La Escuela de Adultos
La primera impresión que da la Escuela de Adultos es que no se trata de un centro convencional. Parece un piso. Llegar a él no es una aventura fácil. Se toca un timbre en la calle. Si estás de suerte, se abre la puerta; si no lo estás, debes repetir unas cuantas veces la operación.
Entras. Subes la escalera. Penetras en el obscuro antro. La senda te obliga a pasar por delante de unos esforzados alumnos de inglés. Te miran de reojo. Por un momento piensas ¿dónde me habré metido?
Al final, llegas a la clase. Un personaje barbudo, gordo y calvo intenta escribir alguna cosa en el ordenador. Por la pizarra digital se ve que es un texto personal. No hay duda que en el mundo abundan los despistados…