Había una vez, en una época de dragones, caballeros, y doncellas, un jardín magnífico que tenía unas frutas nunca vistas, buenísimas, que te devolvía todas tus fuerzas. Este jardín era del rey Alberto III. El jardín era sagrado y algunos decían que quien se comiera alguna fruta sería maldecido por Elisabet, la bruja de los bosques.
Un día un chico que se llamaba Carlos, que era pobre y tenía mucha hambre, decidió ir a buscar aquellas frutas que decían que eran tan buenas, pero nunca había sentido hablar del maleficio de Elisabet. Y Así lo hizo, fue a buscar los frutos, entró en el jardín sagrado de l’Alberto III, vio un manzano con las manzanas tan bonitas que era imposible aguantarse las tentaciones de comer una manzana. Así que se fue directo al manzano. Justo tras tragarse el primer mordisco, apareció Elisabet que le hizo el maleficio:
¡Una manzana te has comido
y ahora lo tendrás que pagar
en un mounstro te convertirás
y nadie te reconocerá!
Cuando acabó la conjura del maleficio, Carlos se convirtió en un monstruo de color verde, los ojos rojos, unas garras muy afiladas y unas orejas peludas.
– Si, te quieres convertir en el chico que eras antes, tendrás que salvar a dos pueblos de un peligro, pero si no lo consigues te quedarás con la forma de monstruo en la que te he convertido para siempre jamás – dijo Elisabet.
-¿Pero qué pueblos ,qué día, dónde, de qué peligro los deberé salvar?- preguntó asustado.
– En un pueblo hay una casa italiana y en el otro una iglesia medio destruída- le respondió- Con esto lo encontrarás. A continuación le dio un papel rojo y le dijo: – Lo tienes que poner dentro del agua y después en ell fuego y te saldrá en donde están los pueblos y de qué peligros los debes salvar.
Cuando la bruja se fue, Carlos se puso a pensar en todo lo que Elisabet le había dicho. Se fué corriendo a mojar el papel rojo en agua y después encendió una hoguera y abocó el papel. En ese momento vio un gallo de 6 metros de altura con manos de oso, pies de zorro, un pelo rasposo y duro, y cola de mofeta, que tenía a los dos pueblos atemorizados. Se ve que su ataque más potente era el llamado “lo picotazo numeral”. Carlos se fue en busca de los pueblos en peligro.
Después de andar por montañas, valles y llanuras encontró los pueblos, veía la casa italiana y la iglesia medio destruída. A continuación encontró la guarida del gallo, después vio al gallo y se dió cuenta de que la fuerza le venia de la cresta, porque cuando dormía la cresta estaba caída hacia el lado, en cambio cuando estaba despierto la cresta se levantaba y brillaba como si fuera de fuego. Entonces pensó que si la cortaba, acabaría con el gallo. Así que sin pensarselo dos veces cogió una escalera y con un cuchillo bien afilado se la cortó. Pero el gallo no murió sino que se encogió al tamaño de un gallo normal. Era un maleficio que también le había hecho un brujo con mucha “mala baba”. La bruja volvió a convertir a Carlos en el chico normal que era y la paz volvió a los pueblos.
