Ágata

Había una vez en un país muy lejano donde existían las hadas, princesas, brujas, dragones, ogros y todo tipo de criaturas mágicas, una muchacha encantadora que se llamaba Ágata.

Era alta, con un pelo largo y oscuro, con unos ojos azules como el cielo y muy blanca de piel.

Ágata vivía con sus padres en una casita en mitad del bosque.

Era una familia pequeña y humilde. La madre que se llamaba María era un ama de casa normal y corriente y el padre, Pepe trabajaba de leñador.

La niña, que tenía unos 14 años, cada mañana se iba al bosque a buscar frutos silvestres para comer. Cada día pasaba lo mismo. El padre se iba a trabajar y no volvía hasta la hora de cenar y la madre se quedaba haciendo las cosas de la casa mientras Ágata buscaba los frutos del bosque.

Pero todo iba a cambiar muy pronto:

Ágata salía a hacer sus tareas cuando de repente oyó una voz muy pequeña que salía de unos matorrales y decía:

-Sálvame, sálvame.

Ágata se acercó a los matorrales de donde venía la vocecita y volvió a oír:

-Sálvame, sálvame

-¿Quien eres? Preguntó Ágata.

-Soy Mateo, el príncipe de un país muy lejano. Una bruja me hizo un conjuro cuando tenía 9 años y me convirtió en hormiga.

-¿Y como esperas que te salve?

-Tienes que llevarme a hablar con la bruja que vive en la cima de la montaña más alta de este país.

Y así lo hizo, lo llevo a través de montañas y valles hasta que llegó a la cima de la montaña.

Allí vivía la bruja, dentro de una cueva tan pequeña que Ágata no podía acompañar a Mateo a hablar con ella. No cabían dentro.
Así que se esperó fuera.

Mateo entró a hablar con la bruja, que por cierto se llamaba “La bruja del Norte”, y le preguntó que cómo podría volver a su forma de humano.

Ella le dijo que era imposible y que sólo con un beso de amor verdadero podría conseguirlo.

Entonces salió de la cueva, se acercó a Ágata y le dijo:

-Sólo me convertiré en humano con un beso de amor verdadero.

Y le pregunto a Ágata si le podía dar un beso. Ella se lo dio y de repente se convirtió en humano. Entonces se dieron cuenta de que lo que había entre ellos era realmente amor verdadero.

Al cabo de un año se casaron y como él era príncipe, la familia de Ágata ya no volvió a ser más una familia humilde y todos vivieron felices y comieron perdices.

Deixa un comentari

L'adreça electrònica no es publicarà Els camps necessaris estan marcats amb *