Bernarda Alba, de FG Lorca.

b) Redacción sobre alguno de los temas que desarrolla Lorca en la obra citada. Debes ser capaz de reflexionar por escrito y defender una conclusión. Temas: la opresión de la mujer, las tradiciones absurdas, la libertad individual, el exagerado sentido del honor, la injusticia social…

c) Las O sub adjetivas (pág. 91-94). Identificarlas, diferenciarlas de las sustantivas, identificar su antecedente y la función de su nexo, y diferenciar entre especificativas y explicativas. Ejercicios

d) Antonio Machado (fotocopias de grupo partido).

e) Una comprensión lectora del tipo CC.BB.

f) El orden sintáctico, la ambigüedad, el laconismo, los pleonasmos. pág. 129.

 

 

1.- Ejercicio: diferenciar las O sub adjet. y las O sub sust. Justifica mediante su función sintáctica y su nexo.

a) El tribunal me pidió que declarase a las nueve de la mañana.

b) La petición que me hizo el tribunal era razonable.

 

2.- Indicar la O sub adjetiva o sustantiva. Función sintáctica.  Función del nexo y antecedente en el caso de que sea adjetiva. 

a) Me molestó bastante que llegaras media hora tarde. O sub. sust. Sujeto. Nexo: conjunción.

b) La media hora que llegaste tarde me molestó bastante. O sub. adjet. CN especificativa. Nexo: pronombre relativo. Antecedente del nexo: “media hora”.

c) En pleno atasco, el guardia urbano me pidió que me echara a un lado. O sub. sustantiva CD. Nexo: conjunción.

d) Que tengamos frío es normal en esta época. O sub. sust. Sujeto. Nexo: conjunción.

e) El frío que hace aquí es normal en esta época. O sub. adjet. CN especificativa. Nexo, pronombre relativo. Antecedente: frío.