Platero era pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera que parecía que no tenía huesos, que era de algodón. Sus ojos negros eran como espejos de azabache, relucientes, como dos escarabajos de cristal. Cuando lo dejaban suelto, se iba al prado. Con su hocico acariciaba las flores rosas, azules y amarillas. Perseguía las mariposas, las moscas y se peleaba con las avispas.
Comía lo que le daban. Le gustaban las mandarinas ,las uvas de color amarillo, los higos morados…
Era tierno y mimoso como un niño, como una niña; pero, en cambio,por dentro era fuerte y seco,como una piedra.
Sentía miedo de las sombras y llevado por ese miedo trotaba en medio del arroyo y en el agua jugaba con ella y se refrescaba en los días calurosos.
Así era Platero, mi burrito preferido.